Decidir entre diferentes tratamientos para una enfermedad, seleccionar el plan de inversión más adecuado o elegir la carrera profesional más conveniente… A lo largo de nuestra vida vamos tomando diferentes decisiones importantes que acarrean cierta dosis de incertidumbre y ansiedad. En muchos de estos casos les pedimos consejo a las personas más cercanas para que nos ayuden a decidir cuál es el camino más adecuado.
Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado qué nos hace más o menos proclives a pedir consejo? ¿Te has preguntado si la ansiedad asociada a las decisiones importantes puede determinar el camino que eliges?
Psicólogos de la Escuela de Negocios de Harvard se han planteado estas preguntas y han diseñado una serie de experimentos para analizar cómo impacta la ansiedad en la apertura mental para aceptar los consejos y las probabilidades de que sigamos malas recomendaciones cuando estamos ansiosos.
Ante todo, debemos partir del hecho de que existen tres grandes factores que influyen en cuán receptivos somos ante los consejos:
- Las características del consejero, lo cual implica su experiencia y conocimiento del asunto.
- El nivel de dificultad percibido de la situación ya que, como regla general, mientras más complicada sea la decisión, más tendremos la tendencia a pedir consejo.
- El estado de ánimo que tenemos en el momento en el que recibimos el consejo.
Sin embargo, lo curioso es que en casi todos los ámbitos, solemos descartar o minimizar los consejos que recibimos, ¡excepto cuando estamos ansiosos! Cuando la ansiedad nos ataca, somos mucho más receptivos a los consejos.
La ansiedad, la ira y la confianza en sí mismo
Para realizar los experimentos, los psicólogos provocaron un estado de ansiedad en las personas haciendo que escuchasen música de terror, viesen un vídeo de una película de acción o escribiendo sobre una época particularmente estresante de sus vidas.
En el primero de los experimentos, los participantes tenían que mirar una foto de una persona y estimar su peso. Se les dijo que si acertaban en más o menos 10 libras, recibirían un dólar por cada respuesta correcta.
Después de completar la tarea inicial, en algunas personas se indujo una sensación de ansiedad y en otros de relajación. A continuación, debían completar una encuesta para evaluar la confianza en sí mismo y se les pidió que realizaran de nuevo una ronda para estimar el peso corporal. Sin embargo, antes de mostrarles las fotografías, se les preguntó si querían recibir el asesoramiento de alguien antes de hacer sus conjeturas.
En este punto se pudo apreciar que las personas a las cuales se les generó ansiedad puntuaban más bajo en la autoconfianza y, como resultado, el 90% de ellos pidió asesoramiento, en comparación con el 72% de quienes se mostraban relajados. Curiosamente, las personas ansiosas también eran más propensas a seguir los consejos que les dieron.
En un segundo experimento, los investigadores se centraron en la influencia de la ira ya que la ansiedad se caracteriza por una sensación de incertidumbre mientras que la cólera se define a través de una sensación de “certeza». El experimento siguió los mismos pasos, solo que en algunas personas se despertó la sensación de ira. De más está decir que el grupo “enfadado” fue más propenso a rechazar la ayuda de un asesor y fueron menos receptivos a los consejos que este ofrecía.
Sin embargo, los investigadores se propusieron ir un paso más allá: ¿se preguntaron si la ansiedad podría incidir en nuestra capacidad para discernir entre los buenos y los malos consejos?
Básicamente, lo que hicieron fue entrenar a los asesores para que dieran algunos malos consejos con el objetivo de ver si los participantes eran capaces de detectarlos y obviarlos. Así pudieron apreciar que las personas ansiosas tenían mayores dificultades para diferenciar entre un buen y mal consejo.
En la búsqueda de una explicación
Los investigadores están convencidos de que la explicación radica en la incertidumbre y la falta de confianza que genera la ansiedad. Ante estos estados, es normal que seamos más propensos a pedir consejo y que incluso seamos más proclives a seguirlos, incluso si no son los más adecuados. De hecho, un estudio anterior ya había demostrado que la ansiedad nos hace sacar conclusiones apresuradas porque se ve afectada nuestra capacidad para detectar y analizar los detalles.
Moraleja: Si te sientes ansioso, haces bien en pedir consejo pero piénsatelo dos veces antes de tomar una decisión porque quizás no estás en condiciones de discernir el mejor camino.
Deja una respuesta