A lo largo del día tomamos una infinidad de decisiones, muchas de las cuales entrañan algún tipo de riesgo. Sin embargo, no abordamos de la misma manera las pérdidas y ganancias potenciales.
Cuando se trata de ganancias, es más probable que elijamos una probabilidad del 100 % de obtener una recompensa pequeña en lugar de una probabilidad menor de obtener una recompensa mayor. Sin embargo, con las pérdidas el panorama cambia: si la alternativa es una pérdida pequeña, nos inclinamos más a apostar y arriesgarnos a perder aún más.
Obviamente, todos no abordamos las recompensas y las pérdidas de la misma manera, pero en sentido general nuestras preferencias en cuanto al nivel de riesgo que estamos dispuestos a asumir dependen en gran medida de la dopamina y la serotonina, dos neurotransmisores cuyos niveles varían a lo largo del día.
¿Cómo varía nuestra capacidad para asumir riesgos?
Neurocientíficos del University College de Londres analizaron a 26.720 personas que se involucraron en un ejercicio en el que debían a tomar decisiones arriesgadas. Cada participante comenzó con 500 puntos y realizó 30 intentos.
En cada prueba, podían elegir entre la opción “segura” (un cambio de puntos conocido y garantizado) o la opción “arriesgada” (que les daba una probabilidad del 50/50 de dos posibles resultados).
Los investigadores diseñaron tres tipos de pruebas. En las “pruebas de ganancia”, la opción segura era un aumento de puntos específico, mientras apostar les podría dar más puntos o ninguno. En las “pruebas de pérdidas”, la elección segura era una pérdida de puntos específica mientras que apostar conducía a una mayor pérdida de puntos o a que no se restaran puntos. En las pruebas mixtas, la elección era entre ningún cambio en los puntos o una apuesta con una pérdida potencial y una ganancia potencial.
Tras analizar los primeros resultados, los investigadores descubrieron que el momento del día no influía en las decisiones de los participantes en las pruebas mixtas o de ganancia. Sin embargo, no ocurrió lo mismo en las pruebas de riesgo. En ese caso, la mayoría de las personas, sin importar su edad o género, eligieron las opciones más arriesgadas que podían conllevar a mayores pérdidas, más tarde en el día.
¿Por qué somos más propensos a asumir riesgos a medida que avanza el día?
Los investigadores hipotetizan que esa mayor propensión al riesgo puede deberse a una pérdida paulatina de la sensibilidad al aumento de las pérdidas, la cual se iría volviendo más evidente a medida que avanza la jornada.
En parte, el hecho de que estemos más dispuestos a correr riesgos por la noche, guarda relación con la variación en los niveles de serotonina y dopamina. Los niveles de dopamina, por ejemplo, van descendiendo a lo largo del día. Los niveles de serotonina también varían, disminuyendo a medida que cae la noche.
La dopamina actúa como una señal de aprendizaje que moldea nuestro comportamiento para maximizar las recompensas y evitar castigos. También se ha constatado que la reducción de los niveles de serotonina aumenta el valor subjetivo de las opciones arriesgadas. Por tanto, es probable que esos cambios normales en nuestra química cerebral nos lleven a asumir más riesgos en la noche, riesgos que durante el día no estaríamos dispuestos a correr.
Este descubrimiento nos ayuda a conocer mejor cómo funciona nuestro cerebro, de manera que si debemos tomar decisiones importantes, será mejor que lo hagamos por la mañana, cuando podemos pensar con mayor claridad para valorar los pros y contras, en vez de lanzarnos directamente a elegir la opción más arriesgada.
Fuentes:
Bedder, R. L. et. Al. (2023) Risk taking for potential losses but not gains increases with time of day. Scientific Reports; 13: 5534.
Clark, C. A. & Dagher, A. (2014) The role of dopamine in risk taking: a specific look at Parkinson’s disease and gambling. Front Behav Neurosci; 8: 196.
Long, A. B. et. Al. (2009) Serotonin shapes risky decision making in monkeys. Soc Cogn Affect Neurosci; 4(4): 346–356.
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