Nos han hecho creer que debemos poder con todo, todo el tiempo. Sin embargo, si cada día te cuesta despertarte por la mañana, necesitas tres cafés para arrancar, y aun así, a mitad de la jornada sientes como si hubieras corrido una maratón y de mal humor, es probable que te estés exigiendo demasiado.
Y no eres el único. Una encuesta realizada en Estados Unidos reveló que una persona promedio se siente cansada durante 1.460 horas al año y un tercio de ellas reconoce sentirse agotada siempre o con mucha frecuencia. Sin embargo, el 35% admite que “raramente” o “nunca” piensa en las razones subyacentes a ese agotamiento.
En un mundo que gira cada vez más deprisa, rara vez nos paramos a pensar por dónde se nos está escapando la energía. Y no me refiero solo a la fuerza física, sino a ese combustible interior que apuntala tu motivación, tu creatividad y hasta tu paz mental.
En el mundo empresarial, la auditoría energética se utiliza para medir cuánta energía se consume, dónde se malgasta y cómo se puede optimizar. A nivel personal, también disponemos de recursos emocionales, mentales y físicos limitados. Entonces, ¿no sería mejor utilizarlos inteligentemente? Para optimizarlos puedes realizar tu propia auditoría energética.
Fugas energéticas: ¿qué te está drenando sin que te des cuenta?
En las auditorías se buscan los “puntos ciegos”, esas áreas que consumen más de lo necesario y que en muchas ocasiones pueden terminar drenándonos sin que nos demos cuenta. A nivel psicológico, estas fugas pueden venir dadas por:
- Relaciones tóxicas. Son personas que demandan constantemente tu atención y consumen tus recursos, dejándote exhausto emocionalmente. Esas relaciones se caracterizan por una falta de reciprocidad: ellos descargan sus problemas sobre ti, pero no están cuando los necesitas. Reflexiona sobre cómo te sientes tras interactuar con esas personas y, si es necesario, establece límites claros.
- Pensamientos rumiativos. Las preocupaciones constantes, esas cosas a las que das vueltas una y otra vez, así como las quejas infinitas, consumen una enorme cantidad de energía psicológica. Darle vueltas una y otra vez a los problemas no solo gasta energía, sino que también afecta tu capacidad para tomar decisiones y seguir adelante. Este tipo de pensamientos suele estar vinculado a la ansiedad y puede intensificar el estrés, por lo que es fundamental detectar los patrones que se encuentran en su base y desactivarlos.
- Hábitos poco saludables. No subestimes el impacto de los hábitos diarios, incluso de esos aparentemente inocuos. Las horas infinitas en las redes sociales, no ser capaz de decir “no” o sobrecargarte de tareas y compromisos son hábitos que drenan tu fuerza. Esos comportamientos te distraen, pero no solucionan nada y te dejan con menos energía para lo que realmente importa.
¿Cómo detectar tus ladrones de energía vital? Haz un listado de todo lo que te drena emocionalmente en tu día a día. Puedes incluir desde la costumbre de procrastinar hasta la tendencia a guardar rencor o aferrarte a proyectos que han perdido su razón de ser. La idea es que mires tu vida con lupa para que descubras esos patrones que se repiten y te dejan sin energía.
Prioridades y presupuesto emocional: invierte donde más importa
En una auditoría energética, el siguiente paso es redirigir la energía hacia lo que de verdad genera valor. Por desgracia, muchas personas no tienen claras sus metas o simplemente se ven arrastradas por el bucle de contratiempos y urgencias de la vida cotidiana, de manera que no invierten su energía en proyectos que las ayudan a alcanzar sus objetivos vitales.
A menudo eso las lleva a caer en una “bancarrota emocional”, un estado en el que se sienten sobrepasadas por sus emociones negativas. De hecho, si tu energía pudiese ir a parar a una cuenta bancaria, ¿te apetecería gastarla en problemas que no te incumben o en tareas que no te aportan nada? ¡Seguro que no!
Por tanto, la clave consiste en establecer prioridades claras que te permitan invertir esa energía donde dé frutos:
- Metas personales. ¿Qué te llena realmente? ¿Qué te emociona y le da sentido a tu vida? Invierte ahí primero. Eso no solo te motivará, sino que generará un círculo energético virtuoso porque cuanto más avanzas hacia lo que amas, más combustible emocional generas. Para empezar, define objetivos claros y alcanzables. Luego, prioriza pequeños pasos que te acerquen a lo que deseas. Así evitarás dispersar tu energía en tareas irrelevantes y podrás mantenerte enfocado en lo que más te importa.
- Relaciones enriquecedoras. Las personas con las que compartes tu tiempo influyen directamente en tu bienestar y tu energía. Recuerda que la negatividad es contagiosa, así que pregúntate ¿quiénes son las personas que te apoyan y te animan a ser tu mejor versión? Cuida esas relaciones y dedícales tiempo de calidad.
- Actividades que te recargan. ¿Qué es lo que te hace sentir bien y lleno de energía? Puede ser algo tan simple como leer un libro, practicar deporte, escuchar música o pasar tiempo en la naturaleza. Identifica las cosas que disfrutas y hazles un hueco en tu agenda. El truco consiste en incluirlas activamente en tu rutina: no las dejes para cuando tengas tiempo porque es probable que ese momento nunca llegue. Prográmalas en tu calendario como harías con una reunión importante. Estas pausas no son un lujo, sino una inversión en tu bienestar para llenarte de energía.
Mapeando tu energía: conoce tus picos y valles
Las auditorías energéticas no solo se realizan con el objetivo de ahorrar energía, sino también para lograr que cada “vatio” cuente. No somos igual de productivos a todas las horas del día. Hay momentos en los que tenemos una claridad mental excepcional y nos sentimos extremadamente vitales y otros en los que nuestra mente se ofusca y perdemos esa fuerza.
Debes ser consciente de que tu nivel de energía varía con tu biorritmo, por lo que también es aconsejable que realices una auditoría de tu rendimiento a lo largo de la jornada. Durante una semana, registra desde que te despiertas hasta que te acuestas, en intervalos de una hora, cómo te sientes energéticamente en una escala del 1 al 10. Fíjate cuando tu energía alcanza su punto máximo y cuando se ralentiza. ¿Para qué?
Porque así podrás programar mejor la jornada en función de tus altibajos de energía. Siempre que sea posible, reserva los mejores momentos para esas tareas más complejas o importantes. De esa forma no te agotarás tanto y podrás ser mucho más productivo. Al final del día, habrás hecho más con menos esfuerzo. Eso también te ayudará a preservar energía vital para otras cosas importantes que te ayuden a recargar las pilas, como las actividades de ocio.
El reto de mantener el nivel de energía: Monitoriza y ajusta constantemente
Una auditoría energética no es algo que se hace una vez y ya está. Por tanto, pregúntate semanalmente:
- ¿Cómo me siento?
- ¿Dónde he gastado demasiada energía?
- ¿Qué necesito ajustar la semana próxima?
Incorporar pequeñas rutinas que recarguen tu “batería interna” también es esencial. Puede ser algo tan simple como dedicar 10 minutos de meditación al día o dar una caminata por la naturaleza sin el móvil.
Y recuerda que, para usar inteligentemente tu energía, también debes aprender a simplificar. Eso significa deshacerte de todo lo que te agota y no te aporta nada valioso. Suelta lastre, establece tus prioridades y empieza a invertir tu energía donde de verdad valga la pena. Así podrás recortar lo que te desgasta y amplificar lo que te inspira.
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