
Antes o después, todos nos enfrentamos a situaciones, emociones o pensamientos que preferiríamos evitar. Ya sea una pérdida dolorosa, un error que nos avergüenza o incluso una parte de nosotros mismos que no nos gusta, nuestra primera reacción suele ser la resistencia.
Nos decimos: “no puede ser”, “esto no debería estar pasando” o “la vida no es justa”. Intentamos no pensar en ello o incluso ignorar lo que ocurre, con la secreta ilusión de que desaparezca como por arte de magia.
Sin embargo, Carl Jung tiene una pésima noticia: «aquello a lo que te resistes, persiste». Y es que, en lugar de desaparecer, lo que negamos o evitamos suele crecer, enquistarse y manifestarse de formas aún más intensas.
¿Por qué la resistencia no funciona?
Seguro que alguna vez has intentado no pensar en algo y, cuanto más te has esforzado, más presente ha estado en tu mente. O quizá hayas intentado evitar sentir ansiedad, y al final te has sentido aún más ansioso. No es casualidad: la resistencia a una emoción, un pensamiento o una situación no hace que desaparezca; al contrario, la fortalece.
Este fenómeno tiene una base psicológica. La “teoría del proceso irónico” de Daniel Wegner explica que cuando intentamos reprimir un pensamiento, una parte de nuestra mente sigue escaneando constantemente para asegurarse de que no pensamos en ello. Paradójicamente, eso mantiene activo el pensamiento que deseamos suprimir.
Ese “efecto rebote” también se manifiesta a nivel emocional. Si negamos una emoción o intentamos evitarla a toda costa, acabaremos atrapados en un bucle donde esa emoción regresa con más fuerza.
Por otra parte, Jung tenía la idea de que “aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma”.
Creía que “cuando una situación interna no se hace consciente, aparece afuera como destino”. Al resistirnos, le insuflamos más energía a aquello que queremos evitar. Imagina que estás en una piscina intentando hundir una pelota inflable. Cuanto más la empujas hacia abajo, más fuerza ejerces, pero en el momento en que sueltas, la pelota vuelve a la superficie con más ímpetu. Lo mismo ocurre con nuestras emociones y pensamientos: cuanto más intentamos reprimirlos, más intensidad adquieren y con más fuerza irrumpirán en nuestra vida.
Además, las resistencias psicológicas nos mantienen en un estado de lucha interna constante. Gastamos una enorme cantidad de energía mental y emocional intentando tapar lo que ocurre, lo que hace que acabemos sintiéndonos agotados, frustrados y, en muchos casos, atrapados en un ciclo de negación y sufrimiento.
Y lo peor de todo es que resistirnos a la realidad no hará que sea más amable o llevadera. No importa cuánto intentemos ignorar una situación difícil, seguirá existiendo al margen de nuestros deseos. Por ende, la resistencia nos impide adaptarnos y encontrar soluciones para poder seguir adelante más ligeros de equipaje.
El poder de la aceptación: ¿cómo aplicarla en la práctica?
La aceptación no significa resignación. No se trata de decirte: “esto está bien” o “no me importa”, sino de reconocer que está ocurriendo algo y que, al menos por el momento, forma parte de nuestra realidad. Aceptar es dejar de luchar contra lo que ya es, para poder enfocar nuestra energía en lo que podemos hacer al respecto.
La aceptación radical le resta poder a aquello que nos asusta o nos duele. Dejamos de alimentarlo con nuestra resistencia al cambio para empezar a observar lo que ocurre con cierta curiosidad y desapego. Eso nos permitirá entender mejor lo que está pasando y, eventualmente, aprender de ello e integrarlo en nuestra historia vital. ¿Cómo lograrlo?
- Identifica aquello a lo que te resistes. El primer paso es identificar lo que estás intentando evitar. Puede ser una emoción, un pensamiento o una situación. Pregúntate: “¿Qué es lo que no quiero sentir o enfrentar?”.
- Permítete sentir. En lugar de reprimir tus emociones, dales permiso para que fluyan. Si estás triste, llora. Si estás enojado, reconócelo. Las emociones son reacciones naturales, no te definen como persona. Y todas son válidas ya que tienen un mensaje que transmitirte.
- Replanteamiento cognitivo. En lugar de pensar “esto no debería ocurrir”, intenta reformularlo: “está pasando, ¿cómo puedo afrontarlo de la mejor manera?”. Ese cambio de perspectiva te ayudará a asumir una actitud proactiva. O sea, tomar las riendas de tu vida.
- Háblate con compasión. Trátate con la misma amabilidad con la que tratarías a un amigo. En vez de decirte “no debería sentirme así”, prueba con un “está bien sentirme así, es una reacción perfectamente normal”. No te vapulees por lo que sientes pues eso solo añadirá leña al fuego de la negación.
- Exposición emocional. En lugar de evitar a toda costa lo que te incomoda, intenta acercarte poco a poco. Por ejemplo, si sientes ansiedad, permítete experimentarla sin tratar de reprimirla. Eso le enviará un mensaje a tu cerebro: «no tienes que temer o escapar, puedes lidiar con ello. No es el fin del mundo«.
- Busca el aprendizaje. Pregúntate: “¿qué puedo aprender de esta situación?” o “¿Cómo puedo crecer a partir de esto?”. Ese cambio de perspectiva te ayudará a ver la experiencia de manera más constructiva, en vez de afrontarla meramente como un obstáculo indeseado en tu camino.
- Practica la gratitud. Enfocarte en lo que tienes, has logrado o en tus capacidades te ayudará a equilibrar tu visión y a encontrar un poco de serenidad en medio del caos. Cuando las cosas se tuercen, es fácil ver solo lo negativo, pero cambiar la vista hacia lo positivo es lo que te permitirá seguir adelante.
La serenidad de soltar
La resistencia y la negación son mecanismos de defensa naturales, pero no son soluciones a largo plazo sino tan solo un refugio temporal. Recuerda que aquello a lo que te resistes, persiste porque la energía que dedicas a evitarlo, lo fortalece.
En cambio, la aceptación te libera de esa lucha interna y te ayuda a encontrar una manera de avanzar, incluso en las circunstancias más difíciles. Aceptar no es rendirse, sino elegir dejar de sufrir por lo que no puedes cambiar. Es en ese espacio de aceptación donde encuentras la claridad, la paz y la fuerza para seguir adelante.
Deja una respuesta