Antes, era fácil saber cuándo te habías convertido en un adulto. Por lo general, el camino estaba marcado por una serie de hitos culturales que iban señalando esa evolución, comenzando por el primer día de escuela hasta el momento de sacarse la licencia de conducir, graduarse, conseguir el primer trabajo e irse de casa para formar su propia familia.
Hoy ese camino no es tan lineal ni sencillo, sobre todo en la sociedad occidental. De hecho, en los últimos años se ha comenzado a hablar de la “adultez emergente” para hacer referencia a una nueva fase que se produce antes de entrar por completo en la edad adulta.
¿Qué es la adultez emergente exactamente?
Jeffrey Arnett fue quien propuso el concepto de adultez emergente para referirse al período de desarrollo entre los 18 y 25 años, aunque podría extenderse perfectamente hasta los 30 años. Esta nueva etapa vital es un resultado cultural, fundamentalmente en las sociedades más industrializadas donde los jóvenes tienen más tiempo para explorar antes de entrar de lleno en la edad adulta.
Los cambios sociodemográficos que se han producido en las últimas décadas, como el acceso más amplio a la educación universitaria y la postergación de hitos vitales como el matrimonio y tener hijos, han hecho que los jóvenes pueden disfrutar de roles sociales más laxos y no estén sujetos a expectativas normativas tan rígidas como hace décadas.
Según Arnett, “la adultez emergente no es ni la adolescencia ni la edad adulta joven, sino que es teórica y empíricamente distinta de ambas”. Eso hace que muchos de estos jóvenes puedan verse a sí mismo casi como adolescentes y en otras ocasiones como adultos, lo cual puede suponer un desafío a la hora de relacionarse con ellos, sobre todo para los adultos.
Jóvenes que se resisten a madurar
La adultez emergente no se debe solo a los cambios sociales, según confirmó un estudio realizado en la Universidad Concordia. Los padres también tienen su cuota de responsabilidad. En las últimas décadas se ha producido cierta infantilización de la juventud. No solo porque los jóvenes tarden más en marcharse de casa, tener un trabajo o formar una familia, sino porque no se les prepara para enfrentarse solos a las complejidades de la vida.
Muchos padres han interpretado el estado del bienestar como una ausencia de problemas, lo cual se ha traducido en comportamientos híperprotectores. Sin embargo, mimar demasiado a los niños y luego a los jóvenes, hasta el punto de caer en los excesos – evitándoles las experiencias de frustración y fracaso inherentes a la vida – crea más problemas de los que resuelve.
Muchos de esos jóvenes mimados no llegan a desarrollar los conocimientos y las habilidades necesarios para afrontar los desafíos y compromisos que implica la edad adulta. Por ese motivo, aunque avanzan en el calendario, se quedan rezagados en términos de maduración social, emocional y cognitiva.
Una investigación anterior había reflejado que el 71% de estos jóvenes no tenían claro qué se esperaba de ellos, además de presentar dificultades en otras áreas psicológicas. Muchos reconocieron:
- Tener dificultades para tomar sus propias decisiones.
- Depender de las recompensas materiales o los elogios para sentirse valiosos.
- Precisar constantemente de la validación externa de sus amigos.
- Necesitar muchas cosas para sentirse bien consigo mismos.
- Sentir que no necesitan madurar porque otros se ocupan de ellos.
En definitiva, los padres pueden tener la mejor de las intenciones al allanarles el camino a sus hijos, pero a menudo esa sobreprotección les impide tener las experiencias necesarias para desarrollar las competencias que los preparan para la vida adulta.
¿Qué caracteriza a los adultos emergentes?
En Estados Unidos, el 55% de los jóvenes de menos de 30 años no son completamente independientes económicamente de sus padres, según una encuesta de Pew Research Center. En 2022, en Italia, el 69,4% de los menores de 34 años todavía vivían con sus padres mientras que en España la cifra fue del 65,9%, de acuerdo con Eurostat.
No obstante, más allá de la dependencia económica – que puede deberse a diferentes factores estructurales – la adultez emergente también tiene sus propias características psicológicas:
1. Exploración de la identidad
La adultez emergente brinda a los jóvenes la posibilidad de prorrogar la fase de autodescubrimiento. Les permite seguir explorando quiénes son y qué quieren en la vida. No se trata de un breve periodo de transición a la adultez, como ocurría anteriormente, sino de una etapa mucho más larga caracterizada por la búsqueda de los intereses vitales para poder tomar decisiones importantes de cara al futuro. Por tanto, se convierte en una fase esencial para la formación de la identidad y la realización de proyectos vitales.
2. Autoenfoque
Como el camino hacia la adultez ya no es tan lineal ni está bien delimitado, la adultez emergente destaca por ser un periodo de relativa independencia de los roles y expectativas sociales. Los jóvenes ya no están tan sujetos a las reglas rígidas que los padres solían imponerles durante su infancia y adolescencia, pero tampoco han asumido las responsabilidades propias de la etapa adulta, por lo que no responden a los lazos y obligaciones que suponen el matrimonio o los hijos. Por esa razón, pueden permitirse llevar un estilo de vida más similar al de los adolescentes mientras se enfocan en ellos mismos. De hecho, esta fase no está exenta de cierto nivel de egocentrismo.
3. Inestabilidad
La adultez emergente es, fundamentalmente, un periodo de cambios e inestabilidad, tanto en las relaciones de pareja como en el trabajo o incluso en casa. Muchos de estos jóvenes son conscientes de que se encuentran en una especie de fase de tránsito: saben que no son adolescentes, pero no consiguen sentirse plenamente adultos. Comienzan a asumir nuevas responsabilidades, pero al mismo tiempo rechazan otras. Por ese motivo, muchos intentan vivir la mayor cantidad de experiencias posible, como si estuvieran apurando los últimos sorbos de “libertad”, lo cual a menudo los conduce a poner en práctica conductas de riesgo.
Algunos prosperan, otros se quedan atascados
La adultez emergente es un fenómeno complejo determinado por múltiples factores, por lo que la manera en que los jóvenes atraviesen esta etapa dependerá enormemente de la educación recibida y sus circunstancias vitales.
Por ejemplo, esta fase suele estar caracterizada por el optimismo, pero en una sociedad donde los jóvenes vean severamente limitadas sus expectativas, podría transmutar en pesimismo. Asimismo, es más probable que los jóvenes que han sido educados para ser independientes y autónomos, prosperen a través de esta etapa, comenzando un camino exitoso hacia la carrera profesional y la formación de una familia.
Sin embargo, no todos siguen la misma senda. Hay quienes se quedan como adolescentes eternos, atrapados en una especie de síndrome de Peter Pan, durante mucho tiempo. Esos jóvenes se resisten a crecer y salir de su zona de confort porque se sienten relativamente cómodos bajo el amparo de sus padres, sin tener que asumir obligaciones ni tomar decisiones vitales importantes.
Muchos adultos emergentes tienen problemas para independizarse porque les da miedo afrontar los problemas que siempre han solucionado sus padres por ellos. No obstante, es fundamental tener en cuenta que los 30 no son los nuevos 20.
Las nuevas generaciones no tienen una especie de “prórroga vital”, un bonus de 10 años para sentar cabeza, formarse más o decidir qué quieren y organizarse. Cuando lleguen a los 30 años, es posible que muchos sientan una enorme presión por alcanzar el éxito profesional o tener su propio hogar.
Como resultado, algunos se presionarán por alcanzar todos los hitos que han postergado, pero tendrán ante sí un doble reto: hacerlo bien y en tiempo récord. Otros, probablemente, se conformarán con lo que encuentren cuando entren en pánico, lo cual puede ser una condena a la insatisfacción vital durante sus próximas décadas.
Unas palabras finales
Por supuesto, el éxito en esa transición depende en gran medida de la ayuda y comprensión que reciban por parte de su red de apoyo más cercana y las oportunidades que les brinde la sociedad. Los padres deben encontrar el punto intermedio, de manera que no presionen demasiado a sus hijos, pero sin caer en la indulgencia extrema.
Y los jóvenes deben ser conscientes de que vivir pensando que tienen todo el tiempo del mundo los aboca a perderlo o invertirlo mal, ya sea tomando las decisiones erróneas o dejando pasar oportunidades. El hecho de que la sociedad te diga que los 30 son los nuevos 20, no significa que el reloj biológico se pare. Los años siguen corriendo, así que cuanto antes te atreva a tomar decisiones conscientes que te hagan responsable de tu vida, mejor.
Referencias Bibliográficas:
Bredehoft, D. (2014) Raising children in an age of overindulgence. NCFR Report; 59(2): 5.
Arnett, J. (2000) Emerging Adulthood A Theory of Development From the Late Teens Through the Twenties. American Psychologist, 55(5), 469–480.
Bredehoft, D. J. et. Al. (1998) Perceptions attributed by adults to parental overindulgence during childhood. Journal of Marriage and Family Consumer Sciences Education; 16: 3-17.
Minkin, R. et. Al. (2024) Parents, young adult children and the transition to adulthood. En: Pew Research Center.
(2023) Share of young adults aged 18-34 living with their parents by age and sex – EU-SILC survey. En: Eurostat.
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