Muchas personas piensan que para que el amor fructifique, es imprescindible hacer sacrificios. Estas personas suelen comprometerse tanto en las relaciones de pareja que están dispuestas a hacer todo tipo de sacrificios para satisfacer a su media naranja. Consideran que esa es la forma correcta, y la única, de mantener una relación de pareja feliz y duradera. De hecho, identifican el amor con el sacrificio.
El problema comienza cuando esas personas esperan que el otro reconozca sus sacrificios, sin tener que pedírselo, cuando espera la misma entrega. Cuando nota que sus esfuerzos no son reconocidos o no se recompensan «adecuadamente», comienzan a alimentar el resentimiento. Ese resentimiento hace que la persona cambie, pero el otro no logra entender qué ha sucedido, a qué se debe esa transformación. Ese es el principio del fin.
Hacer feliz a tu pareja a costa de tu felicidad empeora la relación
Algunas personas simplemente “dan” de manera natural, es su forma de ser y se sienten felices por ello. De hecho, brindar ayuda de manera genuina y hacer sacrificios por el bien común puede llegar a ser saludable y reportar una mayor felicidad y satisfacción a largo plazo para ambos miembros de la pareja. El problema es cuando se establece una «comunión sin paliativos».
En esos casos, en el otro extremo solemos encontrar a los “receptores”. No es que sean personas egoístas ni desconsideradas, simplemente se sienten más cómodas recibiendo. Si alguien se ofrece para cuidarles y mimarles, aceptarán de buena gana esa oferta.
Cuando se encuentran dos personas con estas características, pueden instaurar una relación tóxica ya que en el intento de conquistar y satisfacer a quien ejerce el rol de “receptor”, el “donante” hará cada vez más sacrificios, con la secreta esperanza de que su pareja haga lo mismo.
Al final, lo que sucede es que el “receptor” no entrega tanto, por lo que el “donante” termina asumiendo como propias las necesidades, intereses y preferencias de su pareja. En ciertos casos, la entrega y el sacrificio son tan grandes que la persona puede llegar a anularse en la relación, comienza a vivir por y para el otro, perdiendo su voz y voto.
De hecho, la palabra sacrificio proviene de los vocablos latinos «sacro» y «facere«, que significan literalmente «hacer sagrado». Esto implica que, en el fondo, esa entrega incondicional implica cierto grado de veneración del otro, a despecho de uno mismo, es como si se colocara al otro en un pedestal, asumiendo un rol inferior.
La pregunta más importante: ¿Qué te impulsa a sacrificarte?
De cierta forma, lo más importante son los motivos que impulsan a una persona a hacer un sacrificio. De hecho, nos sacrificamos por muchas razones, pero no todas conducen a la felicidad. Una buena pregunta es: ¿te estás sacrificando de manera voluntaria para hacer feliz a tu pareja o estás intentando evitar un conflicto?
– Sacrificio por evitación. Se trata de los sacrificios motivados por el deseo de evitar un conflicto. La persona piensa que se sentirá mal por el paso que está a punto de dar, pero que al menos evitará un problema en la relación de pareja. En realidad no es así, cuando en la base del sacrificio se encuentra la evitación, normalmente esa decisión socava la felicidad y minimiza la satisfacción de ambos miembros.
– Sacrificio por acercamiento. En este caso, el sacrificio se hace para hacer feliz a la pareja, como cuando se postergan las metas personales para ayudar al otro a conseguir su sueño. En este caso, el sacrificio puede aumentar la confianza y la satisfacción, siempre y cuando no se convierta en la norma.
– Sacrificio transaccional. En algunos casos, el sacrificio no se hace por satisfacer a la pareja sino para utilizarlo como moneda de cambio. No hay nada de malo en negociar con la pareja, pero realizar sacrificios para luego echárselos en cara o intentar cobrarlos implicará un daño terrible para la relación generando una profunda decepción y resentimiento en el compañero.
– Sacrificio por agotamiento. Psicólogos de la Universidad de Maryland y la Universidad Libre de Ámsterdam desarrollaron un experimento en el que cada miembro de la pareja debía hacer preguntas incómodas a desconocidos, pero podían dividirse entre ellos el número de personas que cada quien entrevistaría. Descubrieron que quienes se sentían más agotados emocional e intelectualmente eran más propensos a sacrificarse por su pareja. Esto sugiere que cuando estamos agotados, solemos tomar decisiones basándonos en nuestra tendencia a ayudar a la persona amada. También seremos más propensos a ceder ante la presión, que en el caso de las relaciones de pareja consiste en satisfacer la necesidad del otro. Al contrario, cuando tenemos un buen autocontrol, no cedemos con tanta facilidad al primer impulso, nos detenemos a ponderar todos los factores, no solo las necesidades del otro sino también las nuestras.
Toda relación es cosa de dos
El amor es una ecuación que tiene dos factores, lo cual significa que se necesitan dos personas comprometidas para lograr que funcione y sea desarrolladora para ambos. Si solo una de ellas entrega, la relación será desequilibrada y unilateral. A la postre, quien da, terminará drenado y se sentirá profundamente agotado y descuidado.
Como resultado de ese continuo dar sin recibir, sus necesidades emocionales quedan insatisfechas, hasta que llega un punto en el que la persona siente un gran vacío y decepción. De hecho, no debemos olvidar que dar brinda felicidad, pero también necesitamos recibir.
Por otra parte, el receptor, que está acostumbrado a recibir sin comprometerse ni dar mucho a cambio, es probable que ni siquiera se percate de que existe un problema. Sin embargo, a la larga ese desequilibrio arruinará la relación porque las necesidades emocionales de uno de sus miembros quedan insatisfechas.
Construir una relación equilibrada
Tus deseos y necesidades son tan importantes como las de tu pareja. Es necesario que ambos habléis sobre vuestras necesidades y expectativas respecto a la relación, y que seáis completamente honestos. Cuando cada quien sabe lo que desea y espera del otro, así como lo que está dispuesto a dar a cambio, se puede establecer una relación madura y equilibrada en la que los reproches no tengan cabida.
El amor y la relación de pareja no tienen que ser sinónimo de sacrificio, sino de compromiso mutuo. Es normal que deseemos que nuestra pareja sea feliz, pero también debemos ubicar nuestra felicidad en la lista de prioridades.
Toda relación de pareja debe ser un espacio de construcción y maduración mutua, en el que ambos miembros encuentren el apoyo y el estímulo que necesitan para seguir creciendo como personas. También debe ser un espacio de disfrute y fuente de bienestar, no un fardo pesado que genere malestar e insatisfacción.
Fuentes:
Righetti, F. et. Al. (2013) Low Self-Control Promotes the Willingness to Sacrifice in Close Relationships. Psychological Science; 24(8): 1533-1540.
Pocheptsova, A. et. Al. (2009) Deciding Without Resources: Resource Depletion and Choice in Context. Journal of Marketing Research; 46(3): 344-355.
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