Tener una autoestima sólida no solo nos hace sentir mejor con nosotros, también se convierte en los cimientos que nos sustentan cuando emprendemos un proyecto infundiéndonos confianza y fortaleza. La autoestima nos ayuda a afrontar mejor las adversidades, frustraciones y fracasos, además de permitirnos construir vínculos más profundos, duraderos y desarrolladores.
Sin embargo, a veces la autoestima se convierte en un arma de doble filo, sobre todo cuando depende demasiado de las circunstancias externas o las opiniones de los demás. En esos casos, podemos desarrollar una autoestima contingente.
¿Qué es la autoestima contingente?
La autoestima contingente es la tendencia a cambiar nuestra autoevaluación basándonos en la retroalimentación recibida. La percepción de nuestra valía como personas y los sentimientos que nos profesamos oscilan según nuestros éxitos o fracasos y dependen fundamentalmente de las opiniones que los demás tienen sobre nosotros.
Por ende, cuando tenemos éxito o recibimos un comentario positivo nuestra autoestima se dispara, pero cuando cometemos un error, recibimos una crítica o sufrimos un rechazo se desmorona. Obviamente, se trata de una forma muy frágil de autoestima pues depende esencialmente de factores externos. En última instancia, la autoestima contingente está controlada por otros y nos “obliga” a cumplir con sus estándares para ganar valor como persona. Dejamos nuestro equilibrio emocional en sus manos.
Cuanto más dependa la autoestima de los demás, más infelices seremos
La autoestima contingente se sustenta en un mecanismo de regulación introyectada; o sea, no hacemos las cosas porque las disfrutamos o las consideramos valiosas sino porque hemos interiorizado las expectativas ajenas e intentamos cumplirlas, ya sea para encajar en el grupo, satisfacer a la pareja o mantener la reputación. Eso significa que nos encontraremos librando una batalla constante para mantener el status ante los ojos de los demás.
Obviamente, esa necesidad de aprobación genera una gran tensión interior que puede terminar poniendo en riesgo tanto nuestra salud mental como física. Un estudio realizado en la Universidad de Giessen relacionó la autoestima contingente con un mayor riesgo de padecer depresión e investigadores de la Universidad de Estocolmo la vincularon a problemas cardiacos y enfermedades inmunes.
Sin duda, la autoestima contingente o condicionada crea una base inestable para la autoimagen y termina afectando nuestro bienestar. Deja a las personas en una situación de extrema vulnerabilidad emocional porque no se valoran por sí mismas, sino que su autoimagen y valía depende de la estima de los demás.
¿Cómo superar la autoestima contingente basada en las relaciones?
“Nadie es una isla completa en sí mismo”, como dijera el poeta John Donne. No somos inmunes a la presión y las exigencias sociales. Los errores, los fracasos, las críticas, el rechazo y las opiniones malintencionadas duelen. Sin embargo, si tenemos una autoestima sólida, esos reveses no nos afectarán demasiado porque no ligamos nuestra valía directamente a ellos. Por tanto, para tener una autoestima a prueba de balas es importante:
- Comprender que las opiniones de los demás sobre ti son solo eso, opiniones. Las opiniones no son verdades inamovibles sino expresiones personales de sentimientos, creencias y pensamientos. Condensan la realidad de la otra persona, pero no tienen que expresar necesariamente la nuestra. En vez de preocuparnos excesivamente por lo que piensen los demás, debemos asumir que no le caeremos bien a todo el mundo y que todos no entenderán nuestro punto de vista ni compartirán nuestros sueños o ilusiones. No pasa nada. La diversidad nos enriquece, no es motivo para sentirse inferior.
- Dejar de compararse. La autoestima contingente basada en las relaciones depende en gran medida de nuestra propensión a compararnos. Nos comparamos con los demás para saber cuán bien – o mal – lo estamos haciendo. Sin embargo, esas comparaciones son una fruta envenenada ya que hacen que nos evaluemos tomando siempre en consideración factores externos. Por consiguiente, la comparación más saludable es aquella que realizamos con nuestro “yo” del pasado porque no venimos a este mundo a competir con los demás, sino a superarnos.
- Decir “no” más a menudo. Si tenemos una autoestima contingente, es probable que muchas veces aceptemos cosas solo para evitar el sentimiento de culpa, por obligación o para quedar bien con los demás. Para salir de ese bucle debemos plantearnos la posibilidad de decir “no” más a menudo. En vez de ceder, deberíamos preguntarnos qué deseamos hacer. Esos minutos de reflexión nos ayudarán a encontrar un “yo” más auténtico con el que nos sintamos más a gusto y, automáticamente, reforzará nuestra autoestima.
- Ser amable con uno mismo. Las personas con una autoestima contingente pasan mucho tiempo castigándose o reprochándose por lo que hicieron o dejaron de hacer. De hecho, este tipo de autoestima está vinculada a una autocrítica destructiva y extrema que se basa en estándares externos. Para compensar ese exceso de severidad, es conveniente que aprendamos a tratarnos con más amabilidad. Eso no significa perder la capacidad crítica sino ser conscientes de que los errores no nos definen porque somos personas en continua evolución.
Fuentes:
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Schöne, c. et. Al. (2015) Contingent self-esteem and vulnerability to depression: academic contingent self-esteem predicts depressive symptoms in students. Front. Psychol;
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Lemay, E. P. & Clark, M. S. (2008) “You’re Just Saying That.” Contingencies of Self-Worth, Suspicion, and Authenticity in the Interpersonal Affirmation Process. J Exp Soc Psychol; 44(5): 1376–1382.
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