Las pesadillas suelen ser una experiencia bastante desagradable, incluso de adultos. El sueño es tan real que nos despertamos con el corazón desbocado y un miedo intenso. Por suerte, las pesadillas van menguando a medida que crecemos, hasta el punto que solo un pequeño porcentaje de la población adulta sufre pesadillas de forma recurrente. De hecho, si tienes malos sueños a menudo, la causa podría hallarse en tu infancia.
Un cóctel explosivo: Amnesia infantil, experiencias traumáticas y malos sueños
Si te remontas en el tiempo hasta tu primera memoria, es probable que esta provenga de los tres o cuatro años. Este fenómeno se conoce como amnesia infantil y se refiere a nuestra incapacidad para recordar los eventos que tuvieron lugar durante nuestros primeros años de vida.
Sin embargo, los niños pueden recordar experiencias de su primer año de vida, pero estos recuerdos tienden a difuminarse rápidamente y, a medida que crecemos, ese primer periodo se va haciendo más oscuro. De hecho, al llegar a la tercera edad muchas personas no pueden recordar eventos que ocurrieron antes de los 10 años. Es probable que ello se deba a los cambios que ocurren en el “almacén de nuestra memoria” a lo largo del tiempo.
Se ha descubierto que esta amnesia podría desempeñar un papel importante en el desarrollo infantil. Todo parece indicar que las experiencias traumáticas sufridas durante este período pueden causar una cascada de cambios similares a los que experimentan las víctimas de los traumas. En el caso de los niños, que normalmente no cuentan con las herramientas psicológicas adecuadas para afrontar esas situaciones, ello puede significar el desarrollo temprano de respuestas de miedo.
A largo plazo, eso puede dar pie a problemas de salud mental o hacer que seamos más vulnerables a los trastornos de ansiedad y las pesadillas. Por esta razón, los psicólogos sugieren que recordar los sueños desde los primeros años de vida, dentro del período de la amnesia infantil, puede ser clave para comprender las pesadillas frecuentes que experimentan los adultos y posiblemente también los problemas de salud mental.
Un estudio realizado en la Universidad de Warwick con 6.796 niños desveló que aquellos que sufren pesadillas recurrentes (más de dos veces por semana) entre los 3 y 7 años, tienen tres veces más probabilidades de padecer experiencias psicóticas en la adolescencia.
Otro estudio realizado en la Universidad de Budapest con 5.020 adultos descubrió que las personas que fueron separadas de sus madres durante al menos un mes en el primer año de vida sufrían más pesadillas que los demás. A este descubrimiento se le han sumado otras investigaciones en las que se han relacionado las pesadillas en la edad adulta con experiencias adversas durante los años preescolares.
Esa serie de investigaciones han llevado a Tore Nielsen, un psicólogo de la Université de Montréal, a hipotetizar que las experiencias traumáticas durante los primeros años de vida pueden afectar el curso normal del período de amnesia infantil e influir en el tipo de pesadillas y su frecuencia más adelante en la vida.
Al encuestar a más de 17.000 personas, indagando sobre los temas más habituales de sus sueños y pesadillas, así como sus experiencias de vida tempranas, descubrió que quienes podían recordar algunos sueños de ese periodo de amnesia infantil, también sufrían más pesadillas. De hecho, incluso los sueños más positivos, guardaban una relación con pesadillas posteriores, lo que sugiere que cualquier interrupción en el proceso normal de la amnesia infantil podría ocasionar problemas posteriores. En palabras sencillas: podrías tener más pesadillas porque no se ha producido un «borrado» eficiente de esos primeros años de vida.
Traumas latentes de la infancia que se activan en los sueños adultos
Nielsen sugiere que los traumas tempranos pueden influir en el desarrollo cerebral, especialmente en las zonas del hipocampo, la amígdala y la corteza frontal medial, regiones implicadas en la reacción emocional y la producción de pesadillas.
Además, los cuatro temas más recurrentes de las pesadillas de los adultos parecen estar relacionados con las primeras experiencias infantiles. Soñar que estamos cayendo, que nos persiguen o que tenemos que enfrentarnos a seres malvados también se ha relacionado con la ansiedad ante extraños que padecen los bebés y los terrores nocturnos de los niños mayores.
Por supuesto, eso no significa que todas las pesadillas tengan una conexión directa con nuestra infancia, hay periodos particularmente estresantes y conflictivos que se manifiestan a través del sueño, en los que revivimos nuestras preocupaciones, ansiedades y temores cotidianos. Sin embargo, se trata de una teoría interesante que explica por qué algunas personas en la edad adulta sufren más pesadillas que otras, también en periodos de aparente tranquilidad emocional.
Esta teoría, respaldada en observaciones prácticas, es muy interesante ya que indicaría que los recuerdos de nuestra primera infancia pueden seguir afectándonos de adultos y que las experiencias estresantes tempranas, como la separación materna prolongada o el abandono emocional, pueden ser mucho más críticas de lo que pensamos y podrían seguir manifestándose en nuestros sueños.
Fuentes:
Nielsen, T. (2017) When was your earliest dream? Association of very early dream recall with frequent current nightmares supports a stress-acceleration explanation of nightmares. Dreaming; 27(2): 122-136.
Fisher, H. L. et. Al. (2014) Childhood Parasomnias and Psychotic Experiences at Age 12 Years in a United Kingdom Birth Cohort. Sleep: 37(3): 475–482.
Csóka, S. et. Al. (2011) Early maternal separation, nightmares, and bad dreams: Results from the Hungarostudy Epidemiological Panel. Attachment & Human Development; 13(2): 125-140.
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