
¿Y si actuar “como un niño” fuera uno de los secretos mejor guardados para llevar una vida adulta más feliz, satisfactoria y resiliente? Mantener una actitud lúdica a medida que crecemos es complicado, sobre todo cuando los deberes, obligaciones y tareas de la vida adulta se amontonan. Sin embargo, ese espíritu juguetón y curioso no es sinónimo de inmadurez sino un rasgo de personalidad que nos ayuda a afrontar mejor el estrés y mantener una mentalidad más positiva.
Jugar no es solo cosa de niños, la resiliencia tipo limonada
Durante la pandemia, un grupo de psicólogos de la Universidad Estatal de Oregón reclutaron a más de 500 adultos para analizar cómo respondían al confinamiento y a diferentes situaciones desafiantes. Comprobaron que los que tenían una personalidad juguetona:
- Eran más positivos sobre el futuro
- Veían los obstáculos como oportunidades de crecimiento
- Se adaptaban de manera más creativa a las circunstancias
- Mantenían un mayor autocontrol
Los investigadores llamaron a esa respuesta “resiliencia tipo limonada” porque implica la capacidad para convertir lo amargo en dulce, recordando el antiguo refrán «si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada«.
Sin embargo, no ha sido el único estudio que ha profundizado en las ondas expansivas positivas de esa actitud juguetona ante la vida. Investigadores de la Universidad de Zúrich trabajaron con más de 250 adultos y también constataron que aquellos que mantenían un espíritu lúdico:
- Se sentían más satisfechos con su vida
- Se involucraban en más actividades placenteras
- Llevaban un estilo de vida más activo
Esa actitud lúdica y manera de afrontar la vida se traducía en una mayor felicidad y bienestar, incluso a nivel físico.
¿Qué es la actitud lúdica? Las 3 características de las personas juguetonas
El espíritu lúdico se define como la habilidad para interactuar con el mundo mediante la curiosidad, el humor y la creatividad, incluso en situaciones serias. De hecho, es un rasgo complejo de la personalidad que engloba otras características esenciales:
- Apertura al asombro. Capacidad para maravillarse con lo cotidiano, que es precisamente lo que genera ese nivel de felicidad y satisfacción vital. Estas personas encuentran placer en pequeñas cosas, desde disfrutar de un café hasta jugar con su mascota o ver un atardecer.
- Flexibilidad cognitiva. Es lo que les permite adaptarse a los cambios y verlos como «retos» en lugar de amenazas. Estas personas evitan dar demasiadas vueltas a los problemas sin salida y, en su lugar, prueban enfoques poco convencionales.
- Humor orientado a soluciones. La personalidad juguetona también se toma las cosas menos a pecho, aunque eso no implica perder de vista su importancia. El secreto consiste en saber recurrir al humor para reducir las tensiones y conflictos.
“Las personas juguetonas no evitan la realidad, sino que eligen transformarla con una mentalidad más ligera y exploratoria”, concluyeron los investigadores.
3 técnicas psicológicas para recuperar el espíritu lúdico
¿Recuerdas la última vez que te reíste sin preocupaciones, como cuando eras niño? ¿Cuándo fue la última vez que te maravillaste con un simple detalle? ¿O que perdiste la noción del tiempo disfrutando de algo? En la vida adulta, las responsabilidades y el estrés suelen apagar esa chispa de espontaneidad, curiosidad y alegría. Pero recuperar el espíritu lúdico no es solo un capricho, sino una herramienta psicológica para vivir mejor.
- Ponte en “modo explorador”. Dedica 10 minutos al día a hacer algo sin propósito: dibujar garabatos, bailar una canción absurda o simplemente buscar algo curioso en situaciones cotidianas. Se trata de que te deshagas de la necesidad de seguir un orden predeterminado y perseguir objetivos, retomando la esencia del juego infantil cuyo único propósito es disfrutar del aquí y ahora.
- ¿Y si fuera un juego? La vida adulta suele ser estresante. No cabe dudas. Pero añadir más tensión a los problemas no sirve de mucho. Por eso, ante un contratiempo o dificultad, en vez de entrar en pánico o hacer una tormenta en un vaso de agua, simplemente pregúntate: “¿Cómo lo abordaría si fuera un juego?”. Así podrás reducir la tensión y activar la creatividad para encontrar soluciones menos convencionales.
- Micro-momentos de asombro. Cuando crecemos, nos acostumbramos a lo que nos rodea y dejamos que las prisas nos impidan apreciar las cosas que de niños nos asombraban. Por eso, es importante dedicar unos minutos cada día a buscar algo que nos maraville: la forma de las nubes, una flor en el camino… Esa actitud curiosa y abierta al mundo libera dopamina y oxitocina, dos hormonas que generan una sensación de bienestar.
Søren Kierkegaard dijo que “la vida no es un problema a resolver, sino una realidad a experimentar”. Deberíamos grabárnoslo con fuego. Cultivar una personalidad juguetona no significa ignorar los desafíos ni minimizar los problemas, sino enfrentarlos con una mentalidad que combina curiosidad, humor y creatividad.
El antídoto contra la adversidad no es la seriedad, sino la capacidad para jugar con lo que la vida nos lanza. A la larga, la ciencia nos confirma que esa actitud lúdica se traducirá en una mayor satisfacción, felicidad y resiliencia.
Referencias Bibliográficas:
Shen, X. & Crwaley, Z. (2025) How does playfulness (re)frame the world? Evidence for selective cognitive and behavioral redirecting in times of adversity. Front. Psychol.; 15: 10.3389.
Proyer, R. T. (2019) The Well-Being of Playful Adults: Adult Playfulness, Subjective Well-Being, Physical Well-Being, and the Pursuit of Enjoyable Activities. European Journal of Humor Research; 1(1) 84-98.
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