Todo aquel que haya tenido que lidiar con un bebé ansioso, sabe lo difícil que puede llegar a ser calmarlo. Cuando algunos pequeños comienzan a llorar, parecen inconsolables. Además, una vez que los hemos tranquilizado, si los dejamos de nuevo en su cuna, pueden comenzar a llorar otra vez. ¿Qué hacer? ¿Cómo calmar a un bebé ansioso y nervioso?
Los seguidores del método Ferber apostarán por el “llanto controlado”; o sea, dejar que el pequeño llore durante periodos de tiempo cada vez más largos, antes de consolarlo. Afirman que con esta estrategia los bebés aprenden a calmarse solos (al menos en teoría). Sin embargo, las Neurociencias avalan otro enfoque mucho más antiguo y menos traumático: tomar en brazos al bebé.
Las madres siempre han tenido razón
Un estudio realizado por investigadores del Instituto de Ciencias del Cerebro RIKEN en Japón ha comprobado un fenómeno universal: los bebés se calman cuando sus madres los toman en brazos. Estos neurocientíficos creen que esa respuesta de relajación está escrita en nuestro cerebro y es precisamente lo que le ha permitido a la especie humana sobrevivir.
En dicha investigación se pudo apreciar que cuando las madres toman en brazos a sus bebés, se produce una respuesta compleja en la que intervienen el sistema nervioso central, motor y cardíaco. De hecho, los movimientos cadenciosos que realizan las madres para mecer a sus hijos generan una sensación de seguridad que activa una respuesta automática de relajación.
¿Qué calma a los bebés exactamente?
La respuesta de calma está mediada por el sistema nervioso parasimpático y una zona del cerebro denominada cerebelo. Esa sensación de tranquilidad depende fundamentalmente de la propiocepción; es decir, del tacto y la posición del cuerpo en el espacio, sobre todo en el caso de los bebés.
La propiocepción es la habilidad para sentir y comprender los movimientos del cuerpo y saber dónde se encuentra en el espacio. Estos neurocientíficos también descubrieron que el contacto piel con piel y el balanceo en los brazos de la madre activan el sistema nervioso parasimpático para disminuir el ritmo cardiaco (un indicador que normalmente aumenta cuando los bebés se sienten ansiosos y nerviosos), por lo que genera una respuesta de tranquilidad.
El cerebelo, por su parte, es el centro de mando que coordina esas señales al estar vinculado al circuito de retroalimentación del nervio vago. No solo interviene en la coordinación de los movimientos, el equilibrio y la propiocepción, sino que también es una especie de guardián que protege nuestro cuerpo y activa la respuesta de lucha o huida, manteniéndose al tanto de lo que sucede en el entorno. De hecho, aunque solo ocupa el 10% del cerebro, consume una gran cantidad de energía. Cuando las madres toman en brazos a sus hijos, el cerebelo entiende que no hay peligro y desata una respuesta de relajación para que el bebé se calme.
Por tanto, entre la cuna y el calor de los brazos de la madre, un bebé siempre preferirá la segunda opción. Y entre el calor de su madre sentada o caminando, los pequeños prefieren el movimiento. No es un capricho ni tampoco que el bebé haya aprendido a “manipular” a sus padres, es una necesidad fisiológica, un mecanismo de protección ancestral que, por demás, no solo garantiza su seguridad física sino también su estabilidad emocional ya que le comienza a transmitir la idea de que el mundo es un sitio seguro donde sus necesidades cuentan y son satisfechas. Así las cosas, no dudes en consolar a tu hijo cada vez que lo necesite, durante todo el tiempo que puedas, durante todo el tiempo que te deje.
Referencia Bibliográfica:
Esposito, F. et. Al. (2013) Infant calming responses during maternal carrying in humans and mice. Current Biology; 23(9): 739-745.
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