Los nuevos comienzos siempre tienen un encanto especial. Y como cada año que pasa nos brinda la oportunidad de tener un nuevo inicio, no podemos resistir la tentación de plantearnos nuevos propósitos. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de esos objetivos nunca llegan a concretarse o se postergan de un año al otro, hasta que se pierden en la bruma del tiempo.
El problema es que una vez que el espíritu del cambio se esfuma, los buenos propósitos para el nuevo año son aspirados por la vorágine de la cotidianidad o quedan sepultados bajo los viejos hábitos. Es muy fácil que, al volver al día a día, caigamos en la trampa de postergar nuestras metas y cedamos ante las costumbres que llevan años arraigadas. Nos sentimos tan cómodos en nuestra zona de confort que preferimos quedarnos a buen cobijo.
Los peligros que encierran las metas incumplidas
Cuando nos planteamos nuevas metas pero no las cumplimos, estas se van acumulando en el baúl de nuestros sueños rotos. No se trata de una mera metáfora, tarde o temprano esos objetivos inalcanzados nos pasan factura. De hecho, al mirar atrás y hacer recuento, vuelven a salir a la luz y nos atacan para generar inseguridad.
Plantearnos continuamente nuevos objetivos no es un juego que se pueda tomar a la ligera. Cuando nos proponemos una meta pero no la alcanzamos, ya sea porque la hemos aplazado o porque nos hemos quedado a mitad del camino, nuestra autoconfianza se tambalea. Nos culpamos por el fracaso y empezamos a creer que no somos capaces de lograr nuestros sueños. Esas sensaciones de derrota y pesimismo no tardan en formar un cerco a nuestro alrededor para cortarnos las alas y las ganas de vivir.
Por eso, cuando nos planteamos un objetivo, por nimio que sea, debemos ser conscientes de que también nos estamos retando a nosotros mismos. No se trata simplemente de perder algún kilo, comer más sano o lograr ese ascenso que tanto ansiamos, está en juego nuestro autoconcepto y la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Sin embargo, la buena noticia es que siempre no tiene por qué ser así. Es posible salir del círculo vicioso de los buenos propósitos incumplidos.
Cinco claves para plantearse nuevas metas y cumplirlas
1. Elige el focus del nuevo año
Al inicio de cada año nos prometemos que todo será diferente. El problema es que a menudo nos planteamos demasiados propósitos y, como resultado, terminamos abrumados, sin saber siquiera por dónde empezar. Por eso, este año, en vez de plantearte varios objetivos, establece solo unos pocos pero que sean verdaderamente importantes, y concéntrate en ellos.
Ten en cuenta que establecer un único objetivo puede llegar a ser muy peligroso ya que al concentrarte demasiado en una tarea, podrías desequilibrar otras facetas de tu vida. Además, tener una única meta también implica un gran riesgo de frustración, sobre todo si no logras alcanzarla. Sin embargo, también debes considerar que tener muchos objetivos es una garantía de fracaso.
Por tanto, lo más conveniente es que te centres en pocos objetivos, apenas dos o tres. Si logras focalizar tus fuerzas a lo largo del año, aumentarás las probabilidades de alcanzar las metas que te has propuesto.
2. Conecta con tus pasiones
Uno de los principales motivos por los que no logramos conseguir los objetivos que nos planteamos para el nuevo año es porque no son nuestros y, por consiguiente, no nos satisfacen plenamente. Cuando asumimos las metas de los demás, corremos el riesgo de quedarnos sin combustible a mitad del camino porque no tenemos la motivación que se necesita para perseverar después de un revés.
Por eso, antes de plantearte los nuevos objetivos, es fundamental que conectes con tus necesidades y pasiones. Cerciórate de que las metas que eliges realmente te representan y satisfacen. Si te riges por motivos extrínsecos, tarde o temprano la frustración y el desencanto sentarán casa, incluso si alcanzas tus metas ya que en realidad estas no te llenan.
3. Define bien tus objetivos
Definir los objetivos es un arte, una habilidad de la cual depende en gran medida el éxito o el fracaso. Si establecemos objetivos demasiado difusos, corremos el riesgo de no saber por dónde empezar o perder la brújula a mitad del camino. Por eso, es mejor establecer objetivos que se puedan medir. Por ejemplo, un objetivo demasiado difuso es: “mejorar la forma física”. En su lugar podemos plantearnos perder una cantidad determinada de kilos o acudir dos veces por semana al gimnasio.
Por otra parte, es importante que tengas pleno control de los objetivos que te plantees. ¿Cuán motivado te sentirás a esforzarte si sabes de antemano que tu meta depende de la suerte o de otras personas? Ganar la lotería no es algo que dependa de ti, por tanto, a la hora de plantearte una meta, asegúrate de tener el control porque así sabrás que te basta un poco de determinación y otro tanto de disciplina.
4. Haz una lista de las cosas que no debes hacer
La mayoría de las personas cometen un gran error: saben lo que deben hacer para alcanzar sus objetivos pero no son plenamente conscientes de todo lo que no deben hacer. Puede parecer una verdad de Perogrullo pero lo cierto es que los malos hábitos, esas costumbres de las que no nos deshacemos, son las que en muchos casos nos impiden alcanzar nuestras metas porque nos mantienen atados a comportamientos tóxicos.
Por eso, una buena estrategia para conseguir tus objetivos radica en escribir una lista de las cosas que no debes hacer, así tomarás conciencia de los hábitos que te paralizan o te hacen retroceder cuando ya habías adelantado algo en el camino. Haz un pacto contigo mismo y proponte no volver a caer en esa tela de araña.
5. Simplifica tu vida
Los nuevos propósitos a menudo demandan un cambio en tus hábitos. De hecho, no es suficiente con plantearse nuevos objetivos, es importante mirar atrás y preguntarnos por qué, hasta ese momento, no hemos conseguido esas metas. Es probable que descubras que has estado demasiado ocupado, dedicándole tiempo a tareas intrascendentes o que no te aportan nada.
Por tanto, para conseguir tus nuevos objetivos tendrás que reestructurar tu lista de prioridades. Aprovecha ese momento para separar el grano de la paja y concentrarte en las actividades que realmente te aportan sentido, te hacen crecer y generan satisfacción. Se trata de ir más despacio para poder avanzar más rápido.
Unas palabras finales
Cuando vayas a plantearte una meta, ten siempre en mente una frase de Napoleon Hill, un escritor estadounidense de libros de autoayuda: “define tu objetivo y no te detengas hasta que no lo hayas alcanzado”. En realidad el camino para lograr nuestros sueños es bastante sencillo, basta mirar hacia adelante y echar un vistazo atrás solo para aprender de los errores. Recuerda que cuando tenemos una meta lo suficientemente motivadora, vamos intuyendo el camino y los “cómos” llegan a su debido tiempo. Solo tienes que asegurarte de que quieres alcanzar realmente ese objetivo.
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