“La vida es una gran maestra”, se suele decir para indicar que las enseñanzas que aprendemos de las experiencias nos convierten en personas más sabias. Pero no siempre es así. O al menos no para todos. Hay personas que atraviesan las experiencias de la vida, sin que esas experiencias las atraviesen a ellas. Y es que para aprender de las experiencias dolorosas, no basta con vivirlas.
El aprendizaje proviene del significado, no de las experiencias
La adversidad no implica, necesariamente, un aprendizaje. No es una especie de epifanía. En muchas personas la adversidad genera una frustración tan grande que les impide ver lo positivo o aprender del error. Cuando nos enfocamos únicamente en el sufrimiento y convertimos las quejas en nuestra estrategia de afrontamiento, es difícil que la adversidad pueda dejarnos algo positivo.
El aprendizaje, el cambio transformador y el crecimiento interior provienen del significado, no de las experiencias en sí mismas. Las experiencias son meros sucesos, es la adversidad que golpea a nuestra puerta o la desgracia que nos hunde.
En cambio, el significado es una construcción activa, es la manera en que asumimos esa adversidad. Son los ladrillos que construimos encima del sufrimiento, los pedazos rotos que recomponemos después de la tormenta y que nos permiten dar sentido a lo que nos ocurre e incorporar esos hechos traumáticos en nuestra historia vital.
Las experiencias son impersonales. Muchas personas pueden ser víctimas de un tsunami o un terremoto, pueden sufrir cáncer o sufrir una ruptura de pareja. En contraposición, el significado es profundamente personal y único. Es el sentido que le damos a esas experiencias dolorosas. Y es ese sentido el que nos permite aprender y seguir adelante, siendo más resilientes o al menos más conscientes de nuestra fuerza. Como dijera Viktor Frankl, “en cierto modo, el sufrimiento deja de ser sufrimiento en el momento en que encuentra un significado”.
¿Por qué algunas personas no logran aprender de las experiencias dolorosas?
Muchas personas asumen un papel pasivo cuando se enfrentan a la adversidad. Se convierten automáticamente en víctimas y se limitan a lamentarse por lo ocurrido. Desarrollan una especie de indefensión aprendida que se convierte en un escudo para no tener que cambiar.
Por supuesto, hay hechos dolorosos que pueden noquearnos arrebatándonos nuestra capacidad de reacción. También es perfectamente comprensible que no siempre pongamos buena cara al mal tiempo. Y que incluso nos lamentemos por nuestra mala suerte ya que las quejas tienen un poder catártico. Sin embargo, esa es solo una fase – o al menos debería serlo.
Las personas que no aprenden al atravesar las experiencias se quedan estancadas en la negación, la culpabilización y la victimización. No pasan a la siguiente etapa, sino que se quedan lamentándose por su mala suerte. No realizan el esfuerzo emocional y cognitivo necesario para procesar la experiencia dolorosa y pasar página, de manera que terminan convirtiéndose en sus rehenes. Así pueden pasarse gran parte de su vida lamentándose de lo mal que les ha tratado la vida.
Las 3 condiciones básicas para aprender de las experiencias dolorosas
1. Afrontamiento experiencial
Atravesar experiencias dolorosas no es fácil, pero evitarlas es aún peor. Psicólogos de la Universidad George Mason evaluaron el papel de la evitación experiencial en el crecimiento postraumático. Los principales traumas analizados fueron la muerte repentina de un ser querido, accidentes de coche, violencia doméstica y desastres naturales.
Encontraron que cuanto mayor es la angustia, mayor es el crecimiento postraumático, pero solo cuando las personas presentan niveles bajos de evitación experiencial. Quienes experimentaron más angustia, pero afrontaron la experiencia traumática tuvieron niveles más altos de crecimiento y significado en la vida. Eso significa que, si bien durante las primeras etapas después del trauma podríamos evitar hablar o pensar en la experiencia dolorosa porque no somos capaces de gestionarla sin hacernos daño, a la larga ser capaces de afrontarla puede conducirnos a una mayor resiliencia.
2. Desintegración positiva
Viktor Frankl dijo que “cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. De hecho, el psiquiatra Kazimierz Dabrowski estaba convencido de que la “desintegración positiva” es una experiencia valiosa que fomenta el crecimiento tras un trauma.
Dabrowski concluyó que el desarrollo saludable de la personalidad a menudo requiere la desintegración de su propia estructura. Eso suele generar una tensión psicológica profunda, así como dudas sobre uno mismo y ansiedad, pero a la larga ese proceso conduce a la introspección, de manera que termina estimulando el desarrollo de una personalidad más resiliente. Se trata, por ende, de un proceso de reconstrucción del “yo” positivo y desarrollador.
De hecho, otro estudio realizado en la Universidad de Nottingham comprobó que las personas que más crecieron tras sufrir un trastorno psicológico fueron aquellas que reportaron haber aprendido más sobre sí mismas y reencontraron un nuevo sentido del «yo», lo cual les permitió apreciar más la vida.
3. Exploración cognitiva
Otro factor clave que nos permite aprender de las experiencias dolorosas y salir fortalecidos de ellas es la exploración cognitiva. No se limita al pensamiento o la reflexión sino que es una curiosidad general por la búsqueda de información y una tendencia a procesar los datos de manera flexible y compleja, de manera que podemos formarnos un cuadro general y bastante completo de lo que nos ocurre.
Esa capacidad nos permite sentir curiosidad por situaciones inciertas y complejas, en vez de sentir miedo y rechazarlas o alejarnos, lo cual aumenta las probabilidades de que encontremos un nuevo significado en lo aparentemente incomprensible. Esa curiosidad nos permite deshacernos de nuestros mecanismos de defensa y acercamos a la incomodidad o incluso al dolor desde una perspectiva más abierta, viéndolo como un alimento para el crecimiento y la resiliencia. Nos permite abrazar las inevitables paradojas de la vida, la incertidumbre del mundo y desarrollar una visión más compleja de la realidad.
Fuentes:
Slade, M. et. Al. (2019) Post-traumatic growth in mental health recovery: qualitative study of narratives. BMJ Open; 9: e029342.
Kashdan, T. B. & Kane, J. Q. (2011) Post-traumatic distress and the presence of post-traumatic growth and meaning in life experiential avoidance as a moderator. Personality and Individual Differences; 50(1): 84-89.
Dabrowski, K. (1964) Positive disintegration. Boston: Little, Brown.
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