“El pensamiento corrompe el lenguaje pero el lenguaje también puede corromper el pensamiento”, dijo George Orwell refiriéndose al enorme poder que tienen las palabras. No somos plenamente conscientes, pero lo cierto es que el lenguaje determina en gran medida nuestra realidad. Hay palabras que marcan a una generación, un grupo social o una etapa de la historia. Esas palabras han sido fruto de una conciencia colectiva, expresión de una realidad, a veces sublime, otras veces vergonzosa. Por eso, nunca es ocioso preguntarse qué se esconde detrás de las nuevas palabras que incorporamos a nuestro vocabulario.
Aporofobia, el grito sordo que nadie escucha
En 2014 la palabra del año, según la Fundación del Español Urgente, fue “selfi”. Este año es aporofobia, un término que puede sonar novedoso pero que en realidad no esconde nada nuevo sino que alude a un miedo muy antiguo que se activa cada vez que atravesamos un periodo de crisis económica, esos periodos que pueden sacar fuera lo mejor y lo peor del ser humano.
La palabra aporofobia fue acuñada por la filósofa española Adela Cortina, quien la usó en varios artículos de prensa y libros. En sus obras ha indicado que, por una mera cuestión política o quizá en un intento de salvar las apariencias, nuestra sociedad suele llamar «xenofobia» o «racismo» al rechazo a los inmigrantes o refugiados, cuando en realidad esa aversión no se debe a su condición de extranjeros, sino al hecho de que son pobres.
Por tanto, el término aporofobia significa, literalmente “rechazo o aversión a los pobres”. En griego, la palabra áporos significa “el que no tiene recursos”.
¿Por qué es tan importante llamar a las cosas por su verdadero nombre?
Todas las fobias — homofobia, islamofobia, xenofobia — son patologías sociales que se manifiestan como un odio hacia alguien que se percibe diferente, pero en este caso, el rechazo llega enmascarado, por lo que es más difícil combatirlo.
Si el discurso normativo social hace referencia al rechazo a los extranjeros, conduce a equívocos. Sin embargo, es evidente que a los extranjeros cargados de dinero se les recibe con los brazos abiertos y se les pone una alfombra roja. A los más necesitados se les rechaza.
Esta filósofa sostiene que a gran parte de la sociedad acomodada lo que le molesta es la pobreza en general, pero no se atreve a reconocerlo, y como esta suele llegar de la mano de los extranjeros, es menos vergonzoso y más fácil presentar a esas personas como una amenaza para la identidad. Así se moldea el discurso social del odio.
Orwell explicó cómo ese tipo de discursos puede terminar haciendo mella en nuestra conciencia: “saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas”.
Por supuesto, llamar a una cosa por su nombre no hará que desaparezca como por arte de magia. Saber que existe la aporofobia no eliminará el rechazo a los pobres, pero al menos es el primer paso para tomar conciencia del verdadero problema. También es la mejor manera para quitarse las máscaras sociales.
En cualquier caso, debemos recordar que nadie es demasiado pobre como para que no tenga algo que dar. En esta fecha tan especial del año, vale la pena recordar a Séneca: “el pobre carece de muchas cosas, pero el avaro carece de todo”.
MIKHO BRAIN dice
Wow qué completo está el artículo!!
La verdad es que las personas envidiosas no ven lo que la vida les ha dado, y como decias en unos de los puntos finales: "puede que la persona envidiosa viva mejor que al que envidia, pero no lo ve".
He aprendido a saber apreciar todo lo que tengo. Eso me ha ayudado, pues antes sentia envidia en ocaciones, y es un sentimiento muy malo.