Nadie quiere sentirse ansioso. Experimentar esa agobiante opresión en el pecho o vivir con la sensación de que ocurrirá algo terrible de un momento a otro no es agradable. Sin embargo, la ansiedad en sí no es negativa. De hecho, todos tenemos un nivel de ansiedad basal con el que debemos aprender a lidiar. La clave consiste en reconocer cuando comienza a aumentar por encima de los límites razonables para evitar que se descontrole y afecte nuestro funcionamiento y bienestar.
¿Qué es la ansiedad basal?
En Medicina, el término basal se utiliza en sentido general para referirse a la capacidad del paciente para mantener un nivel adecuado de actividad e independencia. También se usa para indicar su estado de salud antes de enfermar o el funcionamiento natural del metabolismo.
Por tanto, la ansiedad basal es el nivel constante o de fondo de ansiedad que la persona experimenta en su vida diaria, incluso en ausencia de situaciones particularmente estresantes o desencadenantes específicos.
Es una especie de ansiedad subyacente, un estado de base cuya intensidad varía de una persona a otra, de manera que puede manifestarse con síntomas como preocupación, inquietud, tensión muscular o sensación de malestar, o cursar de manera casi asintomática.
A diferencia de la ansiedad aguda, que surge en respuesta a situaciones estresantes particulares, como puede ser un cambio vital importante en el horizonte, la ansiedad basal está presente de manera continua. No es un estado patológico, como la ansiedad generalizada y, aunque fluctúa a lo largo del tiempo, generalmente lo hace dentro de un margen limitado, como se puede apreciar en el gráfico que aparece a continuación. Sin embargo, cuando los niveles de ansiedad basal se disparan, puede afectar nuestro bienestar general y la calidad de vida.
Del factor biológico a la influencia situacional
Para comprender el mecanismo mediante el cual se instaura la ansiedad en nuestra vida, hay que tener en cuenta que existe:
- Ansiedad rasgo. Es una característica estable y duradera de la persona, que refleja una tendencia general a experimentar más o menos ansiedad a lo largo del tiempo, en diferentes situaciones y contextos. Se trata de una predisposición o tendencia que nos empuja a reaccionar con mayor nerviosismo o, al contrario, con más calma y serenidad, ante las circunstancias externas. Obviamente, este tipo de ansiedad depende en gran medida de factores genéticos y biológicos, así como de las experiencias de vida tempranas.
- Ansiedad estado. Indica un estado temporal y transitorio de ansiedad que experimentamos en respuesta a situaciones específicas o eventos estresantes. Es una reacción emocional normal y adaptativa que puede surgir ante circunstancias que añaden una dosis de estrés adicional a la vida, como presentarse a un examen importante, hablar en público o hacer una entrevista de trabajo. Sin embargo, cuando la situación estresante desaparece, la intensidad de la ansiedad estado suelen disminuir hasta volver a un nivel basal.
Por consiguiente, cuanto mayor sea la ansiedad rasgo, mayor será la ansiedad basal ya que tendremos una tendencia a preocuparnos e inquietarnos incluso por situaciones que para la mayoría de las personas no representan una fuente de estrés.
De la misma manera, si estamos sometidos a circunstancias estresantes continuamente, nuestro nivel de ansiedad basal aumentará, haciendo que seamos más propensos a estresarnos.
¿Cuáles son las consecuencias de una ansiedad basal elevada?
Muchas personas se acostumbran a vivir con un nivel de ansiedad basal elevado, pero eso no significa que sea positivo. De hecho, la ansiedad mantenida a lo largo del tiempo terminará teniendo un impacto significativo en nuestro bienestar emocional y funcionamiento cognitivo.
Un estudio realizado en la Universidad de Hacettepe reveló que el nivel de ansiedad basal incluso puede influir en aspectos tan cotidianos de nuestro funcionamiento como la percepción de los sabores. No obstante, sus consecuencias van mucho más allá:
- Sentimientos de inquietud constante. Las personas con una ansiedad basal elevada experimentan una sensación persistente de nerviosismo y preocupación, incluso en momentos en los que no hay razón aparente para sentirse tensos o estresados.
- Fatiga. Uno de los primeros síntomas de la ansiedad, y también uno de los que suelen pasar más desapercibidos, es precisamente el agotamiento emocional y mental. Eso se debe a que la ansiedad basal nos mantiene en un estado de alerta constante que termina agotándonos, por lo que es normal que nos cansemos rápidamente.
- Dificultades para concentrarse. La ansiedad desata un estado de hipervigilancia que, hará que prestemos atención a algunas cosas, pero nos lo pondrá muy difícil a la hora de concentrarnos en lo que realmente cuenta porque nuestra mente se mantiene constantemente distraída por los pensamientos ansiosos, buscando peligros por todas partes.
- Alteraciones del estado de ánimo. La ansiedad suele subirnos a un carrusel emocional. Podemos pasar rápidamente de la irritabilidad y la frustración a la tristeza y la desesperanza. Esos vaivenes afectivos nos generan una profunda sensación de inestabilidad que también termina afectando nuestras relaciones interpersonales, creando roces y problemas innecesarios.
- Preocupaciones excesivas. Una ansiedad basal elevada nos atrapará en el bucle del pensamiento catastrófico y la anticipación ansiosa por el futuro. Nos impedirá disfrutar del momento presente, será un obstáculo para relajarnos y hará que nos sintamos atrapados en nuestra mente.
Por supuesto, la ansiedad basal elevada también impacta en nuestra salud física. Además de afectar el sueño, provocando insomnio, también puede desencadenar o empeorar otras afecciones de salud, sobre todo aquellas que tienen un gran componente emocional.
Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Dublín, por ejemplo, constató que los niveles altos de ansiedad basal retrasan la recuperación tras algunas intervenciones quirúrgicas. Otro estudio desarrollado en la Universidad de Wake Forest comprobó que puede acelerar la progresión de la discapacidad en personas afectadas mientras que investigadores de la Universidad de Harvard revelaron que aumenta la percepción del dolor y, por ende, la necesidad de recurrir a analgésicos.
¿Cómo disminuir el nivel de ansiedad basal?
El primer paso consiste en conocer los umbrales dentro de los cuales oscila nuestra ansiedad basal. ¿Suele ser bajo o elevado? Debemos mantenernos atentos a las situaciones que suelen elevarlo y a las señales físicas del estrés que nos indican que podríamos llegando al punto de no retorno.
Podría ayudarnos tener un mantra personal al que podamos recurrir cuando nos sentimos más estresados o percibimos que las preocupaciones están tomando el mando. Ese ejercicio mental nos brinda fuerza y, al mismo tiempo, nos ayuda a desconectarnos de los pensamientos ansiosos, por lo que se convierte de una especie de cable a tierra.
En cualquier caso, dado que la ansiedad es tanto una condición física como mental, también es útil realizar alguna actividad que nos ayude a liberar tensiones. Muchas personas encuentran beneficioso practicar la respiración diafragmática durante 10 o 15 minutos al día. Otras encuentran que el yoga o el tai-chi es más relajante. Sea la actividad que sea, lo cierto es que mantener una relación sana con nuestro cuerpo nos ayuda a salir del bucle de negatividad que a veces construye nuestra mente y canaliza esa energía nerviosa en una dirección más positiva.
Referencias Bibliográficas:
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