Las heridas emocionales pueden tardar más en curarse que las heridas del cuerpo. Los daños que causa el desprecio, el rechazo, la pérdida o el fracaso dejan profundas cicatrices que no son fáciles de cerrar. A veces podemos pensar que esa historia forma parte del pasado para descubrir, no sin cierto desconcierto, que la herida aún supura.
El problema es que si nos precipitamos, corremos el riesgo de hacernos más daño o incluso dañar a las personas que nos rodean. Si aún no hemos superado una antigua relación de pareja y nos imbuimos en otra, lo más probable es que arrastremos toda esa carga emocional negativa y autosaboteemos la nueva relación hasta que fracase.
De esta forma, es probable que terminemos encadenando una serie de fracasos y desilusiones, hasta el punto de pensar que existe un problema en nosotros cuando en realidad lo que ha ocurrido es que no estábamos preparados para empezar de nuevo. Para abrir un nuevo capítulo de nuestra vida, necesitamos cerrar los capítulos antiguos. Si miramos continuamente al pasado, si el fantasma del ayer nos persigue, no podremos aprovechar todo lo bueno que nos tiene deparado el futuro.
¿Cómo saber si estoy preparado para empezar de nuevo?
En ocasiones, cuando sufrimos un gran desengaño o desilusión, el dolor es tan fuerte que lo único que queremos es seguir adelante y que desaparezca. Eso puede hacer que nos desconectemos con nuestro interior y busquemos fuera de nosotros estímulos que desvirtúen nuestra atención del problema. Como resultado, podríamos engañarnos al creer que la situación está superada.
El deseo de sentirnos mejor y dejar atrás el pasado nos impide darnos cuenta de que aún no estamos preparados para empezar de nuevo y que necesitamos más tiempo. Por eso nos precipitamos al tomar decisiones, no notamos las señales que nos indican que todavía no hemos superado lo que nos ha sucedido.
No obstante, una de las señales inequívocas de que las heridas emocionales se han cerrado es cuando logramos contar esa historia sin experimentar las emociones intensas que nos bloqueaban al inicio.
Si se trata de una pérdida importante, por ejemplo, sabrás que la has superado cuando puedas contar lo ocurrido sin llorar o experimentar esa tristeza desoladora de los primeros tiempos, cuando en su lugar solo quede una dulce nostalgia.
Cuando se trata de una desilusión de pareja, por ejemplo, sabrás que has pasado página cuando en vez de recordar todo lo negativo y sentirte terriblemente mal, puedas recordar las cosas positivas sintiendo que has hecho las paces con ese pasado.
Para saber que te has curado por dentro, necesitas volver a sentir esa paz interior, recuperar el equilibrio mental que habías perdido. Reconectar con tu interior sin sentir miedo a las emociones que experimentabas y volver a sentirte a gusto contigo mismo.
Esas sensaciones no mienten, son un indicador fiable de que has recompuesto los pedazos rotos y estás preparado para empezar de nuevo, ya sea una nueva relación de pareja, un nuevo proyecto de trabajo o incluso una nueva vida en otra parte.
Las palabras como signo de recuperación emocional
Todos no nos recuperamos de la misma forma después de sufrir un descalabro emocional. Hay quienes necesitan su espacio y no quieren abordar el asunto. De hecho, cuando se trata de heridas profundas, hablar sobre lo ocurrido en los primeros tiempos puede ser prácticamente imposible. Quizá experimentes un nudo en la garganta que te impida contar lo sucedido. Es normal.
De cierta forma, esa reticencia a hablar sobre el hecho traumático puede actuar como un mecanismo de defensa que nos protege para evitar que revivamos la situación que nos está dañando. Neurocientíficos de la Universidad de Harvard descubrieron cómo se quedan grabadas en nuestro cerebro las huellas dolorosas de un trauma.
Apreciaron que cuando las personas no han superado la situación traumática, revivirla provoca la activación de las zonas emocionales del cerebro como la amígdala y la corteza visual mientras que la zona del lenguaje, como el área de Broca, se desactivan.
Al contrario, procesar el trauma implica convertirlo en una experiencia narrativa que encuentre un espacio en nuestra historia vital. Eso significa que, antes o después, debemos hablar sobre lo ocurrido pues solo así podremos procesarlo y despojarlo de su enorme impacto emocional.
Por eso, la posibilidad de hablar sobre la situación que tanto daño nos causó también es un indicador de que estamos sanando por dentro.
Fuente:
Rauch, S. L. et. Al. (1996) A symptom provocation study of posttraumatic stress disorder using positron emission tomography and script-driven imagery. Arch Gen Psychiatry; 53(5): 380-387.
Laura Margarita del C Gutiérrez Oyarzún dice
Qué clara y positiva las explicaciones y se agradece que compartas tus conocimientos y es de invaluable ayuda emocionagracias por compartir tus tus conocimientos y éxitos en todos vuestros proyectos y planes
Jennifer Delgado dice
Hola Laura,
Gracias por tu retroalimentación, la aprecio mucho 🙂