Suena el despertador. Es hora de levantarte para hacer las mismas cosas, en el mismo orden y de la misma manera: prepararte el mismo desayuno de todos los días, recorrer el mismo trayecto hasta el trabajo, ver a la misma gente, realizar las mismas tareas, regresar a casa y, al final de la jornada, acostarte más o menos a la misma hora.
Sin darnos cuenta, toda nuestra vida puede convertirse en una rutina banal. Una monotonía gris encharca nuestras jornadas y poco a poco se infiltra en nuestra alma haciendo que nos olvidemos de nuestras esperanzas, sueños e ilusiones mientras nos alejamos cada vez más del placer que genera la novedad. El filósofo Gabriel Marcel consideraba que cuando caemos en ese estado, nos quedamos sepultados bajo una densa red de hábitos y rutinas. Y no andaba desacertado, pero eso ni siquiera es lo peor.
La trampa de los hábitos: ignorar lo que deberíamos ver
Los hábitos se forman cuando repetimos tanto una acción que ya no tenemos que pensar en ella. No tenemos que decidir a cada paso, sino que los movimientos y las acciones se automatizan. Preparas el café de la mañana medio dormido y te desplazas de la casa al trabajo sin fijarte en los detalles que te rodean. Pasas gran parte del día en piloto automático.
Por supuesto, los hábitos son herramientas poderosas porque evitan realizar un esfuerzo consciente que requeriría una energía mental considerable. No tienes que pensar cada día qué cantidad de café añadir o qué calle tomar para ir al trabajo y volver a casa. Todas esas pequeñas acciones son automáticas. Desde esa perspectiva, ahorran tiempo y esfuerzo.
Sin embargo, la rutina también implica que prestamos cada vez menos atención a lo que nos rodea. Como resultado, es probable que nos volvamos ciegos a lo que merece nuestra atención. Y no me refiero solo a esa nueva flor que ha crecido al borde del camino, sino a dinámicas que nos vuelven ineficientes e infelices. Los hábitos pueden hacer que nos acostumbremos a relaciones tóxicas o a rutinas de trabajo ineficaces que roban nuestro tiempo y energía, de manera que no vemos las grietas o los problemas.
Los hábitos también nos tienden otra trampa aún más peligrosa: nos empujan a dar por sentado muchas de las cosas maravillosas que nos acompañan. Y cuando nos acostumbramos a ellas, su poder para alegrarnos la vida va disminuyendo poco a poco, hasta el punto de que lo que debería ser motivo de orgullo, satisfacción o felicidad se vuelve simplemente parte de la decoración.
La costumbre nos empuja a los brazos de la adaptación hedonista. Destiñe lo valioso, minimiza nuestros logros, enturbia las relaciones e incluso vuelve transparentes a las personas que amamos. Todo lo que deberíamos disfrutar pasa a un segundo plano, sepultado bajo el peso de las rutinas cotidianas. Comenzamos a suponer que esas cosas y personas siempre estarán ahí, por lo que su poder para generarnos alegría se difumina.
Básicamente, los hábitos hacen que ignoremos lo que deberíamos notar, tanto las cosas positivas como las negativas.
Deshabituarse: ¿cómo salir de la rutina?
A veces es necesario poner en marcha un plan de “deshabituación” que nos permita volver a notar lo que no veíamos. Una estrategia eficaz para adoptar una distancia psicológica consiste en alejarnos del entorno en el que desplegamos esa red de hábitos.
Todos necesitaríamos tomarnos un descanso de nuestra vida. Sí, alejarnos un poco para que al volver, podamos verla con otros ojos. ¿Te ha pasado que, después de un par de semanas fuera por un viaje de trabajo, aprecias más tu vida hogareña? ¿O que cuando vuelves sientes que amas más a tu pareja o te sientes más conectado con tus hijos?
Distanciarse de los hábitos te ayudará a apreciar lo que normalmente pasa desapercibido debido a la densa niebla que construye la cotidianidad. Romper la rutina te permitirá volver a tu vida con una mirada renovada y un nuevo sentido de la gratitud.
No obstante, también puede pasar justo lo contrario. Quizá cuando vuelvas a casa no sientas ninguna alegría ni conexión. Y eso es una señal de alarma que indica que necesitas cambiar algo en tu vida urgentemente.
De hecho, hay algunos hábitos que en su momento fueron eficaces, pero que ya no lo son. O que quizá te alejan de tus objetivos o de la persona que quieres ser. En ese caso, necesitas replantearte todas esas acciones cotidianas para cambiar las que no te generan alegría, han perdido su razón de ser o te alejan de la vida que realmente quieres llevar. Así no te sentirás atrapado en sus redes.
El necesario equilibrio
Un estudio realizado por psicólogos de las universidades de Miami y Nueva York comprobó que nos sentimos más felices cuando abandonamos nuestras rutinas diarias, exploramos nuevos lugares y vivimos una gama más amplia de experiencias. Incluso pequeños cambios en la rutina física o mental pueden producir efectos positivos.
Sin embargo, esta no es una oda contra los hábitos. Las rutinas son útiles. De hecho, nuestro cerebro necesita ciertas heurísticas para funcionar a plena capacidad, por lo que muchas de las personas más exitosas suelen tener hábitos sólidos y eficaces.
Como todo en la vida, la clave radica en el equilibrio.
El existencialista Gabriel Marcel nos recuerda que “sólo podemos seguir siendo lo que somos si nos recreamos constantemente”. Este filósofo rompió con el tópico que equiparaba la fidelidad con la reiteración, la monotonía o el tedio. Creía que la capacidad para reinventarnos es un valor máximo.
Por tanto, la clave radica en hacer un inventario de nuestros hábitos cada cierto tiempo para detectar aquellos que nos hacen infelices o carecen de sentido. Cuando desafiamos la comodidad y salimos de la rutina nos abrimos a nuevas experiencias y perspectivas mientras preservamos las heurísticas funcionales.
Así como nos esforzamos por crear hábitos saludables o que nos simplifiquen la jornada, también deberíamos esforzarnos por buscar nuevas oportunidades para explorar. Deberíamos aspirar a crecer y no estancarnos. A fin de cuentas, abrazar el cambio no implica solo escapar de la monotonía, sino que es un paso importante para llevar una vida más plena y con propósito.
Referencias Bibliográficas:
Thomson, J. (2024) Trapped in routine? Here’s how to “dishabituate” and rediscover joy. En: Big Think.
Heller, A. S. et. Al. (2020) Association between real-world experiential diversity and positive affect relates to hippocampal–striatal functional connectivity. Nat Neurosci; 23: 800–804.
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