Todos nos hemos propuesto en alguna ocasión una meta que no hemos podido alcanzar porque nos hemos quedado sin motivación a mitad del camino. De hecho, las personas se proponen continuamente cambiar sus hábitos y, después de algunos días o semanas de esfuerzo, dan un paso atrás y retoman las viejas costumbres. ¿Por qué?
La mayoría de las personas piensan que se trata de falta de motivación. De hecho, es cierto que cuando encontramos los motivos adecuados, esos que nos movilizan, todo se hace más fácil. Sin embargo, todo no se reduce a la motivación. Hay un ingrediente secreto que a menudo pasamos por alto. En realidad el problema no es la falta de motivación sino la mentalidad que se encuentra en la base y termina socavándola.
Autoindulgencia, esencial para resolver problemas, desarrollar nuevos hábitos y alcanzar tus metas
Cuando la mayoría de las personas piensa en términos de motivación, realiza una asociación con las recompensas y los castigos, las clásicas zanahorias y los palos. Y cuando se trata de hábitos vinculados a la salud en especial, pensamos en muchas zanahorias, en todas las zanahorias que tendremos que comer. Y ese es precisamente el problema.
En este punto, la única conclusión lógica es que necesitamos más disciplina para cumplir nuestra meta. Por eso estamos dispuestos a pagarle a un entrenador para que nos «torture» en un gimnasio. Si no somos capaces de seguir el ritmo del entrenamiento en casa, alguien se encargará de obligarnos, nos impondrá disciplina.
Irónicamente, nosotros somos nuestros peores jueces. Cuando rompemos la dieta o no entregamos a tiempo el proyecto porque procrastinamos demasiado, nos infligimos un castigo ejemplar. En esos casos, por muy motivados que estemos, un castigo de ese tipo puede devastar nuestra motivación. Y es que cuando nos culpamos, también ponemos en duda nuestros motivos. En ese momento vacilamos y nos preguntamos si tenemos lo necesario para lograr lo que nos habíamos propuesto. ¿Qué puede ser más desmotivador?
Esta forma de pensar se basa en una creencia errónea muy común: creer que el secreto de las personas que logran sus metas cambiando sus malos hábitos consiste en tener una disciplina a prueba de balas. Creemos que se trata de personas que se “torturan” a sí mismas hasta sacar lo mejor de sí.
Sin embargo, un estudio realizado por investigadores de la Bishop’s University con 3.252 personas ha desvelado que quienes son capaces de crear hábitos positivos y cambiar vida, en realidad no están más o menos motivados que los demás y ni siquiera tienen una dosis extra de disciplina. Lo que les diferencia y les permite alcanzar sus metas es la autoindulgencia.
La autoindulgencia es la posibilidad de perdonar nuestros errores, aceptar nuestros comportamientos y debilidades o fallos. Ser autoindulgente significa tratarnos con la bondad, el cariño y la comprensión con que trataríamos a un amigo o a un niño pequeño. No es lo mismo que ser autocompasivo, ya que este concepto se relaciona con las personas que se tienen lástima, que evitan las críticas y no aceptan la realidad sobre sí mismas.
No obstante, según estos psicólogos, las personas que logran cambiar sus hábitos son aquellas que practican la autoindulgencia, las que no se castigan continuamente y no se recriminan cada vez que se equivocan. En vez de eso, se preguntan cómo podrían hacer las cosas de forma diferente.
Esta forma de relacionarse consigo mismo las aparta del modo “soy un perdedor” y les permite funcionar en un modo mucho más eficaz para resolver problemas. En vez de pensar: “debería dejar de ser tan perezoso y obligarme a ir al gimnasio” piensan en términos de soluciones: “estoy muy cansado porque anoche trasnoché, hoy tengo que acostarme más temprano para poder estar en forma e ir al gimnasio mañana”.
Estas personas no ven la situación como la ratificación de una debilidad personal sino como un problema que deben solucionar. Es lo que se denomina “Mentalidad de Resolución de Problemas”. Las personas que piensan de esta forma dejan las emociones fuera de la ecuación y se obligan a analizar la situación con mayor objetividad. En vez de juzgarse y criticarse, constatan los hechos, indagan en sus causas y buscan una solución viable.
En vez de ser rudos consigo mismos y añadir más presión, son autoindulgentes y se centran en encontrar las condiciones adecuadas para poder funcionar mejor y alcanzar su meta. De hecho, no hay ningún provecho en vapulearnos y castigarnos.
¿Cuál es la clave para ser autoindulgentes?
Una excelente estrategia consiste en pensar que en tu interior hay un pequeño niño asustado. Cuando te sientas decepcionado por tu comportamiento, porque no tuviste la disciplina necesaria, piensa en qué le dirías a ese niño. ¿Cómo le tratarías? ¿Le gritarías, criticarías y dañarías su autoestima haciéndole sentir mal o le animarías a buscar una solución y seguir adelante?
Trátate a ti mismo como tratarías a ese niño pequeño. Tus errores son fuentes de aprendizaje, no razones para castigarte.
Fuentes:
Sirois, F. M. et. Al. (2015) Self-compassion, affect, and health-promoting behaviors. Health Psychology; 34(6): 661-669.
Terry, m. L. & Leary, M. R. (2011) Self-compassion, self-regulation, and health. Self and Identity; 10 (3): 352–362.
Darian A. Robertos dice
Es un tema muy curioso, porque de cierta forma ya sabia que con rudeza para con migo no iba servir de nada pero nunca supe como tener una buena estrategia para enfrentar esto mismo, intentare la solucion que me presenta, buscare una forma adecuada para tratar a mi niña interior 🙂 Gracias por el consejo
Jhon Dorantes dice
Sin duda es un ingrediente vital, quizás se pueda llegar a confundir con auto compasión, pero va mas allá, me acabo de dar cuenta por que siempre que empezaba algo tan solo lo saboteaba con mi autoestima y actitud. Tan solo se trata de no forzar y solo fluir. Que buen articulo y los demás no están nada mal. Gracias por tu trabajo ya tienes un lector mas.