
¿Has notado que algunos pacientes parecen no responder a la ayuda, independientemente de lo que intentes? ¿O que un enfoque funciona de maravilla con una persona, pero fracasa estrepitosamente con otra?
Cuando se trata de la salud mental, querer hacer el bien no siempre es suficiente. A veces, las buenas intenciones no bastan. Si no entendemos cómo el trauma altera la vida, pensamientos, creencias y emociones de las personas, nuestras intervenciones pueden ser percibidas como amenazas en lugar de apoyo.
La atención informada sobre el trauma nace precisamente de esa conciencia y representa un cambio fundamental en la forma en que los profesionales brindan sus servicios en diferentes sectores. Ya seas médico, consejero escolar, trabajador social o funcionario de prisiones, el cuidado informado en trauma se está convirtiendo rápidamente en un elemento imprescindible ya que implica un cambio profundo en la manera de acompañar a quienes más lo necesitan.
¿Qué es el trauma exactamente?
El trauma psicológico es el resultado de experimentar o presenciar eventos dañinos a nivel físico y/o emocional, cuyas ramificaciones acaban afectando nuestro funcionamiento cotidiano y bienestar. Diferentes experiencias pueden generar una respuesta traumática, como sufrir abusos o negligencia, ser víctima de violencia familiar o experimentar desastres naturales, accidentes o pérdidas repentinas.
De hecho, un estudio realizado en 24 países con casi 70.000 personas reveló que aproximadamente el 70% de ellas había estado expuesta al menos a un evento traumático. Por supuesto, todas no desarrollan un trauma, pero se ha comprobado que quienes no logran superar lo ocurrido tienen un riesgo elevado de desarrollar otros trastornos, desde depresión hasta adicciones.
¿Qué es la Atención Informada sobre el Trauma?
No se trata de una técnica terapéutica sino más bien de una perspectiva que aplicamos al trabajar con las personas. En esencia, se trata de reconocer que el trauma es común y asegurarnos de que nuestros servicios realmente ayuden a las personas a sanar, en vez de tener un efecto iatrogénico y empeorar las cosas.
En este sentido, el Consejo Coordinador de Salud Mental de Australia define la Atención y Práctica Informada sobre el Trauma (TICP) como “un marco basado en las fortalezas que responde al impacto del trauma, enfatizando la seguridad física, psicológica y emocional tanto para los profesionales como para los sobrevivientes”.
Por tanto, el cuidado informado en trauma, como también se le conoce, promueve una atención más comprensiva, segura y eficaz en el ámbito de la salud mental para quienes arrastran historias difíciles. Estas prácticas enfatizan en la importancia de entender las experiencias traumáticas de los pacientes y su impacto sobre la conducta.
Por tanto, significa adoptar un enfoque más centrado en la persona, partiendo de una comprensión profunda de sus necesidades y preocupaciones para adaptar la intervención a esas peculiaridades.
Los 6 principios clave del cuidado informado en trauma
Para adoptar verdaderamente una atención informada sobre el trauma, las organizaciones y los profesionales deben incorporar seis principios fundamentales en su práctica cotidiana.
1. Seguridad
Esto no es negociable. Las personas necesitan sentirse seguras, tanto a nivel físico como emocional, antes de comenzar cualquier intervención. Analiza tu espacio de trabajo. ¿Es lo suficientemente privado? ¿Tus procesos son predecibles? ¿Saben las personas qué va a pasar después? ¿Has considerado cómo ese entorno podría generar sentimientos de inseguridad en quienes han sufrido traumas?
Una vez, conocí a un terapeuta que siempre empezaba preguntando a sus clientes dónde les gustaría sentarse y si se sentían cómodos con la iluminación. Esos pequeños detalles marcaban una gran diferencia. En una consulta de Psicología, podría traducirse en hablar sobre cómo se desarrollarán las sesiones o explicar el enfoque terapéutico.
2. Confianza y transparencia
La confianza es frágil, sobre todo en quienes han sido vapuleados por la vida o los han decepcionado los más cercanos. Por tanto, es importante ser honestos sobre lo que podemos lograr y, sobre todo, dejar claro lo que no podemos hacer.
Si llegas tarde, reconócelo. Si no sabes algo, dilo. Por ejemplo, explica el propósito de las evaluaciones, sé honesto sobre los plazos y cumple con los compromisos que has adquirido. Este principio de la atención informada reconoce que muchos sobrevivientes de trauma han sido traicionados de una u otra manera y contribuye a reconstruir su capacidad de confiar en los demás.
3. Apoyo de personas que han vivido situaciones similares
Hay algo profundamente transformador en conectar con alguien que ha recorrido un camino similar al tuyo. Los psicólogos o trabajadores sociales que incluyen a personas que han vivido traumas y se han recuperado pueden ofrecer algo que los demás profesionales a veces no logran transmitir: una comprensión auténtica y la prueba viva de que es posible salir adelante.
Incluir voces con experiencia no solo humaniza el proceso terapéutico, sino que también rompe el aislamiento y la vergüenza que muchas personas sienten. El mensaje implícito es: “no estás solo, esto no te define y es posible superarlo”. Su mera presencia aporta esperanza, legitimidad y una conexión emocional difícil de reemplazar.
Además, ese tipo de apoyo puede ser un puente entre el sistema formal de ayuda y la realidad cotidiana de quienes han vivido trauma. No sustituye al terapeuta, médico o trabajador social, sino que lo complementa, creando un entorno más inclusivo, horizontal y empático.
4. Colaboración y reciprocidad
A menudo, las situaciones traumáticas le arrebatan el control a la persona. Por eso, el cuidado informado en trauma se enfoca en compartir el poder y tomar decisiones de forma conjunta. No se trata solo de escuchar, sino de co-construir el proceso de ayuda junto al paciente.
Preguntas como “¿qué te ha funcionado en el pasado?” o “¿cómo te sentirías si probamos esto?” pueden parecer simples, pero rara vez se formulan ya que muchas veces se asume que el terapeuta o trabajador social saben lo que es mejor para el paciente.
Y no olvides lo más importante: hay que escuchar genuinamente las respuestas y actuar en consecuencia. Este principio reconoce que todas las personas tienen un conocimiento valioso sobre sí mismas y capacidades de autosanación, por lo que la relación profesional debe ser horizontal, no jerárquica.
5. Empoderamiento, voz y elección
En estrecha relación con el punto anterior, este principio de la atención informada sobre el trauma intenta devolver a los pacientes el sentido de autonomía y control, algo que el trauma suele arrebatarles. Empoderar no significa sobrecargarlos de responsabilidades, sino ofrecerles opciones reales para que puedan seguir adelante y validar su voz.
Esto puede traducirse en acciones concretas como proponer diferentes horarios para una cita, explicar por qué sugieres cierta intervención o permitir que la persona decida por dónde comenzar. Lo esencial es que sienta que su opinión cuenta y que no está siendo arrastrada por un sistema, sino acompañada en sus decisiones.
6. Cuestiones culturales, históricas y de género
La atención informada sobre el trauma también debe ser sensible al contexto cultural, histórico y social de cada paciente. El trauma no impacta de la misma manera en todas las personas ni en todas las comunidades. En lugares como Australia, por ejemplo, esto implica reconocer los impactos continuos de la colonización en los pueblos aborígenes mientras que en Estados Unidos requiere entender el impacto histórico del racismo estructural, la esclavitud y la segregación, cuyas huellas todavía se reflejan en la salud mental y física de las comunidades afectadas.
Este principio también aboga por entender cómo la identidad de género, la orientación sexual, la discapacidad, la clase social o la pertenencia étnica condicionan tanto la vivencia del trauma como la recuperación. Una atención verdaderamente informada sobre el trauma no es neutra: es proactiva en su compromiso por comprender esas diferencias y adaptarse a ellas.
Un enfoque terapéutico que realmente funciona en la práctica
En 2019, el Reino Unido estableció un plan de 10 años para que los servicios de salud mental incorporaran la atención informada sobre trauma en su enfoque de trabajo. En 2023, se evalúo la eficacia de estas intervenciones en un hospital al norte de Londres.
Los investigadores constataron una reducción significativa en los incidentes en los cuatro años posteriores a la introducción de estas prácticas. Específicamente, observaron que las autolesiones disminuyeron en un 55,9%, las reclusiones en un 28,7%, y las restricciones en un 19,8%.
No cabe duda de que estas prácticas pueden suponer un paso relevante en la transformación de los cuidados de salud mental, tanto a nivel hospitalario como ambulatorio. La clave consiste en comprender que las personas hacen lo que necesitan hacer para sobrevivir. Por tanto, es probable que los “comportamientos difíciles” que vemos hayan ayudado a alguien a superar una situación traumática.
Este enfoque se puede aplicar a todos los que entran a nuestra consulta porque consiste en brindar respeto, opciones claras, poder de decisión, comprensión y un lugar seguro. Puedes empezar poco a poco. Quizás simplemente preguntes “¿qué te haría sentir más cómodo?” o expliques qué sucederá a continuación. Estos pequeños detalles son más importantes de lo que suponemos porque van ayudando a las personas a recuperar el control y la confianza, pasos esenciales para sanar la herida emocional y recuperar el equilibrio mental.
Referencias Bibliográficas:
Nikopaschos, F. et. Al. (2023) Trauma-Informed Care on mental health wards: the impact of Power Threat Meaning Framework Team Formulation and Psychological Stabilisation on self-harm and restrictive interventions. Front. Psychol; 14: 10.3389.
Lewis, S. J. et. Al. (2019) The epidemiology of trauma and post-traumatic stress disorder in a representative cohort of young people in England and Wales. Lancet Psychiatry; 6(3):247-256.
Benjet, C. et. Al. (2016) The epidemiology of traumatic event exposure worldwide: results from the World Mental Health Survey Consortium. Psychol Med; 46(2): 327-343.
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