La pregunta: “cómo elegir un psicólogo” es una constante que he tenido que escuchar una y otra vez. Son muchas las personas que no están familiarizadas con este campo del conocimiento y ante las “historias poco felices” que corren de boca en boca (y los tantísimos charlatanes que han poblado medio mundo), es normal que nos preguntemos cuáles son las diferencias entre los profesionales de la psiquis y cómo elegir el más adecuado.
Pero antes de entrar en materia me gustaría dejar un aspecto bien claro: los psicólogos no tienen una varita mágica con la cual combatir el malestar. Esto significa que el éxito de la terapia no solo dependerá de la habilidad y competencia del psicólogo sino también del nivel de compromiso que cada persona esté dispuesta a entregar. Es precisamente como ir al doctor: el doctor puede hacer un excelente diagnóstico pero si no cambiamos el estilo de vida y no tomamos los medicamentos que nos recetan, probablemente la enfermedad continuará avanzando.
Una vez delimitado este aspecto, lo primero que debemos tener en cuenta es que existen diferentes especialidades de la Psicología y que no todas nos valen. Para elegir un psicólogo, parte de la problemática: ¿qué sentimos? ¿qué queremos arreglar? Si tenemos problemas con nuestros hijos, lo más adecuado sería ir a un psicólogo infantil o especializado en terapia familiar. Si tenemos dificultades de pareja o en el área sexual, lo más indicado sería buscar un sexólogo. En fin, la Psicología es muy amplia y aunque existen psicólogos clínicos generales, muchos de ellos se han especializado en una o dos áreas. Optar por un profesional especializado en un campo es importante porque este podría brindarnos una ayuda mucho más específica y probablemente tendrá mucha experiencia en casos idénticos.
Algunos profesionales afirman que es importante delimitar con antelación el género del psicólogo en aras de agilizar el proceso de conocimiento ya que a veces las personas se sienten mucho más comprendidas, aceptadas y libres con profesionales de su mismo género. Particularmente, considero que normalmente todos los psicólogos poseen las herramientas adecuadas para que cualquiera se pueda sentir cómodo en su presencia. Por esta razón, en vez de delimitar el género como un aspecto esencial en el momento de elegir un psicólogo, prefiero puntualizar la necesidad de sentir empatía. Es decir, deberíamos confiar un poco más en nuestra intuición y, si nos sentimos a gusto con el psicólogo, entonces no hay necesidad de buscar más. Después de todo, lo importante en la relación terapéutica es la relación que se establece entre psicólogo-cliente.
Otro punto importante a considerar para elegir un psicólogo es su orientación. En la Psicología existen diferentes escuelas que tienen técnicas diversas. Probablemente la más extendida y popularizada es el Psicoanálisis pero existen otras. Normalmente el Psicoanálisis demanda una terapia más extensa en el tiempo cuyos resultados se ven a largo plazo mientras que otras escuelas como el Conductismo brindan resultados más breves (si bien algunos psicólogos la desechan porque afirman que no ahondan demasiado en las causas de la problemática por lo que el problema real sigue subyacente).
Hace algunos años un psicólogo (no recuerdo en estos momentos quien) realizó una investigación para evaluar qué sistemas psicoterapéuticos eran más exitosos y pudo apreciar que todos tenían un porcentaje bastante similar de éxito (entendido como curaciones). ¿Por qué? Sencillamente porque el hecho de poder expresar lo que pensamos y sentimos ante una persona que no nos critica sino que es empática, ya es de por sí terapéutico.
Con esto quiero decir que la escuela psicológica no siempre es determinante para el éxito de la terapia. No obstante, si tuviese que elegir un psicólogo para mi, preferiría un profesional ecléctico que manejase las diferentes técnicas psicológicas y que las aplicara valorando cada caso de manera individual.
También debe conocerse que no siempre el psicólogo sabe con precisión cuánto puede durar una terapia, por el simple hecho de que en ocasiones la persona se presenta con una “demanda de consulta” pero en la misma medida en que se va progresando, se van descubriendo otros problemas subyacentes que deben ser resueltos. Yo misma, he tenido casos que al inicio me parecían muy sencillos y que a la larga demandaron muchísimo trabajo mientras que otros casos que había considerado como particularmente complicados, han tenido verdaderos “awareness” y en pocas sesiones hemos solucionado la problemática.
Aún así, estas son excepciones y como regla general, después del diagnóstico, el psicólogo y el cliente pueden establecer una especie de “contrato tácito” donde se hace referencia a un tiempo estimado durante el cual se extenderá el tratamiento.
Finalmente, debemos tener presente que la Psicología no se restringe a la Psicoterapia (que es un tratamiento mucho más profundo y normalmente más largo). De hecho, en la práctica existen muchos casos que se resuelven con dos o tres sesiones de orientación (una práctica psicológica mucho más rápida dirigida esencialmente a brindar información sobre una problemática y una serie de técnicas concretas para enfrentarla).
Preguntas del tipo: ¿qué experiencia tiene en problemas como el mío? ¿dónde se graduó? ¿cuántos años lleva ejerciendo? ¿está colegiado? ¿cuál será el costo de la consulta? ¿qué tiempo aproximado puede tomar el tratamiento? no deberían ofender a ningún profesional.
Para concluir, desearía aclarar que no es una buena idea abandonar una terapia cuando se están viendo los primeros signos de mejoría (los más usuales son: sentirse menos agobiado y con esperanzas). Todos los problemas no demandan el mismo tiempo, cada caso es diferente; por ende, aunque la terapia parezca larga, debemos preguntarnos si realmente está funcionando.
Anónimo dice
Creo recordar que fue Eysenck…
Échele un vistazo al link que habla de esto…
Saludos y agradecido por sus artículos,
Eduardo
http://yontorress.blogspot.com/2009/01/usos-y-abusos-de-la-psicologa-de.html
¿Psicoterapia o Terapia de Conducta?
La crítica que Eysenck realizó a la pretendida eficacia de las psicoterapias y su defensa de la Terapia de Conducta como la orientación clínica más eficaz para el tratamiento de los desórdenes neuróticos arrancó en su artículo «Los efectos de la psicoterapia: una evaluación» (Eysenck, 1952b). A pesar de que la psicoterapia (básicamente de orientación psicoanalítica, aunque no de forma exclusiva) era una práctica médica muy extendida y poseedora ya de varias décadas de tradición, Eysenck encontró que no había ninguna evidencia empírica que probase su eficacia por encima de la ausencia de tratamiento. Más allá de la consideración freudiana de que el psicoanálisis era el único camino a través del cual se podrían resolver los problemas neuróticos, Eysenck observó en su práctica en el Mill Hill y en el Maudsley Hospital que muy a menudo estos trastornos remitían sin necesidad de un tratamiento explícito, y que la frecuencia de esta remisión era comparable a la eficacia que los psicoterapeutas obtenían mediante sus largas y complejas intervenciones. La conclusión que de esta comparación se extraía era inquietantemente obvia.
Semejante afirmación desencadenó una sucesión de respuestas más o menos encendidas. A pesar de que Eysenck se había cuidado especialmente de no afirmar que la falta de efectividad de las psicoterapias estaba probada, sino que (y el matiz es fundamental) aún no había pruebas empíricas de su efectividad, este trabajo levantó una ola de indignación contra Eysenck en los círculos psicoanalíticos. Los estudios acerca de la efectividad de las psicoterapias se han ido sucediendo desde entonces sin que las conclusiones que de ellos se obtienen alteren sustancialmente las mantenidas por Eysenck en su trabajo de 1952, –entre las últimas revisiones y metaanálisis caben citar, por ejemplo, los de Rachman y Wilson (1980), o los de Svardberg y Stiles (1991). Por otro lado, los escasos trabajos en donde sí se concluye cierta eficacia en la capacidad de la práctica psicoterapéutica para resolver los desórdenes neuróticos, –por ejemplo, el muy citado libro de Smith, Glass y Miller (1980)–, basan sus conclusiones en un dudoso análisis de los datos, de forma que una revisión rigurosa y prudente de los mismos no permite concluir que las terapias freudianas, adlerianas, centradas en el cliente, etc., produzcan efectos muy superiores a los de las terapias placebo (Erwin, 1986; o el propio Eysenck, 1994, 1997).
Jennifer Delgado Suarez dice
Eduardo,
Gracias por la puntualización.
¡Excelente resumen sobre las investigaciones realizadas para analizar la eficacia de las distintas corrientes psicoterapéuticas!
Un saludo
Anónimo dice
@Anónimo
No se sabe con exactitud que pasa en cerebro con la psicoterapia, pero es lo que más funciona. Sólo un pequeño porcentaje de la población requiere medicación; sino preguntale a Loren Mosher.