El estrés oxidativo se produce cuando hay demasiadas moléculas inestables llamadas radicales libres y no hay suficientes antioxidantes para eliminarlas. En ese caso, puede dañar las células y tejidos, por lo que es una de las causas del envejecimiento, genera inflamación crónica y se ha relacionado con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. La mala noticia es que el cerebro es particularmente sensible a ese tipo de oxidación.
¿Por qué el cerebro es tan vulnerable al estrés oxidativo?
¿Sabías que nuestro cerebro consume el 20% del total de oxígeno basal y un 25% de la glucosa para sustentar su actividad neuronal? Sin embargo, cuenta con unas defensas antioxidantes endógenas muy modestas, en comparación con otros órganos del cuerpo.
Las neuronas, por ejemplo, tienen aproximadamente un 50% menos de defensas contra el estrés oxidativo que otras células del cuerpo, como reveló un estudio realizado en la Universidad de Edimburgo.
Por si fuera poco, algunos de los neurotransmisores que intervienen en la transmisión de los impulsos nerviosos, como la dopamina, la serotonina y la adrenalina también se auto oxidan, lo que aumenta la sensibilidad del cerebro al estrés oxidativo, como señaló una investigación desarrollada en la University of the Highlands and Islands.
Estos neurocientíficos concluyeron que existe una compleja gama de factores que hacen que el cerebro sea más propenso al estrés oxidativo, desde el uso intensivo de la glucosa y los lípidos insaturados hasta el mecanismo del calcio y los metales de transición. Estos últimos intervienen en la transmisión de los impulsos nerviosos, pero también se han encontrado en las placas seniles de cerebros afectados por enfermedades neurodegenerativas.
¿Qué significa todo eso? Que la propia estructura y el modo de funcionamiento del cerebro lo hacen más propenso al estrés oxidativo y, por tanto, más vulnerable a los daños que puede causar.
La buena noticia es que puedes compensar ese desbalance entre la generación de especies reactivas de oxígeno y la disponibilidad y acción de los antioxidantes. ¿Cómo? Entre otras cosas, incluyendo más alimentos ricos en antioxidantes en tu dieta. Toma nota: ¡tu cerebro te lo agradecerá!
3 alimentos antioxidantes para proteger tu cerebro
Tu cuerpo produce algunos agentes antioxidantes, pero no suelen ser suficientes para contrarrestar la acción de los radicales libres, por lo que necesita recurrir a fuentes externas, fundamentalmente de la dieta. Por ese motivo, todo lo que comes puede influir en la estructura, función y salud del cerebro.
1. Té verde
El té verde es, probablemente, una de las bebidas más saludables del mundo. Las catequinas, unos compuestos polifenólicos que se encuentran presentes en grandes cantidades en este tipo de té, son las principales responsables de su potente acción antioxidante – y también las que le aportan ese sabor ligeramente amargo. Además, son útiles para mejorar el estado de ánimo y potencian funciones cognitivas como la atención, la memoria y el pensamiento.
Por otra parte, los taninos, que se hallan en grandes cantidades en el té verde, pueden prevenir el daño cerebral. Estos compuestos que las hojas de té producen para evitar que los animales devoren la planta en crecimiento, sobre todo el galotanino, estimula el sistema de reparación del ADN y previene la muerte neuronal, por lo que es muy útil para preservar las funciones cerebrales, incluso en casos de lesiones cerebrales.
2. Brócoli
Los vegetales de hoja verde en general, como la col rizada, las espinacas, la acelga y el brócoli, son ricos en nutrientes saludables para el cerebro, como la vitamina K, la luteína, el folato y los betacarotenos.
El brócoli, en especial, contiene sulforafano, un componente azufrado que se encuentra almacenado en forma de glucorafanina y que es uno de los inductores naturales más potentes de las enzimas de desintoxicación, ejerciendo una acción antioxidante prolongada. O sea, que tiene una poderosa acción antioxidante.
Como nota curiosa, los brotes de brócoli contienen entre un 20 y un 50% más de glucorafanina que la planta adulta. Por ese motivo, no es extraño que el consumo de este vegetal contribuya a frenar el deterioro cognitivo, tenga efectos antiinflamatorios y contribuya a reparar las células nerviosas dañadas.
3. Espirulina
La espirulina, un tipo de alga que crece en los mares, se ha usado desde hace siglos. De hecho, ¿sabías que era una fuente de alimentación importante para los mayas y los aztecas? Rica en carotenoides y péptidos antiinflamatorios, es particularmente eficaz para protegernos del estrés oxidativo.
La espirulina no solo es beneficiosa para el desarrollo neuronal, sino que también tiene efectos neuroprotectores: atenúa el estrés oxidativo debido a sus propiedades antioxidantes y su capacidad para reducir las citocinas proinflamatorias a nivel cerebral. ¿Recuerdas el problema de los metales de transición? Pues la espirulina es muy eficaz para evitar que el hierro, uno de los metales más comunes e importantes en el cerebro, reaccione al oxígeno o los peróxidos.
El té verde no solo mejora la función cerebral a corto plazo, sino que también protege el cerebro de los efectos del envejecimiento a largo plazo, reduciendo en particular el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer y el Parkinson.
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