Cada día decidimos, pensamos y hablamos dejándonos guiar por nuestras creencias. Las creencias siempre están ahí. Como una especie de acuífero subterráneo, determinan muchos de nuestros comportamientos, a veces inconscientemente, otras veces de forma más consciente.
Nos fiamos mucho de nuestras creencias, por el simple hecho de que son nuestras. Y muchas veces las confundimos con la realidad, hasta el punto que ni siquiera las cuestionamos, sino que las asumimos como verdades inamovibles e indiscutibles.
Sin embargo, la creencia es una verdad subjetiva, una convicción de algo que damos por cierto, aunque no necesariamente lo sea, por lo que no deberíamos confundirla con la verdad objetiva. “No son ideas que tenemos, son ideas que somos”, como escribió Ortega y Gasset.
Las creencias llevan implícito un sentimiento de certeza o convicción; es más, utilizamos esa sensación como prueba irrefutable de su veracidad. Pero no es así.
Las creencias constituyen los cimientos de la vida humana porque estamos sumergidos en ellas. Tienen tanto sentido para nosotros que se convierten en el trasfondo de toda nuestra existencia ya que operan en la base de nuestro pensamiento. Sin embargo, por muy firmes y verídicas que nos parezcan, no son más que un reflejo de la realidad pasado por el filtro de nuestra subjetividad.
Por eso, deberíamos repasar nuestras creencias de vez en cuando.
¿Cómo cambiar las creencias limitantes que se esconden en tu subconsciente?
Examinar nuestras creencias es una práctica muy valiosa. De hecho, si lo haces cada cierto tiempo, tiene un gran poder transformador. Esta técnica se puede aplicar en cualquier momento, pero es particularmente eficaz cuando te sientes estancado en la vida o en un proyecto. También es muy útil cuando tienes que enfrentar un problema importante o un conflicto.
1. Identificar la creencia limitante o irracional
El primer paso consiste en intentar descubrir la creencia que está provocando la acción – o inacción. Por ejemplo, si temes cambiar de trabajo, a pesar de que no te sientes cómodo en tu puesto actual, quizá se deba a la creencia de que no podrás empezar de cero o que será demasiado difícil.
También podrías examinar las creencias que te hacen sentir frustrado o resentido con otras personas, como tu pareja o tu jefe. Quizá en el fondo se esconda la idea de que no te ama lo suficiente, que no te apoya o que debería facilitarte la vida.
Es probable que esa creencia te esté limitando, generando problemas o incluso quitándote el sueño, pero nunca la has cuestionado porque das por hecho que es cierta.
2. Cuestionar la creencia de fondo
El segundo paso consiste en valorar esa idea para comprobar su racionalidad y asegurarte de que tenga una base objetiva. Puedes plantearte algunas de estas preguntas:
- ¿Qué efecto tiene esa creencia en mí y en mi vida? ¿Te motiva a cuidarte o actuar de acuerdo con tus intenciones? O al contrario, ¿te paraliza o te genera frustración? La clave consiste en que comprendas las consecuencias de esa creencia en tus decisiones y, en general, en tu vida.
- ¿Esa creencia es realmente cierta? Puede parecer real… pero ¿es verdad? La idea es que te cuestiones lo que representa esa creencia. Recuerda que muchas veces, cuando queremos que algo sea cierto, intentamos convencernos de ello. ¿De dónde surge esa idea? Es probable que descubras que te la inocularon en tu infancia o adolescencia. O quizá es el resultado de generalizaciones erróneas y juicios precipitados. Hazle un “juicio” a tu creencia en el que actúes como abogado, fiscal y juez. Pregúntate: ¿Qué pruebas reales tengo para creer esto? ¿Qué experiencias en mi vida demuestran que no es verdad? Si lo analizas fríamente, es probable que se desmorone el castillo de naipes que has construido alrededor de esa creencia.
- ¿Qué podrías lograr si te deshicieras de esa creencia? Imagina cómo te sentirías si no pensaras así. ¿Cómo sería? ¿Qué te atreverías a hacer? ¿O qué no harías? Se trata de vislumbrar qué decisiones tomarías, cómo te sentirías o cómo vivirías si te deshicieses de eso que te está limitando.
Una vez que hayas realizado ese ejercicio, pregúntate si te gustaría o sería conveniente dejar ir esa idea. Si se trata de una creencia limitante, deshacerte de ella te ayudará a crecer y desarrollar tu potencial.
3. Cambiar las creencias limitantes por otras ideas más desarrolladoras
Eliminar una creencia irracional o limitante no es como borrar un archivo de tu ordenador o móvil: el espacio vacío tiende a llenarse con lo que ya conoces. Para evitar que la antigua creencia regrese disfrazada con otros pensamientos, necesitas reemplazarla por una idea más funcional y alineada con tus objetivos.
¿Cómo hacerlo? Este es el plan:
- Define una nueva creencia más positiva y realista. No se trata de saltar del “no soy capaz de hablar en público” al “soy el mejor orador del mundo” porque tu cerebro no se lo creerá. Ambas creencias son poco objetivas. Por tanto, opta por una vía intermedia en la que puedas creer y te motive a crecer, como: “puedo mejorar mi habilidad para hablar en público con la práctica”.
- Encuentra evidencias que respalden tu nueva creencia. Una manera efectiva de sustituir una creencia por una idea más desarrolladora consiste en encontrar hechos que la respalden. Si crees que no eres capaz de hablar en público, echa la vista atrás porque seguramente encontrarás situaciones en las que pudiste desenvolverte bastante bien, aunque haya sido con un grupo reducido de amigos. También puedes tomar nota de otros problemas que hayas superado en el pasado ya que la sensación de autoeficacia es fundamental para cambiar las creencias más arraigadas en tu subconsciente.
- Cambia tu narrativa interna con metáforas. En ocasiones, sobre todo cuando se trata de creencias muy arraigadas, es difícil cambiarlas aludiendo solo a la razón. En ese caso, las metáforas pueden convertirse en tu as bajo la manga. Piensa como describirías la creencia que quieres eliminar y visualiza justo lo contrario. Por ejemplo, si la percibes como un «peso que te hunde», imagina literalmente quitártelo como si fuera una mochila y caminar más ligero. Si te sientes atrapado, imagínate rompiendo una cuerda. Esa técnica de visualización positiva puede convertirse en tu mejor aliado para avanzar.
- Refuérzala a diario. Usa afirmaciones, escribe tu nueva creencia en lugares visibles o repítela frente al espejo como si estuvieras ensayando un discurso motivacional. La repetición es una técnica de PNL muy sencilla y útil para reprogramar tu mente.
- Actúa en consonancia con tu nueva creencia. Las acciones son el pegamento que fijan las ideas. Si tu nueva creencia es que puedes mejorar tus habilidades comunicativas, inscríbete en un curso de oratoria, por ejemplo. Así podrás reforzar el cambio. Se trata de imaginar lo que podrías hacer sin esa creencia y dar el primer paso en esa dirección. El secreto radica en comenzar a actuar desde el espacio de libertad que se genera cuando abandonas esa creencia.
- Divide la creencia en partes más pequeñas. Muchas creencias limitantes se basan en pensamientos globales que suelen ser difíciles de eliminar de raíz. En ese caso, quizá te ayude dividirlos en fragmentos más pequeños. Si crees que “no soy capaz de hablar en público”, empieza por evaluar y mejorar aspectos pequeños pero fundamentales, como una articulación clara, el control de la voz y la entonación, la organización del contenido, el manejo del lenguaje extraverbal o las capacidades de persuasión e improvisación. Cada vez que logres mejorar en un área, estarás apuntalando tu nueva creencia.
Recuerda que tu cerebro se siente cómodo con la rutina y las cosas conocidas, pero en ocasiones esa familiaridad se convierte en un obstáculo para el crecimiento. Por eso, conviene realizar cada cierto tiempo un examen de tus creencias y comprometerte con cambiar aquellas que ya no te aportan nada o que incluso te están obstaculizando.
Referencias Bibliográficas:
Sharot, T. et. Al. (2023) Why and When Beliefs Change. Perspect Psychol Sci; 18(1):142-151.
Diez, A. (2017) Más sobre la interpretación (II). Ideas y creencias. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq; 37(131).
Deja una respuesta