Un amigo psicólogo suele bromear: «Si el auto se rompe vas donde el mecánico; si te enfermas vas al doctor; si te deprimes, te estresas o te sientes obsesionado vas a buscar consejo en el vecino». Si bien esta frase podría parecernos algo «fuerte», lo cierto es que muchas veces actuamos de esta forma, quizás porque pensamos que «todos somos un poco psicólogos».
Pero el objetivo de este artículo no es reivindicar la figura del psicólogo sino concientizar lo poco que valoramos nuestro equilibrio mental. Si tenemos un ordenador de seguro le tenemos instalado un antivirus para protegerlo, en muchas ocasiones nos vacunamos contra la gripe estacional para cuidar la salud pero… ¿cómo protegemos nuestro equilibrio psicológico?
Probablemente nuestras defensas mentales sean tan bajas porque no tenemos total conciencia del devastador efecto que pueden tener los pensamientos negativos para nuestro equilibrio emocional.
Cuando somos felices nuestro cerebro trabaja a máxima capacidad, liberamos endorfinas que nos protegen del dolor físico y producimos una mayor cantidad de gamma globulina que fortalece nuestro sistema inmunológico y de Interferon que nos ayuda a combatir las infecciones y los virus.
Entonces… ¿por qué no somos felices? ¿cómo podemos levantar ciertas barreras para mantener nuestro equilibrio psicológico?
A modo de ejemplo, muy sencillo pero altamente ilustrativo, podemos recrear el funcionamiento de un antivirus. En esencia el antivirus detecta aquellos programas o aplicaciones potencialmente dañinas y acto seguido nos pide que seleccionemos una acción de un menú: 1. cerrar la aplicación, 2. marcarla como elemento peligroso, 3. eliminar el programa o, 4. permitir su ejecución. En este último caso el antivirus no se responsabiliza de los daños.
Asumamos este sencillo algoritmo para levantar barreras contra todo aquello que puede desestabilizar nuestro equilibrio, así, podemos hacer referencia a tres formas de pensar que son altamente dañinas:
1. Auto flagelación mental. En muchas ocasiones comenzamos una conversación con nosotros mismos que está llena de recriminaciones, autocríticas destructivas, desesperanza… Nos dirigimos las frases más hirientes y crueles, aquellas que jamás le diríamos a otra persona. Entonces… ¿por qué tratarnos de esa manera? Respetarnos a nosotros mismos es una buena forma de lograr el respeto de los otros, valorar nuestros esfuerzos y darnos pequeños regalos por nuestras conquistas es una manera de mimar nuestro niño interior y asegurarnos de que las cosas podrán ir aún mejor.
2. Monólogos descorazonadores. Algunas veces estamos sumamente entusiasmados con un nuevo proyecto, una nueva relación, un viaje que emprenderemos… pero acto seguido nuestra mente comienza a generar ideas negativas sobre nuestras capacidades para ponerlos en práctica, las posibles consecuencias negativas, las dificultades que tendremos que enfrentar, el tiempo que nos tomará… En fin, que el proyecto tan ansiado la mayoría de las veces se queda en planes. No hay camino más seguro hacia la inmovilidad que los monólogos descorazonadores. Estas trabas nos las autoimponemos para frenar nuestras emociones exaltadas buscando la racionalidad en aquello que deseamos emprender pero… ¡cuidado! una cosa es pensar y planificar y otra bien diversa es creer que todo irá mal.
3. La vuelta al pasado. Cuando deseamos iniciar una nueva actividad es común que se apodere de nosotros cierta incertidumbre, tenemos inquietudes, zozobras, miedos. Entonces la estrategia más usual es regresar al pasado, buscar lo conocido como un asidero o punto de partida en el cual nos sentimos más confiados ¿o no? En muchas ocasiones volver al pasado solo limita nuestras potencialidades presentes. El ejemplo más palpable son las personas que padecen de ciertas fobias. Generalmente las fobias se recrudecen a partir de un hecho desencadenante, un punto de inicio, cuando estas personas deben enfrentar nuevamente una situación similar, regresan al momento traumático y no son capaces de seguir adelante.
Debemos tener en cuenta que cualquier error o mala experiencia que hayamos vivido no tiene porque revivirse en el presente o el futuro. El pasado está compuesto por una serie de historias que nos sirven para tomar experiencias que enriquecerán nuestro presente, no para convertirse en un lastre para el crecimiento.
Sin lugar a dudas existen muchas otras formas de romper nuestro equilibrio psicológico pero la vía más certera para el crecimiento personal es ir paso a paso, procedamos entonces a instalar ese antivirus mental.
Deja una respuesta