Corría la década del ’50 cuando el biólogo Jonas Salk trabajaba en la cura para la polio en un oscuro laboratorio de Pittsburgh. Sus progresos eran muy lentos hasta que se trasladó a un monasterio italiano en Assisi donde predominaba el verde y las consabidas formas redondeadas. De manera casi inmediata Salk tuvo un insight y logró dirigir sus pasos adecuadamente hacia la vacuna de la polio.
Salk estaba convencido de que su “iluminación” se debió al cambio de ambiente y a la peculiar estructura arquitectónica del lugar que logró estimular su creatividad. Y lo cierto es que los arquitectos también habían intuido desde tiempos inmemorables que los espacios pueden incidir en nuestros pensamientos, sentimientos e incluso en nuestros comportamientos. Pero no es hasta las décadas del’60 y los ’70 que comienzan las investigaciones verdaderamente profundas que intentan conectar los entornos constructivos con las reacciones de las personas.
En el año 2007 Meyers-Levy, un profesor de la Universidad de Minnesota hace un descubrimiento asombroso: la altura de los techos afecta el pensamiento de las personas. En este experimento se asignaron un total de 100 voluntarios a una habitación con un techo ubicado a la altura de 10 pies o a una habitación con un techo mucho más bajo. Posteriormente cada participante debía agrupar una serie de ítems en diversas categorías de su creación.
Asombrosamente las personas que completaron la tarea en la habitación que tenía el techo más alto eligieron categorías más abstractas de agrupación mientras que el resto de las personas mostraron una preferencia por agrupar los ítems en categorías concretas. Meyers afirma que las condiciones del techo incide en cómo procesamos la información haciéndonos personas más o menos libres físicamente y por ende, esto puede potenciar un pensamiento más libre y flexible con tendencia a la abstracción o, al contrario, puede conducir a un tipo de pensamiento más rígido y concreto.
Según Meyers, la constricción física que pueden provocar los techos bajos hace que las personas sean más detallistas y prefieran una perspectiva más concreta; por lo cual este tipo de construcción sería ideal para las salas de cirugía mientras que los techos altos serían idóneos para los estudios de arte donde se debe desbordar la creatividad.
Pero éste no es el único estudio que nos habla sobre la influencia de la arquitectura en nuestro sentir o pensar cotidiano. En el año 2000 Nancy Wells, psicóloga de la Universidad de Cornell, evaluó las relaciones existentes entre los paisajes que se aprecian por las ventanas de las casas y el desarrollo de la atención de los niños.
En esta ocasión el estudio se extendió durante cinco años, desde los siete hasta los doce años de edad de los pequeños. Así, Wells halló que los niños que apreciaban el verde desde sus ventanas también obtuvieron las mejores puntuaciones en los test de atención.
Esta idea se sustentó en el año 2009 cuando Kenneth Tanner, investigadora de la Universidad de Georgia, demostró que los estudiantes que podían ver un paisaje natural desde su pupitre también mostraban un mayor aprovechamiento académico.
Esta vez se trabajó con más de 10 000 estudiantes de 71 escuelas elementales de Georgia. Al finalizar el experimento se observó que aquellos niños que apreciaron cualquier tipo de paisaje natural que cubriera al menos 50 pies, también mostraron las puntuaciones mayores en los test de vocabulario, de lenguaje, de arte y de matemáticas en comparación con los niños que veían desde su ventana un paisaje urbano.
Y es que sin lugar a dudas, cuando las formas, la iluminación y los volúmenes se entremezclan pueden generar fuertes sensaciones propiciando experiencias únicas de espacio que pueden hacernos más o menos creativos, más o menos centrados en nuestra tarea o que incluso pueden conducirnos a la depresión o al contrario, facilitan nuestro equilibrio psicológico.
Así, quizás la próxima vez que nos toque comprar casa veremos con otros ojos no solo los paisajes sino también las peculiaridades de la arquitectura.
Fuentes:
Tanner, C. K. (2009) Effects of school design on student outcomes. Journal of Educational Administration; 47(3): 381-399.
Meyers, J. & Zhu, R. (2007) The influence of ceiling height: The effect of priming on the type of processing that people use. Journal of Consumer Research; 34(2): 174-186.
Wells, N. (2000) At home with nature, effects of «Greenness» on children’s cognitive functioning. Environment and Behavior; 32(6): 775-795.
IMG PUBLICIDAD dice
Muy interesante…
El paciente y tú dice
Increíble, intuía que el paisaje y las formas "especiales" de un edificio nos hacían sentir diferente, pero no creía que hasta tal punto.
Gracias por el post!
saludos!
Jennifer Delgado Suarez dice
Todo lo que nos rodea tiene un impacto menor o mayor en nuestra psiquis. Sin lugar a dudas la arquitectura es uno de esos detalles que no nos pasa desapercibidos; sobre todo porque quienes diseñan estos espacios lo hacen precisamente con el objetivo de crear ciertas vivencias en quienes visitan las instalaciones.
Así, hay quienes creen que la arquitectura, al igual que un buen libro o un filme, también debe ser capaz de despertar emociones.
Walter dice
Hola, yo soy Arquitecto y es realmente interesante, aunque sabido por los arquis, que esto es verdad. Y es más, cuando estaba en taller (que es lo más importante de la carrera) cuando me encontraba estressado o muy activo, generalmente las formas que conseguía tenían muchas puntas y formas rectas, así mismo, cuando se necesita dar movimiento, armonía y una sensación "más tranquila" es mejor trabajar con curvas y espacios que tiendan al movimiento visual….buena investigación, hay mucho más que gustaría de comentar, pero lo más importante, Arquitectura es Arte y como tal, debe tener un trasfondo y una lógica que sustente los ideales y visiones del artista (Arquitecto). Salu2 😀
Jennifer Delgado Suarez dice
Walter,
Muchas gracias por dejarnos tus experiencias que sin lugar a dudas son muy válidas ya que provienen de un arquitecto.
Como psicóloga, nunca termino de asombrarme con las infinitas formas que tiene nuestro inconsciente de manifestarse. Y, a la vez, como nos dejamos influenciar por los detalles aparentemente más insignificantes de nuestro medio.
José Angel Jimenez Hernandez dice
Muy buena e interesante investigación, se debería remodelar nuestros espacios de trabajo de acuerdo a las necesidades para conseguir mejores trabajos.