Antes o después, la apatía suele llamar a nuestra puerta. Se instaura como una sensación de desgana que se extiende al plano físico y psíquico. No tenemos ganas de hacer nada, pero también nos sentimos drenados por dentro. A veces esta sensación nos asalta de manera repentina y desaparece tal como llegó. Otras veces puede ser la señal de que algo más grave está ocurriendo y necesita nuestra atención.
Apatía, una definición más allá de la falta de pasión
Para comprender la definición de apatía debemos remontarnos a su origen etimológico. Esta palabra proviene del griego ἀπάθεια (apatheia), que deriva de “phatos”, y significa emoción, sentimientos y/o pasión. Por tanto, el concepto de apatía hace referencia básicamente a la ausencia de pasión y sentimientos. De hecho, cuando nos sentimos apáticos experimentamos un estado de embotamiento afectivo. No estamos deprimidos, simplemente nos falta la pasión y la pulsión de las emociones y sentimientos.
Sin embargo, la apatía no es solo la falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia generalizado en el que no respondemos a los aspectos de nuestra vida emocional, social y/o física. Nos adentramos en una especie de desierto emocional en el que las ganas y las fuerzas nos abandonan.
La apatía no solo nos arrebata los sentimientos, sino que también genera una falta de motivación y una actitud de indiferencia y despreocupación. Los objetivos que normalmente dinamizan nuestro comportamiento pierden su sentido y nos quedamos letárgicos y sin energía, casi paralizados e incapaces de actuar o sin la voluntad para hacerlo.
Los principales síntomas de la apatía
- A nivel físico nos sentimos más pesados, es como si pedaleásemos con el viento en contra, de manera que cada pedaleada nos cuesta una energía enorme. Nos sentimos completamente agotados y el descanso habitual no basta para reponer las fuerzas.
- A nivel cognitivo, no encontramos nada desafiante ni interesante. Todo nos da lo mismo. Ningún estímulo intelectual nos entusiasma. Ninguna idea nos convence. No sentimos la necesidad de explorar o conocer cosas nuevas.
- A nivel emocional nos sentimos completamente drenados. Nada tiene el poder de alegrarnos lo suficiente como para activarnos, pero tampoco nada nos enfada ni incomoda demasiado. Simplemente vivimos en un estado de letargia y aplanamiento afectivo.
- A nivel volitivo no encontramos la energía y la motivación necesaria para ponernos en marcha. Es como si nos hubiésemos quedado sin batería. Cada vez que intentamos hacer algo, sentimos que requiere un esfuerzo sobrehumano.
¿Cuándo sentir apatía se convierte en un problema?
Sentir apatía no tiene que ser, necesariamente, la señal de un problema. De hecho, para los filósofos estoicos la apatheia era un estado mental en el que nos libramos de las alteraciones emocionales. Implicaba la eliminación de las reacciones emocionales a los eventos externos que escapan de nuestro control. Desde esa perspectiva, la apatía se reviste de un sentido más positivo, acercándose a un estado más similar a la ecuanimidad.
Sin embargo, la apatía es la señal de un problema cuando se convierte en un obstáculo para nuestro día a día y nos impide disfrutar. De hecho, sentir apatía durante un espacio de tiempo prolongado puede ser una señal de depresión o un trastorno de identidad disociativo.
Las causas de la apatía generalizada
La apatía puede tener causas físicas o psicológicas. El primer paso es descartar que no se trata del síntoma de una enfermedad. De hecho, los problemas de tiroides y los desequilibrios hormonales, una dieta inadecuada, la anemia o incluso algunos medicamentos pueden provocar un estado de abatimiento y agotamiento extremo similar a la apatía.
Descartada la causa fisiológica, es probable que el problema sea psicológico. Muchas veces la apatía es una especie de freno de mano para indicarnos que necesitamos hacer un alto en un ritmo de vida híper demandante e hiperactivo que nos exige demasiado. En esos casos, lo habitual es que la apatía dure un par de días ya que su misión es obligarnos a descansar y desconectarnos del mundo.
En otros casos las causas de la apatía son más profundas y nos indican algo acerca de cómo estamos llevando nuestra vida. Cuando estamos sumergidos en una vida que no nos gusta, ya sea porque realizamos el trabajo inadecuado, estamos rodeados de personas tóxicas o estamos inmersos en un entorno poco desarrollador. Esa falta de sentido, un día tras otro, termina pasándonos factura, drenando nuestros recursos psicológicos y succionando la vitalidad.
La apatía también puede estar causada por vivir en piloto automático durante demasiado tiempo. Cuando todos los días son iguales y no hay nada que añada condimento a nuestra existencia, nuestra energía vital se puede ir apagando lentamente. Mario Benedetti lo describió mejor: “tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, nada acontece y nada me conmueve hasta la raíz”.
Por otro lado, la apatía puede ser el resultado de una profunda desilusión. A fin de cuentas, cuando estamos apáticos perdemos la esperanza de poder alcanzar la felicidad o la realización personal. Puede producirse porque hemos dejado de creer en el valor de los objetivos que nos habíamos planteado o porque hemos perdido la confianza en nuestras capacidades para alcanzarlos. En esos casos, la apatía se presenta como una especie de claudicación interior.
En cualquier caso, y sea cual sea la causa de la apatía, nos envía un mensaje: tenemos un problema que debemos afrontar. No es casual que la apatía disminuya nuestro nivel de energía. Lo hace para que no podamos ir tan rápido que nuestro propio ritmo nos confunda. Al obligarnos a tomar un respiro nos anima a reflexionar y, resolver lo que nos pasa.
¿Cómo vencer la apatía generalizada?
Para vencer la apatía generalizada solo tenemos que ponernos en movimiento. No tenemos que hacer grandes cosas, tan solo empezar. Dar un paso. Aunque sea pequeño, pero que valga la pena. Quizá necesitamos hacer – o deshacer – algo que marque una diferencia en esa secuencia de días iguales. Quizá necesitamos descomprimir lo comprimido o expresar lo reprimido para que algo se active en nuestro interior y logremos ponernos en marcha otra vez.
Solo nosotros sabemos cuál es el tratamiento para la apatía que realmente funciona para nuestro caso. Necesitamos mirarnos al espejo y preguntarnos: “Si tuviese ganas o energías, ¿qué haría?”. Quizá no lo descubramos inmediatamente, pero cuando conozcamos la respuesta, simplemente tenemos que hacerlo.
Cuando nos ponemos en marcha y hacemos algo que tiene sentido o que nos hace sentir bien, la suma de esos pequeños esfuerzos va inclinando la balanza de la apatía hacia al interés. La indiferencia va dejando paso a la curiosidad y las ganas de vivir. Una vez que el “motor” se enciende, todo es más sencillo.
Fuentes:
Cathomas, F. et. Al. (2015) The translational study of apathy—an ecological approach. Front. Behav. Neurosci; 9: 241.
Ishizaki, J. & Mimura, M. (2011) Dysthymia and Apathy: Diagnosis and Treatment. Depress Res Treat; 893905.
Goldberg, Y. K. et. Al. (2011) Boredom: An Emotional Experience Distinct from Apathy, Anhedonia, or Depression. Journal of Social and Clinical Psychology; 30(6): 647-666.
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