
¿Alguna vez un simple comentario, una mirada o incluso un encuentro fortuito te han arruinado el día? No eres el único. En un mundo donde las emociones están a flor de piel, es fácil sentirse ofendido y dejarse arrastrar por el tsunami emocional que desencadena el agravio.
Como resultado, es probable que pases toda la jornada enfurruñado, irritable y desconcentrado. Hasta tal punto, que ese incidente puntual puede acabar causando errores u otros problemas y conflictos simplemente porque su onda expansiva se extiende a todas las esferas de tu vida.
¿La buena noticia? Hay una manera mejor de lidiar con esas situaciones para impedir que se adueñen de tu jornada y determinen tu estado de ánimo.
Sentirse ofendido, una emoción autoconsciente
No solemos ser plenamente conscientes del nivel de estrés que suelen generar las ofensas. Por eso, si no le ponemos coto rápidamente, emociones como la rabia, la ira o el resentimiento toman el mando. La claridad mental se desvanece. Y perdemos tiempo y energía dándole vueltas a lo ocurrido. Nos obsesionamos con algo que pertenece al pasado, pero cuyos tentáculos siguen determinando nuestro presente y limitando nuestro futuro.
Sin embargo, a diferencia de las emociones básicas y automáticas (como el miedo), sentirse ofendido es una emoción autoconsciente. Eso significa que para que se active requiere una dosis de autoconciencia y autorrepresentación.
Al igual que la culpa, sentirse ofendido tiene un elevado componente cognitivo, por lo que los pensamientos pueden alimentar esa sensación o, al contrario, aplacarla. Traducción: cuantas más vueltas le des a la ofensa y más personal lo hagas, más ofendido te sentirás.
Método F.L.O.T.A. para dejar de ofenderse por todo
He desarrollado el acrónimo FLOTA (Frena – Localiza – Objetiviza – Testea – Avanza) para ayudarte a recordar los pasos que debes dar para evitar quedarte atrapado en el bucle de la ofensa.
FRENA la reacción emocional
La sensación de ofensa a menudo viene acompañada de emociones intensas como la ira, la decepción, la amargura y el rencor. Si dejas que crezcan, es probable que sufras un secuestro emocional en toda regla.
Por ese motivo, cuando algo te duela u ofenda, ponte en pausa. No reacciones por impulso. No te dejes llevar. Respira profundamente y decide no actuar de inmediato. Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio comprobó que respirar profundamente es una técnica muy eficaz para controlar emociones como la ira.
Las respiraciones lentas y profundas calman el sistema nervioso simpático y activan el sistema nervioso parasimpático, que genera tranquilidad. Eso te permitirá retomar el control o evitar que lo pierdas. Se trata simplemente de darte un margen de tiempo para evitar que esa ola de frustración y enfado crezca desmesuradamente y te acompañe durante toda la jornada.
LOCALIZA tus pensamientos negativos
Cuando alguien te hace un comentario que te molesta, es como si te llegara una notificación con el mensaje: “¡ALERTA! Ataque personal”. Automáticamente, tu cerebro empieza a construir un guion mental: “quiere hundirme”, “quiere humillarme”, «no me valora«…
Presta atención a ese tipo de pensamientos negativos porque actúan como combustible para la ofensa. Sin ellos, el comentario sería solo eso: un comentario, no un drama. Repetirlos como un disco rayado generará un bucle de rumiación. Por tanto, detenlos antes de que sea demasiado tarde.
OBJETIVIZA tus generalizaciones
Ese tipo de pensamientos automáticos distorsionan la realidad a golpe de generalizaciones infundadas o catastrofizando lo que ha ocurrido hasta robarte la perspectiva. Por tanto, si descubres que tu discurso interior se mueve en términos de “nunca” o “siempre”, es probable que estés ignorando matices clave.
Cuestionar esas generalizaciones te ayudará a asumir una distancia psicológica para ver lo sucedido desde una perspectiva más objetiva. Pregúntate: ¿Qué me hizo pensar eso? ¿Es cierto o solo estoy exagerando? ¿Estoy asumiendo lo peor? ¿Tiene algo de verdad o solo estoy interpretando la situación desde mis propias inseguridades?
TESTEA otras opciones
Nuestro cerebro está programado para buscar amenazas, incluso donde no las hay. Cuando alguien dice o hace algo que nos molesta u ofende, no siempre lo hace intencionalmente. En realidad, la mayoría de la gente está demasiado ocupada pensando en sí misma como para idear ofensas magistrales.
Un experimento psicológico comprobó que creemos que los demás notan nuestros errores o defectos 2-3 veces más de lo que realmente lo hacen. Nuestro sesgo egocéntrico nos lleva a pensar que los demás nos incordian a propósito, pero generalmente se debe más a la falta de atención que a una intencionalidad maliciosa.
Por tanto, el ejercicio “¿Y si…?” podría ayudarte a desdramatizar. Por ejemplo, en vez de pensar que la persona que llegó tarde te falta el respeto, puedes plantearte: “¿Y si llegó tarde porque tuvo un mal día?” o “¿y si me respondió mal porque no se siente bien?”. Se trata de plantear escenarios alternativos que resulten más amenazantes para tu «yo» – y probablemente también más verídicos.
AVANZA
Si después de todo este proceso llegas a la conclusión de que se trata de una ofensa, es probable que incluso así no valga la pena tu energía. Darle vueltas a lo ocurrido implica conferirle mayor valor. Por tanto, enfócate en lo que realmente importa y no permitas que cosas insignificantes dicten tu estado emocional.
Imagina que tu mente es como un GPS emocional. Cuando alguien te ofende, es como si el sistema te sugiriera un desvío hacia un callejón sin salida. en cambio, si avanzas podrás recalcular la ruta para que no te quedes atrapado en esa situación.
No es ignorar lo que pasó ni fingir que no te dolió. Es elegir conscientemente no convertir una piedra en el zapato en una roca en el alma. Cada minuto que le dedicas a repasar mentalmente la ofensa, la inflas como un globo.
Elige pensamientos alternativos más inteligentes que protejan tu estabilidad emocional o te mantengan con los pies en la tierra y en control de la situación. Dite: “prefiero gastar mi energía en algo más útil o que pueda controlar”.
Neurocientíficos de la Universidad de Stanford han comprobado que bastan unos segundos de replanteamiento deliberado y estratégico del pensamiento para reducir la respuesta de activación de la amígdala; lo cual significa recuperar el control y restaurar la calma.
Reescribir tu interpretación no significa negar la realidad ni volverte insensible o indiferente, sino dejar de poner tu paz en manos de los demás. Significa desarrollar una fortaleza interna que te permita gestionar mejor las críticas, los comentarios o cualquier desencuentro sin que te desestabilicen.
En un mundo lleno de opiniones y juicios, desarrollar la capacidad de no tomarse todo como algo personal es una herramienta poderosa para preservar la paz interior. Recuerda, no puedes controlar lo que otros dicen o hacen, pero puedes controlar cómo reaccionas ante ello.
Referencias Bibliográficas:
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