Hoy compartimos un estudio realizado en el marco de la novedosa Neuroeconomía desarrollado en el Colegio de Medicina de Houston que se ha hecho famoso, no por su calidad o particularidad metodológica sino simplemente por la popularidad del estímulo experimental. En esencia le pidieron a un grupo de 67 voluntarios que probaran una Coca y una Pepsi (dos bebidas de contenido químico prácticamente idéntico) pero sin que estos supieran cual era una y cual la otra. Se verificó que ninguno era capaz de percibir las diferencias.
En la sesión sucesiva cuando a las personas se les revelaba la marca de las bebidas, la propensión por la Coca Cola aumentaba desmesuradamente.
A nivel neural fue posible observar la activación de algunos patrones curiosos: cuando la persona bebía la Pepsi se activaban las áreas de la corteza prefrontal ventro medial, relacionadas con la elaboración sensorial pero cuando bebían la Coca se activaba también el hipocampo y la corteza prefrontal dorso lateral, áreas implicadas en la elaboración emocional, el control cognitivo y la memoria de trabajo.
En otras palabras, el cerebro simplemente no degusta la bebida sino que además saborea la marca elaborando probablemente toda la información publicitaria relacionada con el producto que ha guardado en su memoria por lo cual se dejaría influenciar positivamente de esta información y sentiría que la Coca tiene un sabor mejor de el verdadero.
Esta información publicitaria sería el principal motivo por el cual la mayoría de las personas escoge la Coca aunque probablemente no sepa distinguir la marca pero lo cierto es que cuando conoce que está bebiendo Coca Cola la percibe con un gusto diverso.
Más curioso aún resulta el hecho de que si ponemos una etiqueta de un producto de marca conocida sobre otro producto totalmente desconocido para la persona los psicólogos del Instituto Tecnológico de Massachusetts han demostrado que la percepción del sabor varía. El nuevo producto que quizás hubiésemos rechazado es degustado con placer.
Estas investigaciones van más allá y nos demuestran que en ocasiones solo podemos degustar un sabor determinado si estamos predispuestos a sentirlo pues de lo contario no podríamos notarlo.
En fin, que no siempre degustamos la realidad sino lo que imaginamos de esa realidad.
Fuente:
Carey, B. (2006) Knowing the ingredients can change the taste. The New York Times.
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