La empatía es una capacidad muy especial que nos permite ponernos en el lugar del otro. Gracias a la empatía no solo somos capaces de captar las emociones de los demás sino que las comprendemos y las vivimos en primera persona. Implica salir de nuestra piel y ponernos en la del otro, por lo que es uno de los estados de conexión más auténticos y profundos que podemos experimentar.
Lo curioso es que las investigaciones realizadas en el campo de las Neurociencias indican que nuestro cerebro está cableado para experimentar la empatía. Y hace poco, neurocientíficos de la Universidad de Virginia concluyeron, tras una serie de experimentos con escáneres de resonancia magnética para monitorear la actividad cerebral, que cuando existe un vínculo afectivo profundo con alguien, nuestro cerebro no establece distinciones entre lo que le pasa a esa persona y lo que nos sucede a nosotros mismos.
El dolor de las personas que amamos, es nuestro dolor
En el experimento, escanearon la actividad cerebral de 22 personas. A los voluntarios les advirtieron que recibirían pequeñas descargas eléctricas. Ante esa amenaza, los investigadores compararon sus reacciones, con la posibilidad de que una persona querida pudiera recibir el mismo tratamiento.
Los resultados fueron sorprendentes: la respuesta a nivel cerebral era casi idéntica.
Se activaron fundamentalmente tres zonas del cerebro:
– Ínsula anterior, relacionada con la experiencia subjetiva emocional y la representación del cuerpo.
– Putamen, relacionado con el control de los movimientos corporales más finos pero también con los sentimientos de amor y odio.
– Giro supramarginal, vinculado con la percepción de los estímulos táctiles, aunque también desempeña un rol protagónico en el sistema de neuronas espejo ayudándonos a identificar los gestos de los demás y a controlar nuestro nivel de empatía.
De hecho, el cerebro reaccionó de manera muy diferente cuando la “amenaza” de las descargas eléctricas se dirigía contra un desconocido. Estos resultados indican que nuestro cerebro tiene una capacidad increíble para modelar lo que le sucede a las personas que más queremos. Por tanto, la frase «ponernos en su piel» no es una mera metáfora, es muy real.
Las fronteras entre “yo” y “tú” se difuminan
Cuando hemos establecido un lazo emocional muy fuerte con alguien, se diluye la frontera entre el «yo» y el «otro». En práctica, si alguien a quien quieres está amenazado, tu cerebro lo interpretará como una amenaza personal y reaccionará en consecuencia. Si una persona a quien amas está sintiendo dolor, es probable que tú también lo experimentes.
El lazo emocional que establecemos es tan profundo que se extiende incluso a nivel neuronal. El cerebro representa a las personas que queremos de una manera muy similar a nuestra propia representación, por lo que no establece grandes distinciones entre lo que nos ocurre y lo que le ocurre a esa persona.
Sin embargo, nuestro cerebro sí distingue claramente a los extraños de las personas que conocemos y queremos, lo cual le permite funcionar con un nivel de empatía diferente. De hecho, podría tratarse de un mecanismo protector, para no sufrir tanto.
Fuentes:
Beckes, L.; Coan, J. A. & Hasselmo, K. (2013) Familiarity promotes the blurring of self and other in the neural representation of threat. Soc Cogn Affect Neurosci; 8 (6): 670-677.
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