En la era del “body positive” cada vez más personas – tanto mujeres como hombres – se encuentran bombardeados por mensajes disonantes sobre el aspecto corporal que generan un auténtico nudo gordiano. Las mismas revistas que nos dicen que debemos amar nuestros cuerpos tal como son, no paran de publicar las fotos de abdominales perfectos, glúteos perfectos, brazos perfectos, sonrisas perfectas, pieles perfectas…
Como resultado, no es inusual que la mayoría de los mortales un día se propongan amar su cuerpo y al día siguiente se encuentren luchando con la nueva arruga, ese michelín rebelde o la flacidez que comienza a aparecer en las zonas más inesperadas.
Obiamente, el amor al cuerpo no se impone y no puede ser el resultado de una moda. De hecho, es más probable que las frases aparentemente empoderadoras que nacen del body positive tengan un efecto contraproducente y terminen generando más frustración e insatisfacción.
El amor al cuerpo pasa por la aceptación y por un profundo trabajo interior que demanda una autoestima muy sólida. Solo de esa manera lograremos ser relativamente inmunes a los mensajes contradictorios y las modas que dictan cómo deben ser los cuerpos o cómo debemos relacionarnos con ellos.
¿Qué es la imagen corporal?
La imagen corporal incluye nuestras percepciones, creencias, sentimientos, pensamientos y acciones sobre nuestra apariencia física. En esencia, es la relación que establecemos con nuestro cuerpo y la manera en que lo percibimos, valoramos y cómo nos sentimos respecto a ello.
Por desgracia, esa relación no siempre es positiva, satisfactoria o saludable. Una de las señales de que no tenemos una buena relación con nuestro cuerpo es el conflicto. Si “luchamos” constantemente con nuestro cuerpo inmersos en una relación de amor-odio, es probable que existan partes de nosotros mismos que rechazamos. Por ejemplo, podemos pensar que si tan solo fuéramos un poco más altos, más delgados o más fuertes todo sería más fácil. En esos casos no existe un rechazo total al cuerpo sino a lo que consideramos “defectos”.
Otra señal habitual de una mala relación con el cuerpo, generalmente basada en una sensación de rechazo más generalizada, es el abuso. Abusamos de nosotros mismos cuando nos insultamos debido a nuestra apariencia, pero también cuando hacemos dietas extremas, practicamos ejercicio hasta la extenuación o comemos en exceso.
Para mantener una relación saludable con nuestro cuerpo es importante aceptar que hay cosas que podemos cambiar y otras no. Podemos mantenernos en forma, pero no podemos evitar el envejecimiento, por ejemplo. Tener una imagen corporal adecuada nos permitirá relacionarnos mejor con nuestro cuerpo y los cambios que va experimentando a lo largo de la vida, lo cual terminará redundando en nuestra autoestima y bienestar. Para lograrlo no valen las frases positivas, debemos trabajar sobre los componentes de la imagen corporal.
Los componentes de la imagen corporal que median la relación con el cuerpo
1. Perceptual: ¿cómo nos vemos?
Este componente de la imagen corporal se refiere a cómo nos vemos. De hecho, la percepción que tenemos de nuestro cuerpo no siempre es una representación fidedigna y objetiva. Por ejemplo, las personas que sufren anorexia pueden sentirse gordas cuando en realidad están extremadamente delgadas. Otras personas pueden sentirse “feas” por la forma de su nariz o un lunar que en realidad la mayoría de la gente ni siquiera nota.
No siempre nos miramos al espejo con buenos ojos. A veces podemos ver nuestro cuerpo a través del velo de nuestras inseguridades o expectativas irreales. Para que nuestra percepción coincida con la realidad, es conveniente practicar la atención plena sin juzgar. Mirarnos al espejo como si fuéramos unos completos extraños nos ayudará a asumir la distancia psicológica necesaria para no ser críticos tan implacables.
También debemos asegurarnos de no juzgarnos ni etiquetarnos durante ese proceso de redescubrimiento. La presencia de manchas o arrugas, por ejemplo, no significa que seamos feos, así como los michelines no siempre indican que seamos gordos. “Feo” o “gordo” son etiquetas que usamos como resultado de un juicio. Por tanto, el objetivo es explorar nuestro cuerpo sin juzgarlo. Ni negativa ni positivamente. Así podremos deshacernos de la lente distorsionada a través de la cual nos estábamos mirando.
2. Cognitivo: ¿cómo nos pensamos?
Este componente de la imagen corporal incluye los pensamientos y creencias que tenemos sobre nuestro cuerpo. Es todo lo que nos decimos acerca de nuestra apariencia y las creencias que median la relación con nuestro cuerpo. Muchas de las creencias sobre el cuerpo ideal provienen de la sociedad, de manera que a menudo son disfuncionales y obstaculizan una relación saludable con nuestro cuerpo.
Pensar que debemos mantenernos jóvenes es una creencia irracional que nos empuja a rechazar el proceso natural de envejecimiento. Creer que solo siendo delgados o musculosos se puede ser feliz es otra creencia irracional puesto que existen muchas maneras de sentirse satisfecho con uno mismo. Si no erradicamos esas creencias y pensamientos irreales, es probable que jamás lleguemos a sentirnos bien con nuestro cuerpo.
Por esa razón, para desarrollar una imagen corporal adecuada debemos estar atentos a nuestro diálogo interno sobre nuestro cuerpo. En lugar de intentar evitar a toda costa el envejecimiento, deberíamos enfocarnos en envejecer de manera saludable. En vez de intentar convertirnos en Arnold Schwarzenegger, deberíamos centrarnos en ganar masa muscular de forma saludable. Se trata de cambiar el epicentro alrededor del cual giran nuestros pensamientos, pasando del aspecto meramente estético a la salud y el bienestar.
3. Afectivo: ¿cómo nos sentimos?
Este componente de la imagen corporal se refiere a los sentimientos que experimentamos hacia nuestro cuerpo, que refleja fundamentalmente el nivel de satisfacción o insatisfacción con nuestra apariencia. Incluye todas las cosas que nos gustan o no de nuestro cuerpo y cómo nos hacen sentir.
Obviamente, los sentimientos que experimentamos hacia nuestro cuerpo están fuertemente influenciados por la sociedad, por las imágenes que vemos en la televisión, las revistas o las redes sociales. Por eso, si queremos sentirnos mejor con nuestro aspecto, es posible que tengamos que cuestionarnos los medios que consumimos y el efecto que ejercen sobre nosotros. Para experimentar sentimientos más positivos hacia nuestro cuerpo, es importante que introduzcamos medios en los que realmente se refleje la diversidad corporal, alejándonos de aquellos que promueven un culto a la estética poco realista.
Por supuesto, los pensamientos y las creencias que tengamos sobre nuestro cuerpo, así como la percepción del mismo, también influirán en los sentimientos que experimentemos. Es imposible amarse si en el fondo seguimos rumiando inseguridades, creencias irracionales o tenemos una imagen corporal distorsionada. Es importante recordar que odiarse a uno mismo no es un requisito para el cambio y que podemos sentirnos insatisfechos con una parte de nuestro cuerpo y aún así aceptarla. El amor hacia el cuerpo no proviene de la perfección sino de la aceptación de la unicidad.
4. Conductual: ¿cómo nos comportamos?
Este componente de la imagen corporal incluye todas las acciones relacionadas con nuestro cuerpo. Si una persona tiene una imagen corporal saludable, es probable que cuide su cuerpo y apariencia, aunque sin exagerar ni obesionarse con ello. En cambio, quienes tienen una imagen corporal negativa pueden poner en práctica comportamientos autodestructivos que conduzcan a trastornos de la alimentación como la bulimia o la anorexia o a la vigorexia en un intento por cambiar su apariencia.
Para desarrollar una relación más saludable con nuestro cuerpo también es fundamental dejar de compararse con los demás, tanto con el vecino o el amigo como con el influencer de turno o el famoso de moda. Todos los cuerpos son únicos. La perfección y la belleza no son más que ideales que cambian según las culturas y los tiempos.
En cambio, podemos empezar a pensar en nuestro cuerpo como en un templo. El cuerpo nos permite disfrutar y conectarnos con el entorno. Debería ser una fuente de satisfacción, no de complejos autoprovocados. Deberíamos pensar en el cuerpo en términos más funcionales, salutogénicos y hedónicos. Cuidarlo. Explorarlo. Aceptarlo. Ser realista en cuanto a nuestras limitaciones. Explorar nuestras potencialidades. Y agradecerle por todo lo que nos permite hacer y experimentar.
Fuentes:
Burychka, D. et. Al. (2021) Towards a Comprehensive Understanding of Body Image: Integrating Positive Body Image, Embodiment and Self-Compassion. Psychol Belg; 61(1): 248–261.
Cohen, R. et. Al. (2020) The case for body positivity on social media: Perspectives on current advances and future directions. J Health Psychol; 26(13): 2365-2373.
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