“Es triste ese momento en el que alguien que conoces se convierte en alguien que conocías«, escribió Henry Rollins. A todos nos ha pasado: nos damos cuenta de que esa persona que creíamos conocer, ya no es la que era. En cierto momento, la conexión se esfuma y la magia se rompe.
Y puede pasarnos con cualquier tipo de relación. Desde la pareja hasta los hijos o los amigos, ningún tipo de vínculo es inmune a esa extrañeza, a menos que nos aseguremos de actualizar la relación.
Conocer bien al otro, un arma de doble filo
Cuando no actualizamos nuestros dispositivos electrónicos, es probable que comiencen a dar problemas o que no puedan procesar adecuadamente las nuevas aplicaciones, hasta que llega el punto en que simplemente dejan de ser útiles. Algo similar ocurre en las relaciones.
No somos la misma persona a los 20 que a los 40 o 60 años. Las experiencias a lo largo de la vida nos van cambiando. También cambian nuestros sueños e ilusiones, las metas y los intereses. Eso significa que, si queremos mantener el vínculo con una persona, necesitamos actualizar la relación.
Cuando conocemos a una persona, nos formamos una imagen de ella. Con el paso del tiempo, creemos que llegamos a conocerla bien y esa imagen se va cristalizando. Vamos añadiéndole etiquetas como “amable” o “testarudo”, “cariñoso” o “irritable”.
Generalmente creemos que es bueno conocer tan bien a alguien. Y lo es. Pero también tiene algunos “efectos adversos” que debemos conocer para no caer en su trampa.
En muchas ocasiones comenzamos a reaccionar ante la imagen que nos formamos del otro, en vez de tomar nota de lo que está ocurriendo realmente. Con el tiempo, el pasado en común pesa más que el presente, de forma que reaccionamos más movidos por los estereotipos y las expectativas que por la realidad.
A la larga, eso nos distancia de la persona ya que, efectivamente, dejamos de verla tal cual es. No tenemos en cuenta su posible evolución, sino que reaccionamos ante una imagen fosilizada en nuestra mente. Antes o después, esa distancia se acrecentará y puede llegar un momento en el cual, lo que nos unía dejará de existir. Es posible que en ese momento nos preguntemos “¿cómo ha podido pasar?”.
La respuesta es sencilla: no nos hemos asegurado de actualizar la relación.
¿Cómo mantener actualizada una relación que realmente te importa?
A medida que las personas cambian, también se transforman sus relaciones. Cuando sus necesidades, prioridades y valores evolucionan, es probable que intenten proyectar ese nuevo “yo” en sus vínculos. Sin embargo, del otro lado no siempre encuentran la validación y aceptación que buscan.
Muchas personas, en especial aquellas que se aferran a lo conocido y prefieren mantenerse en su zona de confort, niegan esos cambios al verlos como un elemento negativo y desestabilizador. Incluso pueden llegar a percibirlos como una “traición” ya que, en su mente, representan una ruptura del contrato implícito que ambos “firmaron” cuando se conocieron.
Sin embargo, lo cierto es que los “contratos implícitos” en las relaciones – ya sean de amistad, familiares o amorosas – no están escritos sobre la piedra sino que se reescriben cada día. Las formas de amar, estar y compartir cambian, por lo que es imprescindible mantenernos atentos a las necesidades del otro para actualizar la relación.
Por tanto, cada cierto tiempo necesitamos hacer un sondeo de la relación. De cierta forma, es como volver a los inicios para comprobar que vamos bien encaminados o necesitamos realizar cambios que consoliden el vínculo y lo hagan más satisfactorio para ambos.
No está de más sentarse para evaluar el “nivel de conexión” con preguntas como:
- ¿Qué te parece nuestra relación?
- ¿Qué es lo que más valoras?
- ¿Qué es lo que menos te gusta?
- ¿Qué querrías cambiar en nuestra interacción?
- ¿Qué desearías preservar?
Para que los demás no se conviertan en extraños, es necesario mantener un canal de comunicación permanentemente abierto. Como norma general, nadie cambia de la noche a la mañana, la conexión se va ahogando en la rutina y las ideas preconcebidas.
Por tanto, si realmente quieres mantener un vínculo, esfuérzate por entender sus necesidades, asume que vuestra relación irá cambiando y aprende a gestionar las diferencias que, sin duda, surgirán en el camino. Cuando dos personas se esfuerzan por comprender al otro y actualizar la relación, se mantienen en la misma página y pueden mirar juntos al futuro.
Sin embargo, también es cierto que existen cambios profundos y decisivos con los cuales nos resulta difícil convivir. No podemos atar al otro, de manera que, en algunas ocasiones, también es posible que sea necesario dejar ir esa relación, redibujar los límites o cambiar su estatus dentro de nuestra vida.
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