Vivimos en sociedad, lo cual significa que dependemos en cierta medida de la aprobación social. De pequeños, buscamos el gesto aprobatorio de nuestros padres y luego competimos en el colegio por la aprobación del maestro. La necesidad de aprobación no es algo negativo. De hecho, a edades tempranas es más bien una búsqueda instintiva de los marcos de referencia que necesitamos para comprender cómo funciona la sociedad e insertarnos con éxito en ella.
A medida que vamos creciendo nos convertirnos en personas más autónomas e independientes que desarrollan sus propios valores y puntos de referencia, de manera que la necesidad de aprobación debería atenuarse. Sin embargo, lo cierto es que el rechazo y la desaprobación social nos siguen doliendo. Tanto es así que activan en nuestro cerebro las mismas zonas del dolor físico, como comprobaron investigadores de la Universidad de Michigan.
Eso significa que, de algún modo, nuestro cerebro está “cableado” para buscar la aprobación de los demás. No obstante, en algunos casos esa búsqueda puede traducirse en comportamientos disfuncionales que nos causan un gran malestar y nos impiden crecer como personas para alcanzar nuestro potencial.
Cuando la búsqueda de aprobación se vuelve en nuestra contra
A veces, cuando nos importa demasiado lo que piensan los demás, nos volvemos dependientes de la aprobación externa. Esa búsqueda de aprobación hace que nos sintamos obligados a subordinar nuestras necesidades y deseos a los demás, por temor a decepcionarlos o al rechazo. Como resultado, terminamos saboteando nuestra felicidad y sacrificando nuestra satisfacción y realización personal.
El problema es que a veces no nos damos cuenta de ese autosabotaje, de manera que seguimos repitiendo patrones de comportamiento disfuncionales más orientados a buscar la aprobación de los demás que a satisfacer nuestras necesidades y sentirnos plenos.
1. Ser extremadamente perfeccionista
En ocasiones, el perfeccionismo no surge del deseo de superarse a sí mismo, sino que es un reflejo de la necesidad de aprobación. Si nos sentimos obligados a hacer todo de manera superlativa y queremos distinguirnos para recibir elogios, es probable que estemos sobrepasando nuestros límites por las razones erróneas.
Ese tipo de perfeccionismo en realidad esconde la sensación de que no somos lo suficientemente buenos, de manera que intentamos ir más allá para demostrar nuestra valía. En otros casos, surge de la creencia de que no somos dignos de ser amados y apreciados por lo que somos, de manera que nos esforzamos en exceso para conseguir el amor y la aprobación de los demás.
El problema es que ese perfeccionismo termina siendo patológico porque nos genera una gran ansiedad y nos impide relajarnos. Nos llevamos continuamente al límite, realizando esfuerzos innecesarios solo para buscar la aprobación de los demás.
2. No arriesgarnos por miedo a fallar
Dice un refrán que quien no arriesga no gana. Sin embargo, si tememos a la desaprobación social, tendremos la tendencia a mantenernos en nuestra zona de confort y a evitar aquellas situaciones nuevas en las que podríamos fracasar, aunque representen una buena oportunidad.
Un estudio realizado a finales de 1990 en la Universidad de Columbia comprobó este fenómeno en niños de entre 10 y 12 años. Descubrieron que cuando se activaba la necesidad de aprobación elogiando a los niños por su inteligencia, estos elegían los problemas más fáciles, disfrutaban menos de la tarea y sus calificaciones caían en picado, en comparación con los niños a quienes se elogiaba por el esfuerzo.
Si terminamos equiparando el fracaso con la desaprobación, es probable que nos resistamos a emprender proyectos en los que no tenemos el éxito garantizado, de manera que terminamos limitándonos. No solo podemos perder buenas oportunidades, sino que jamás sabremos hasta dónde somos capaces de llegar y terminaremos aparcando nuestros sueños, sacrificándolos en el altar de la aprobación social.
3. Renunciar a nuestras necesidades
La búsqueda de aprobación suele conducir a comportamientos dependientes y sumisos que diluyen el “yo”. Es probable que no nos atrevamos a decir lo que pensamos por miedo al rechazo o que escondamos nuestros sentimientos para evitar que nos juzguen. A fuerza de amoldarnos a los demás, terminamos por perder nuestra identidad.
Cuando nos preguntamos constantemente qué pensarán los demás, vamos perdiendo paulatinamente el contacto con nuestras necesidades y deseos. En vez de mirar dentro, volvemos la vista afuera, hasta el punto de olvidarnos que también tenemos derecho a equivocarnos, ir contracorriente o disentir.
Si siempre priorizamos las necesidades ajenas, terminamos relegándonos a un segundo plano. Es probable que la necesidad de buscar la aprobación de los demás nos haga creer que siempre debemos estar disponibles y dispuestos a sacrificarnos. Este tipo de comportamiento desadaptativo a menudo sienta las bases para que otras personas se aprovechen de nosotros, por lo que podríamos terminar siendo víctimas del efecto felpudo.
Por último, es importante tener presente que, aunque nadie es una isla completa en sí mismo, como dijera John Donne, debemos encontrar un equilibrio entre la necesidad de conectar y sentirnos validados y la necesidad de diferenciarnos y reafirmarnos como personas únicas.
Todos necesitamos apoyo en forma de aprobación. La aprobación externa nos confirma que vamos por buen camino y muchas veces nos brinda la fuerza necesaria. Sin embargo, cuando la búsqueda de aprobación se convierte en una obsesión que nos limita, tenemos que hacer un alto en el camino para comprender sus causas y deshacernos de su influjo nocivo.
Fuentes:
Kross, E. et. Al. (2011) Social rejection shares somatosensory representations with physical pain. Proceedings of the National Academy of Sciences; 108(15) 6270-6275.
Mueller, C. M. & Dweck, C. S. (1998) Praise for intelligence can undermine children’s motivation and performance. Journal of Personality and Social Psychology; 75(1): 33-52.
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