Las actitudes negativas suelen suponer un obstáculo en la vida y un lastre para el desarrollo personal – o al menos eso creemos. Sin embargo, ni las actitudes negativas son tan malas ni las actitudes positivas son tan buenas. Entre ambas etiquetas existe un mundo mucho más rico y complejo que no solo determina nuestras actitudes sino también sus consecuencias.
Dado que en muchas circunstancias de la vida las actitudes se convierten en una fuerza que nos empuja en una u otra dirección, si queremos proteger nuestro equilibrio mental y evitar muchos problemas innecesarios, necesitamos comprender qué son las actitudes y cómo gestionarlas adecuadamente.
¿Qué es la actitud exactamente?
La actitud es una orientación hacia la vida. Es una postura que nos inclina en una u otra dirección y determina nuestro comportamiento. David G. Myers explicó que la “actitud es una reacción evaluativa, favorable o desfavorable, hacia algo o alguien, que se manifiesta en las propias creencias, sentimientos o en la intención”.
De hecho, nuestros valores primordiales, creencias y cosmovisión se encuentran en la base de la actitud, la cual actúa como un impulso interior que nos empuja a la acción. Carl G. Jung creía que “tener una actitud implica una disposición a una cosa determinada, aunque sea inconsciente; lo que significa tener a priori una dirección hacia un fin determinado, representado o no”. Ello implica que nuestras actitudes suelen alimentarse más del pasado que del presente.
En este sentido, Solomon Ash estaba convencido de que “las actitudes son disposiciones duraderas formadas por la experiencia anterior”. Por tanto, la actitud sería una orientación hacia el futuro basada en lo que hemos vivido y las conclusiones que hemos sacado de esas experiencias. Sin embargo, dado que el mundo cambia constantemente y lo que ayer era válido puede dejar de serlo hoy, es muy importante reevaluar constantemente nuestra actitud bajo la luz de las nuevas experiencias y preguntarnos si es la adecuada, la más útil o la más inteligente.
Las actitudes negativas no son tan «malas» como pensamos
La lista de actitudes negativas que podemos asumir a lo largo de la vida podría ser infinita. Por ejemplo, se considera que una actitud pasiva es negativa porque implica la ausencia de iniciativa y actividad, dos valores que nuestra sociedad ensalza.
El pesimismo es otro ejemplo de actitud negativa porque, en teoría, conduce a una visión gris del mundo. Las actitudes agresivas también son consideradas negativas porque implican una falta de autocontrol y pueden causar daño a los demás o a uno mismo.
Asimismo, una actitud interesada es catalogada como indeseable porque implica anteponer nuestras necesidades a las de los demás de manera egoísta. En cambio, la sociedad promueve el altruismo, considerándolo una actitud positiva y deseable en sus miembros.
Sin embargo, aunque no cabe duda de que actitudes como el pesimismo, la pasividad, la agresividad o el egoísmo pueden llegar a convertirse en un lastre para el desarrollo del individuo, tampoco cabe duda de que la función psicológica de las supuestas “actitudes negativas” es mucho más compleja.
La sociedad occidental suele comprender las actitudes como antípodas, extremos opuestos sin puntos en común en el que uno es deseable a priori y el otro indeseable a ultranza. Por eso siempre hacemos referencia a actitudes polarizadas: o somos proactivos o reactivos, o somos interesados o desinteresados, o tenemos una actitud negativa o positiva.
Sin embargo, una actitud no es negativa per se. Es decir, una actitud pesimista, que normalmente se cataloga como “negativa” puede estar justificada e incluso ser adaptativa en determinados contextos. Los estoicos, por ejemplo, abogaban por una actitud que hoy catalogaríamos como pesimista.
Marco Aurelio escribió: “Comienza cada día diciéndote a ti mismo: Hoy me reuniré con la interferencia, la ingratitud, la insolencia, la deslealtad, la mala voluntad y el egoísmo…” Para estos filósofos, esa actitud “negativa” era fundamental para equilibrar nuestras expectativas y desarrollar la resiliencia.
Por tanto, las actitudes negativas no deben “medirse” con una vara moral sino teniendo en cuenta su componente adaptativo; o sea, su influencia en nuestra vida. Desde esa perspectiva, una actitud negativa es aquella que se convierte en un lastre mientras que una actitud positiva es aquella que nos ayuda a superar los problemas o conflictos y nos ayuda a crecer como personas.
El mal que surge del bien – y viceversa
Un estudio realizado en la Universidad de Xiamen reveló que valores socialmente positivos, como el sentido de la justicia, la lealtad, el cuidado, la autoridad y la pureza generaban una mayor sensibilidad hacia el disgusto y podían terminar exacerbando las actitudes negativas hacia la homosexualidad.
No ha sido la única investigación que ha descubierto cómo determinados valores considerados positivos y compartidos socialmente pueden convertirse en la semilla de actitudes negativas hacia otros colectivos. Psicólogos de la Universidad Estatal de Portland comprobaron que el énfasis en valores como la belleza, la comunión mente-cuerpo, la productividad personal, el éxito y el estatus socioeconómico se encuentran en la base de actitudes negativas hacia las personas con discapacidades.
Todos los valores, incluidos aquellos que catalogamos como positivos, terminan provocando sentimientos viscerales rápidos de agrado y desagrado, en lugar de generar una deliberación reflexiva. Esa evaluación visceral puede activar actitudes negativas hacia todo aquello que no cumpla con los cánones sociales que hemos interiorizado y de los cuales nos consideramos baluartes.
En cambio, un experimento muy curioso desarrollado en la Universidad del Sur de la Florida nos demuestra las funciones positivas de las actitudes negativas. Estos psicólogos comprobaron que los estudiantes que tenían actitudes negativas hacia un profesor desconocido habían investigado más sobre el mismo y lo habían llegado a conocer mejor que aquellos que habían tenido una actitud positiva desde el primer momento.
Eso significa que las actitudes negativas, siempre que no sean extremas, pueden impulsarnos a buscar más información y profundizar en aquello que despierta nuestro desagrado o recelo. En cambio, las actitudes positivas generarían una línea de acción más pasiva y desinteresada, dando por bueno lo que se nos presenta.
Asimismo, estos investigadores comprobaron que las actitudes negativas hacia el profesor también acercaban a los estudiantes y generaban un vínculo. Por consiguiente, las actitudes negativas incluso tienen un poder aglutinador.
¿Cómo lidiar asertivamente con las actitudes negativas?
No tiene sentido recriminarnos por una “actitud negativa” si ello hace que nos sintamos peor. En algunas circunstancias, esas actitudes negativas tienen una explicación e incluso una función adaptativa. Por tanto, el primer paso consiste en aceptar lo ocurrido. La aceptación radical nos libera de la culpa y nos permite crecer. Lo hecho, hecho está. El próximo paso consiste en tomar las que no vuelva a ocurrir.
Para determinar si se trata de una actitud negativa que necesitamos erradicar debemos evaluar tres aspectos:
- Intensidad. Las actitudes intensas reducen nuestro repertorio de respuestas y suelen conducirnos a reaccionar de manera poco racional. Por tanto, sea cual sea la actitud, si es particularmente impetuosa, vale la pena explorarla para descubrir cuales son las experiencias que están generando esa reacción tan visceral de agrado o desagrado. Si no lo hacemos, podemos ser víctimas de un secuestro emocional.
- Adaptabilidad. Las actitudes negativas pueden ser adaptativas en ciertas condiciones. Una actitud más agresiva, por ejemplo, podría ayudarnos a afrontar a una persona que desea hacernos daño. Una actitud pasiva también podría calmar a una persona a punto de explotar. Por tanto, se trata de abandonar las etiquetas de “bueno” y “malo” aplicadas a priori para valorar si determinada actitud, en cierto contexto, es adaptativa o no.
- Consecuencias. Todas las actitudes tienen consecuencias, algunas son positivas y otras negativas. Por tanto, no podemos olvidar el eco que genera determinada actitud, tanto en los demás como en nosotros mismos. ¿Nos hemos sentido mejor o peor? ¿Nuestra actitud ha dañado o ayudado a los demás?
Si decimos que una actitud ha sido negativa porque su intensidad nos sobrepasó, no nos ayudó a resolver el problema o sus consecuencias han sido desastrosas, entonces vale la pena cambiarla. A fin de cuentas, siempre hay margen psicológico para mejorar una actitud.
Para ello, a menudo basta darnos un par de minutos antes de reaccionar y preguntarnos: ¿Estoy reaccionando ante lo que está pasando o me estoy dejando llevar por mis experiencias pasadas? Una vez que hemos detenido el primer impulso debemos preguntarnos: ¿Qué actitud sería la más adecuada para afrontar esta situación?
Al inicio puede resultar difícil, pero con la práctica podemos ir desarrollando actitudes más adaptativas que nos hagan sentir mejor y nos ayuden a navegar con menos contratiempos por el complejo mar de la vida.
Fuentes:
Wang, R. et. Al. (2019) The Association Between Disgust Sensitivity and Negative Attitudes Toward Homosexuality: The Mediating Role of Moral Foundations. Frontiers in Psychology; 10.3389.
Weaver, J. R. & Bosson, J. K. (2011) I feel like I know you: sharing negative attitudes of others promotes feelings of familiarity. Pers Soc Psychol Bull; 37(4): 481-491.
Livneh, H. (1982) On the Origins of Negative Attitudes Towards People With Disabilities. En I. Marini & M. A. Stebnicki (Eds.), The psychological and social impact of illness and disability (13–25). Springer Publishing Company.
Alejandro dice
Genial, logré pensar en observar parte de las reacciones más comunes que tengo frente a distintas actitudes, por ejemplo, la ilusión o la espectativa a cerca de algo que se planea con otra persona, pero una de las dos personas pone freno, frente a otra que está segura del riesgo consiente, sabiendo medir. Una contradicción así antes me inflaba la cabeza, pero ahora y justo luego de leer esto, me hace entender que no es más que un patrón de respuestas e imaginaciones en cola. Para no atropellar en necesario razonar en como simplemente no puede tratarme porque estoy aprendiendo a relacionar y reaccionar desde la humildad del aprendizaje.