¿En cuántas ocasiones te has planteado metas personales realmente importantes pero al final has terminado distraído de tu objetivos?
¿Cuántas veces te has dicho: “voy a cambiar de trabajo” pero finalmente te quedas en el mismo puesto porque el salario no es malo y porque primero debes terminar un proyecto que terminas relacionando con otro proyecto en una tela de araña que nunca termina?
¿Cuántas veces te has planteado comenzar a hacer ejercicios o aprender a tocar un instrumento musical pero los problemas del día a día van atrasando estas metas personales?
Así, al cabo de seis meses o de un año, te encontrarás exactamente en el mismo sitio y con las mismas metas.
Es obvio que existe un problema: la falta de compromiso con las metas personales.
Un curioso experimento nos demuestra cómo a través de una estrategia muy sencilla podemos aprender a comprometernos con nuestras metas o simplemente dejarlas ir.
El experimento en cuestión fue desarrollado en la Universidad de Nueva York y contó con 136 participantes que fueron divididos en tres grupos, a cada uno de los cuales se les brindó una forma de pensar diferente sobre cómo deberían resolver una problemática.
– Disfrutar: imaginando una visión positiva de cómo el problema podría ser resuelto.
– Meditar: pensando sobre los aspectos negativos de la situación problémica.
– Contrastar: imaginar primeramente una visión positiva de la posible solución del problema y después, pensar sobre los aspectos negativos de la realidad. Mientras tenían ambas ideas en la mente a las personas se les pidió que compararan la realidad con la fantasía.
Finalmente, todos los participantes debían expresar sus expectativas sobre el posible éxito en la consecución de la meta que se les había propuesto.
Como ya podrán presuponer, la técnica del contraste fue la más efectiva para motivar a las personas a hacer planes y tomarse la responsabilidad por los mismos. Además, las personas que fueron inducidas a pensar de esta manera también se mostraron más enérgicas y rápidas a entrar en acción; pero… sólo cuando las expectativas de éxito eran elevadas. Cuando las personas ya pensaban de antemano que las posibilidades de éxito eran bajas, esta técnica no se mostró efectiva e incluso les condujo a realizar menos planes y ser más irresponsables con los mismos. ¿Por qué?
Todo indica que cuando las personas se ven forzadas a contrastar la realidad con la fantasía, deciden inmediatamente si las metas son realizables o no, y consecuentemente, se implican en las mismas o simplemente las dejan ir.
En este punto surge inevitablemente una pregunta: ¿por qué el contraste mental nos resulta tan difícil?
Los investigadores afirman que experimentamos una fuerte disonancia cognitiva, un estado en el cual nuestro yo no se siente cómodo ya que comprende la imaginación y la realidad como incompatibles entre sí; por ello, mostraremos la tendencia a no compararlas. En otras palabras: manifestamos una tendencia a no mezclar la fantasía y la realidad porque la diferencia entre una y otra nos hace sentir incómodos; sobre todo cuando nos percatamos que la fantasía hecha realidad puede ser deprimente.
No obstante, lo positivo de la técnica del contraste es que ésta nos fuerza a decidir y, si creemos realmente en la meta que nos hemos propuesto, nos dará nuevas fuerzas para enfrentarla, nos ayudará a comprometernos con nuestras metas personales.
Fuente:
Oettingen, G.; Pak, H. & Schnetter, K. (2001) Self-regulation of goal setting: turning free fantasies about the future into binding goals. Journal of Personality and Social Psychology; 80(5): 736-753.
Juancho dice
Muy buena información. Se agradece.
Saludos.