Toda relación siempre es cosa de dos. También las relaciones tóxicas. Eso significa que, de cierta forma, nosotros también hemos puesto varios granos de arena para que esa relación llegue a un punto en el que nos resulta insatisfactoria o francamente dañina. Existen determinadas formas de pensar que pueden mantenerte atrapado en una relación tóxica, impidiéndote cortar el lazo que te unen a esa persona, a pesar de que seas conscientes de que ese vínculo te está haciendo mal. Comprender los sesgos en tu evaluación de lo que te ocurre te ayudará a dar el paso definitivo.
¿Cómo los sesgos te mantienen atrapado en una relación tóxica?
1. Sesgo del statu quo
Dice un viejo refrán que más vale malo conocido que bueno por conocer. La sabiduría popular refuerza la idea de que es preferible que las cosas se mantengan tal como están a menos que sean realmente terribles. Somos víctimas del sesgo del statu quo, una preferencia irracional por la situación actual.
En práctica, cuando establecemos una línea base, esta se convierte en nuestro punto de referencia y percibimos cualquier cambio como una pérdida o una amenaza, aunque sea positivo. De hecho, incluso en relacionex tóxicas que distan mucho de ser ideales, podemos llegar a encontrar un equilibrio precario.
Cuando adoptamos esta mentalidad preferimos la continuidad a la disrupción, un pasado conocido a un futuro incierto. Elegimos la certeza de la desgracia antes que la desgracia de la incertidumbre. Pensamos que no encontraremos a nadie mejor o intentaremos reconfortarnos pensando que en realidad no es tan malo como parece.
2. Aversión a la pérdida
Odiamos perder algo cuando ya hemos invertido en ello, ya se trate de dinero, tiempo o esfuerzo. Esa es otra de las razones por las cuales nos quedamos atrapados en relaciones tóxicas. De hecho, es uno de los principales motivos por el que no se rompen los matrimonios que han construido una vida en común pero que en realidad ya no tienen nada en común.
Cuando aplicamos esta mentalidad a las relaciones podemos llegar a sentirnos profundamente infelices, aferrados a una relación que ya no nos satisface, solo porque no queremos “tirar por la borda” todo lo que hemos “construido juntos”.
De esta forma terminamos centrándonos únicamente en las pérdidas, sin darnos cuenta de todo lo que podríamos ganar. No cabe duda de que 5, 10 o 20 años de relación son bastantes y habrá historias compartidas y mucha inversión emocional, pero cuando una relación es tóxica, ponerle punto final es más beneficioso que dañino.
3. Sesgo de confirmación
Nos gusta pensar que nos equivocamos poco y que tomamos buenas decisiones. Ese pensamiento nos reconforta, tranquiliza y genera seguridad. Por eso, no es difícil caer en lo que se conoce como sesgo de confirmación. Se trata de la tendencia a favorecer los datos y pistas que confirman nuestras creencias mientras desechamos o ignoramos aquellos que lo desmienten.
Este fenómeno se intensifica aún más en aquellos contenidos de índole emocional, como las relaciones. Cuando no queremos abandonar una relación, probablemente porque aún existen fuertes vínculos emocionales, tendremos la tendencia a exagerar los aspectos positivos y minimizar los negativos.
De hecho, muchas personas víctimas de abuso en sus relaciones justifican a su pareja diciendo que “en realidad es una buena persona”. Cuando aún existe amor, es difícil quitarse la venda de los ojos para ver la realidad tal cual es, de manera que a veces preferimos centrarnos solo en los refuerzos positivos que recibimos, como un detalle o ese regalo inesperado. Eso nos mantiene ilusionados pensando que el cambio está a la vuelta de la esquina, cuando probablemente no es así.
4. Efecto del falso consenso
Nuestra mentalidad no se forma únicamente en base a nuestras experiencias, sino que también tomamos nota de lo que ocurre a nuestro alrededor. De hecho, miramos continuamente fuera para comparar lo que nos sucede con lo que, supuestamente, le ocurre a los demás. Sin embargo, en esa comparación no somos objetivos.
Tenemos la tendencia a pensar que nuestras opiniones, creencias, valores y hábitos están más extendidos entre el resto de la población de lo que realmente lo están. Es lo que se conoce como efecto del falso consenso y puede convertirse en una de las razones por las que te quedas atrapado en una relación tóxica.
Si desarrollamos esta mentalidad, creeremos que está bien soportar esa relación porque, a fin de cuentas, la mayoría de las relaciones son así. Podemos pensar que “todas las parejas discuten”, “que todas las madres son controladoras” o que “es normal que tu pareja sea posesiva”. De esa forma normalizamos la situación de abuso que estamos viviendo, pensando que es lo habitual, cuando no es así.
5. Autoculpabilidad
La culpa es uno de los peores grilletes que nos mantienen atados a relaciones tóxicas. Hay personas que tienen una mentalidad sumamente autoinculpadora o la han desarrollado tras años de dinámicas manipuladoras como el gaslighting.
En estos casos, es probable que la persona piense, “no es su culpa, soy demasiado sensible” o “le he dado motivos para ello”. Generalmente este tipo de pensamientos en el que la víctima asume la culpa son un intento de justificar al otro y mantener la relación en un nivel aceptable, cerrando los ojos al abuso.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que, si bien toda relación es cosa de dos, hay determinadas líneas rojas que no se deben cruzar. Y precisamente como toda relación es cosa de dos, debe ser satisfactoria para ambos miembros. Si la relación es fuente de malestar constante, quizá ha llegado el momento de cortar por lo sano. Dejar lo conocido puede doler, pero no dolerá por siempre.
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