Las personas que nos rodean quieren lo mejor para nosotros, o al menos eso dicen. El problema radica en que, junto a sus mejores deseos, también llegan las expectativas, como esos regalos que uno no espera (ni quiere) y después no sabe qué hacer con ellos y terminan dando vueltas por casa.
De hecho, todos tienen expectativas sobre cómo deberíamos comportarnos, qué deberíamos hacer e incluso sobre lo que deberíamos lograr en la vida o las cosas a las que deberíamos aspirar. Tu pareja, tus padres, tu jefe, tus amigos o tus compañeros de trabajo tienen determinadas expectativas sobre ti, algunas las habrán hecho explícitas a través de sus comentarios, otras serán implícitas. Sin embargo, todas influyen en tu comportamiento, aunque no seas consciente de ello. La pregunta es: ¿hasta qué punto pueden cambiar tus decisiones e incidir en tu vida?
Si los demás esperan algo de ti, intentarás cambiar para satisfacerlos
Un experimento clásico de la historia de la Psicología nos brinda la respuesta. Un grupo de psicólogos de la Universidad de Minnesota estaban convencidos de que la gente percibe de forma automática cómo los demás los ven y, sin darse cuenta, comienzan a mostrar las conductas que se esperan de ellos.
Para comprobar esta idea los psicólogos reclutaron a 51 estudiantes varones, a los cuales les pidieron que mantuvieran una conversación a través de micrófonos y auriculares con una chica. Al impedir que las personas se conociesen cara a cara, los investigadores evitaban que se formasen un estereotipo debido a su apariencia y que extrapolasen determinadas características de personalidad que darían al traste con el experimento.
Por eso, a todos los estudiantes varones se les dio una biografía sobre la chica con la que debían hablar, el truco radicó en que a la mitad se les mostró una foto de una chica atractiva y a la otra mitad la fotografía de una joven muy poco atractiva. La pregunta era: ¿las expectativas de los chicos sobre cómo se debe comportar una joven atractiva incidiría realmente en el comportamiento de las chicas? ¿Estas se adaptarían para satisfacer las expectativas de su interlocutor?
Los investigadores grabaron las conversaciones e hicieron que personas totalmente ajenas al experimento las escucharan. Estas personas coincidieron en un punto: las mujeres que eran consideradas atractivas por su interlocutor mostraban comportamientos asociados a las personas más atractivas, como hablar de manera más animada, simular que estaba disfrutando mucho de la conversación e incluso coquetear. Obviamente, estas conductas no se apreciaron en las chicas que eran consideradas como poco atractivas, aunque en realidad sí lo fuesen.
Este experimento demostró que manipulando tan solo una variable: las expectativas sobre el grado de atractivo, una persona puede cambiar su comportamiento para adecuarse a lo que se espera de ella. Sin embargo, lo cierto es que estos resultados se pueden extrapolar a cualquier área de nuestra vida, desde las expectativas sobre la nacionalidad hasta los estereotipos de clase, color de la piel o género.
El baile social de las expectativas
En la vida real, relacionarse con las personas significa influenciar y dejarse influenciar. De la misma manera en que los demás tienen expectativas sobre cómo debemos comportarnos, nosotros tenemos expectativas sobre sus comportamientos. Así, nos involucramos en un baile social donde cada movimiento (entiéndase creencia, estereotipo o expectativa) tiene una repercusión en el otro y en nosotros mismos. Se trata de una “batalla” sutil en la que nos involucramos todos los días, una batalla en la que luchamos por ser nosotros mismos y, a la vez, por satisfacer a los demás.
El problema comienza cuando en esta batalla de expectativas dejamos que los demás tomen el control y nos dicten no solo cómo debemos comportarnos sino también a qué debemos aspirar. En ese punto corremos el riesgo de perdernos, de asumir unas metas que no nos pertenecen y de vivir una vida que no es la que quisiéramos.
Vale aclarar que amoldarse a las expectativas no es del todo negativo, forma parte de la adaptación social, pero no debemos olvidar que en ocasiones nos puede conducir por derroteros que no son los que desearíamos, sobre todo cuando las expectativas provienen de personas muy cercanas a las que no nos gustaría defraudar, como una pareja demasiado posesiva o una madre tóxica. En esos casos, es conveniente detenerse a cada rato en el camino para preguntarnos si lo que estamos haciendo realmente nos gusta y es un reflejo de quiénes somos o es tan solo un comportamiento que exhibimos para satisfacer a otra persona. Recuerda siempre que el principal arquitecto de tu vida debes ser tú.
Fuente:
Snyder, M.; Tanke, E. D. & Berscheid, E. (1977) Social perception and interpersonal behavior: On the self-fulfilling nature of social stereotypes. Journal of Personality and Social Psychology; 35(9): 656-666.
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