Somos exagerados, por naturaleza. Solemos sobredimensionar las experiencias que vivimos como una estrategia para que se fijen mejor en nuestra memoria. Al mismo tiempo, tenemos una tendencia natural al drama. No lo hacemos a propósito, es una estrategia natural de nuestro cerebro, que prioriza las experiencias negativas para evitar que volvamos a repetir los mismos errores que las desencadenaron.
Como resultado de ese mecanismo, también se desata una respuesta de vigilancia. De repente nos encontramos prestando más atención a las señales que pueden alertarnos que vamos por mal camino para evitar volver a equivocarnos y pagar las consecuencias. Cuando sufrimos dolor, se activa un sistema similar.
Si tenemos que sufrir, preferimos anticipar el dolor
El miedo es dolor anticipándose, decía Aristóteles. Y tenía toda la razón. Investigadores del Imperial College de Londres realizaron un experimento muy interesante en el que pidieron a 35 personas que se sometieran a una serie de descargas eléctricas. No obstante, podían tomar decisiones sobre su intensidad y el momento de aplicación.
Descubrieron que la mayoría (71%) eligió acelerar el dolor; o sea, preferían someterse a descargas más intensas con tal de no tener que esperar. Solo un pequeño número de los participantes prefirió aplazar las descargas para el futuro. Los resultados fueron los mismos cuando les pidieron que eligieran la fecha de una cita con el dentista.
Cuando el dolor inevitable, la mayoría elegimos pasar por ese trance lo antes posible. Preferimos quitárnoslo de encima, que postergarlo y vivir con ese presagio rondando nuestra mente. Esto nos indica que en muchos casos, el miedo al dolor, la aprensión por el sufrimiento y el consecuente desasosiego que causan, pueden ser peor que el momento de dolor en sí mismo (a menos que sea un dolor realmente intenso).
Nuestro cerebro no distingue entre dolor imaginado y real
La anticipación del dolor es una de las principales fuentes de sufrimiento. De hecho, muchas de las personas que padecen padecimientos de larga data informan que el miedo a que el dolor empeore puede ser una experiencia más desagradable que el dolor en sí mismo.
Los neurocientíficos han constatado que la anticipación del dolor recupera de la memoria experiencias dolorosas pasadas, generando miedo y ansiedad debido a las posibles amenazas. Esas emociones terminan desencadenando una serie de respuestas fisiológicas, como la vasomoción periférica, a través del sistema nervioso simpático.
Y en dependencia del tiempo que pasemos en ese estado anticipatorio y su intensidad, también pueden activarse los sistemas corticales involucrados en la propia experiencia del dolor. O sea, nuestro cerebro reacciona prácticamente como si estuviéramos expuestos al estímulo doloroso, de manera que no distingue muy bien entre el dolor anticipado y el real.
Si eres impaciente, el dolor será más intenso y largo
Que la impaciencia no es buena compañera de viaje, lo sabemos todos. Que, por desgracia, es cada vez más común, también. Sin embargo, cuando se trata de lidiar con el dolor, sería mejor deshacerse de ella porque solo servirá para empeorarlo.
Un estudio realizado en la Universidad de Granada reveló que las personas más impacientes son más propensas a sufrir dolor por adelantado antes de los procedimientos médicos. Estos investigadores constataron que la impaciencia hace que nos enfoquemos más en los efectos negativos, lo que aumenta la ansiedad y el miedo. En cambio, las personas más pacientes tenían una visión más equilibrada, por lo que experimentaban menos dolor anticipatorio.
Por si fuera poco, una investigación de la Liverpool John Moores University constató que la propia anticipación del dolor altera nuestra percepción del tiempo. O sea, cuando tememos sufrir, el tiempo se dilata y lo pasamos peor.
¿Cómo usar esos descubrimientos para lidiar mejor con el dolor?
- Cuanto antes, mejor. El dolor no es agradable, pero a veces es imposible evitarlo. Para evadir la ansiedad que genera la expectación, lo ideal es acelerar el momento que más tememos. ¿Has oído eso de que es mejor tirar de la cera rápidamente? Pues lo mismo. Si tienes que ir al dentista o someterte a otro procedimiento que te asuste, reserva la primera cita disponible. Así evitarás varios días de angustia, que probablemente serán peores que el hecho en sí.
- Reformula tus pensamientos sobre el dolor. Quizá no puedas evitar el dolor, pero puedes cambiar la manera en que piensas sobre ese sufrimiento. La anticipación a menudo nos juega malas pasadas, empujándonos a imaginar el peor escenario posible. En esos casos, conviene aplicar la reestructuración cognitiva para modificar los pensamientos catastróficos del tipo: “el dolor será terrible” para colocar en su lugar ideas más reconfortantes, como: “el dolor será incómodo, pero podré gestionarlo”.
- Convierte la distracción en tu aliada. Cuando estás enfermo o sufres un dolor emocional, no dispones de los mismos recursos psicológicos que cuando estás en plena forma. Por tanto, a veces es mejor no exigirte demasiado. Para evitar la impaciencia, la angustia y el miedo asociadas a la anticipación del dolor, las técnicas de distracción pueden ser muy eficaces. Si puedes, lee, escucha música, resuelve acertijos o mira una película. Así desviarás tu atención de lo que te preocupa y el tiempo pasará más rápido, una técnica especialmente útil antes de someterse a procedimientos dolorosos.
Referencias Bibliográficas:
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