
¡Cuídate más!
Es uno de los consejos de autoayuda más comunes.
También uno de los más valiosos.
Sin embargo, encierra algunos “efectos adversos” de los que nadie te advierte.
El riesgo de incluir el autocuidado como una tarea más en tu agenda
En un mundo que gira cada vez más rápido, las tareas, obligaciones y compromisos cotidianos se acumulan generando una gran presión psicológica. Intentar poder con todo o satisfacer las exigencias de quienes te rodean puede conducir a un callejón sin salida.
Cuando los problemas y demandas de la vida se sobredimensionan hasta el punto de amenazar nuestro equilibrio mental, uno de los consejos más comunes consiste en prestarnos más atención y cuidarnos más.
Obviamente, todos deberíamos reforzar el autocuidado, pero es probable que añadir ese elemento a tu lista de tareas pendientes termine generando más estrés del que alivia. Si intentas mantener el mismo ritmo y además te obligas a prestarte más atención y cuidar de ti, es posible que aumentes tu nivel de exigencia hasta límites poco saludables.
De esta forma, el autocuidado pierde su razón de ser porque no te ayudará a relajarte y desconectar, sino que se convierte simplemente en un deber adicional dentro de una agenda que ya estaba repleta. Como resultado, es probable que al agotamiento psicológico se le sume el sentimiento de culpa.
Antes o después, comenzarás a sentirte culpable por tu estado. Por la apatía que experimentas o la desmotivación que te corroe. Por tu incapacidad para seguir adelante… Ese “no poder” ni siquiera cuidarse puede conducir a auto reproches destructivos. Así terminarás sumido en un “cansancio fundamental”, que no es un simple agotamiento físico sino un cansancio del alma.
Cuidarse no es anestesiarse
Otro de los riesgos que encierra el mandamiento del autocuidado es su malinterpretación. Muchas personas creen que cuidarse implica mimarse. Por ende, lo equiparan con darse masajes relajantes, escapar un fin de semana a un retiro espiritual o hacerse regalos. De esa forma el acto de velar por uno mismo se mercantiliza e incluso nos obliga a trabajar más para pagar esos nuevos «lujos» que nos permitirán descansar el cuerpo y relajar la mente.
En otros casos, las personas se “cuidan” anestesiándose. Recurren a distracciones como la comida, las compras, el alcohol, las sesiones maratonianas de series o incluso el móvil para escapar durante un rato de sus tareas extenuantes. Sin embargo, se trata de opciones de “autocuidado” disfuncionales que no hacen más que embotar los sentimientos.
Esas estrategias son vías de escape para evadirse momentáneamente de las responsabilidades. Pueden hacer que te olvides durante un rato del agotamiento y los problemas, pero a largo plazo terminarán acrecentándolos. Por tanto, antes de plantearte cuidar de ti, es importante que te encargues de otra tarea: poner límites.
¿Cómo salir de ese bucle y cuidarte – de verdad?
“Lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento”, explicaba el filósofo filósofo Byung-Chul Han. Por ese motivo, ponerse límites a uno mismo es un acto de amor y autocuidado.
Unos límites saludables impedirán que te exijas tanto que termines aplastado bajo el peso de una montaña de obligaciones y compromisos que no puedes cumplir. Impedirán que el trabajo o las expectativas ajenas se apropien de tu vida. Te permitirán decir “hasta aquí he llegado”, simplemente porque no necesitas ni quieres ir un paso más allá.
Por ese motivo, cuando te sientas desbordado, agotado y/o al límite de tus fuerzas, el primer paso no es cuidarte más, sino limitar lo que puedes hacer y aprender a priorizar las tareas y obligaciones eligiendo aquellas que realmente merecen tu tiempo y energía. Solo cuando liberes un poco tu agenda tendrás espacio para el auténtico autocuidado, ese que serena, equilibra y cura.
Por tanto, comienza identificando las áreas de tu vida que necesitan más estructura o límites. Normalmente se trata de esferas conflictivas que se han expandido tanto que han ocupado el espacio de otras áreas importantes. O puede tratarse de áreas que se han convertido en una fuente constante de problemas, conflictos y tensiones – ya sea el trabajo, la relación de pareja o incluso el uso de la tecnología.
El autocuidado no es una solución mágica. Si no aprendes a priorizar, tratarte de manera más amable y darte un respiro, incluir más deberes psicológicos probablemente termine afectando una salud mental que ya se encuentra resentida.
En cambio, si logras equilibrar tu vida y planificas mejor tu agenda, de manera que tengas tiempo para aquello que realmente te satisface, te permite crecer y te hace feliz, es probable que no necesites pensar en el autocuidado porque lo estarás aplicando a través de la mayoría de tus acciones cotidianas. A fin de cuentas, recuerda que el autocuidado no es más que un acto de amabilidad contigo para sentirte mejor. Si te genera más estrés, tensión y ansiedad, no es autocuidado.
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