
Si eres padre o madre, seguramente has experimentado esa sensación de frustración cuando tu hijo adolescente te responde con un “¡no me entiendes!”, cuando tu niño pequeño monta una rabieta porque quiere tener un juguete que ni siquiera existía cuando eras pequeño o tu hijo adulto hace caso omiso de tus consejos a pesar de que intuyes que va por mal camino.
Esa brecha generacional no es nueva. De hecho, dicen que los hijos se parecen más a su generación que a sus padres. Sin embargo, la era digital ha amplificado esa distancia. Los cambios sociales, la tecnología y las nuevas formas de comunicación han creado un escenario en el que padres e hijos a veces parecen hablar idiomas distintos.
Cuando dos mundos colisionan: ¿por qué se pierde la conexión emocional?
Los desencuentros entre padres e hijos no son una novedad. La frase “en mis tiempos no era así” la usaron tus padres contigo, probablemente también la usaron sus padres con ellos y ahora la usas con tus hijos.
Las diferencias en los valores, las expectativas o las formas de ver la vida suelen generar choques entre padres e hijos. Obviamente, cuando son pequeños todo es más fácil, pero a medida que van creciendo y se van reafirmando en su identidad, las relaciones pueden complicarse bastante.
Comprender las causas más comunes de esos conflictos es esencial para abordarlas y solucionarlas:
- Expectativas inadecuadas. La mayoría de los padres comienzan a imaginar cómo serán sus hijos desde que están en el vientre materno. Es perfectamente normal. Sin embargo, a veces se nos va la mano, por lo que esas expectativas podrían ser poco realistas, quedarse desfasadas o simplemente no resonar con los intereses reales de los hijos. Cuando los padres proyectan sus sueños en los hijos esperando que logren lo que ellos no pudieron, estos pueden sentirse presionados, lo que conduce a una sensación de frustración que tensará las relaciones o incluso puede llegar a romperlas.
- Diferencias en los códigos comunicativos. El rol parental difiere del papel que desempeñan los hijos. Los padres suelen hablar desde la experiencia, el consejo y a veces también desde el miedo. Frases como “lo hago por tu bien” son comunes, pero muchas veces los hijos no las entienden y perciben esos mensajes de amor y protección como un deseo de control. Asimismo, los padres pueden interpretar el silencio, la rebeldía o la distancia de sus hijos como una falta de respeto, en lugar de verlo como una búsqueda de autonomía y reafirmación. Cuando se habla desde registros emocionales distintos, el diálogo se convierte en un monologo y los mensajes clave se pierden en el camino generando resentimiento y desconexión emocional.
- Valores en evolución. La sociedad cambia. Lo que antes se consideraba “normal”, como la disciplina estricta u obedecer sin rechistar, hoy se vive como autoritarismo. Los hijos piden más diálogo y menos imposición. Encontrar un punto intermedio no es fácil porque los niños, adolescentes y jóvenes carecen de la experiencia de los adultos, de manera que también deben tener normas y límites. Los padres de hoy deben encontrar un delicado equilibrio que combine normas claras con flexibilidad, pero no siempre es fácil. Eso puede generar desencuentros y tensiones, sobre todo cuando los progenitores no son capaces de ir brindando autonomía a sus hijos a medida que van creciendo.
- Incomprensión. Cada edad y cada generación carga consigo sus propias preocupaciones. Cuestiones como la diversidad, la inclusión o la salud mental tienen un peso mayor en la actualidad, por lo que muchos adolescentes o jóvenes podrían sentirse incomprendidos si sus padres invalidan sus preocupaciones sobre esos temas. De hecho, un estudio de la Universidad de California reveló que los progenitores suelen minimizar las preocupaciones de los niños y subestimar sus emociones negativas. Cuando los hijos no se sienten escuchados, perciben que sus padres minimizan sus preocupaciones o responden con soluciones rápidas en lugar de empatía, la confianza se resiente y la relación se va enfriando.
Estrategias psicológicas para acercarte a tus hijos
Los conflictos intergeneracionales no suelen surgir por falta de amor, sino por desajustes en cómo interpretamos las necesidades, actitudes y palabras del otro. Identificar las causas de los conflictos entre padres e hijos es el primer paso. El segundo es tomar cartas en el asunto para acercar posturas y reconstruir los puentes del diálogo.
1. Escucha activa: menos consejos, más comprensión
Uno de los errores más comunes que cometen los padres es querer solucionar los problemas de los hijos con consejos rápidos o, lo que es aún peor, sermones o imposiciones. Sin embargo, educar no es solucionar los problemas de tus hijos, sino prepararlos para que sean capaces de arreglarlos por sí solos.
Es probable que tu hijo solo necesite sentir que alguien lo escucha y valida sus emociones. O alguien que lo ayude a reflexionar sin criticarlo. Por tanto, en lugar de interrumpir o minimizar sus preocupaciones, di: “entiendo que esto es importante para ti. Cuéntame más”. Cuando muestras un interés genuino, puedes conectar a un nivel más profundo.
2. Valida sus emociones, aunque no las compartas
Cuando acumulas años, también acumulas palos de la vida. A golpe de caídas, adquieres perspectiva. Por eso, es frecuente que los padres, con la mejor de las intenciones, intenten quitar hierro a los problemas de sus hijos con frases como “no es para tanto”, “ya se te pasará” o “yo a tu edad no me preocupaba por esas tonterías”. Eso solo hará que tus hijos se sientan incomprendidos o juzgados, por lo que los alejará de ti.
La validación emocional, en cambio, implica reconocer que lo que sienten es legítimo, aunque te parezca desproporcionado. Un simple “veo que esto te ha dolido” o “noto que estás enfadado” no significa que apruebes su reacción, pero sí que respetas su experiencia interna. Si tu hija dice “odio el instituto”, en lugar de sermonearla, prueba con: “debe ser duro sentirte así cada día. ¿Qué es lo que más te frustra?”. Así la ayudarás a identificar y gestionar mejor sus emociones, en lugar de ignorarlas o acumularlas.
Con esta estrategia conviertes la relación en un refugio emocional, no en un campo de batalla. Podrás reducir la reactividad y crear un espacio más seguro para abordar las diferencias desde la calma y el respeto.
3. Sé un ejemplo a seguir: regula tus emociones antes de reaccionar
Es normal sentirse frustrado cuando un hijo responde con indiferencia o rebeldía, sobre todo después de un duro día de trabajo o de todos los sacrificios que has hecho. Ser padres no es fácil. Sin embargo, si reaccionas desde la ira o la frustración, se romperá la comunicación y validarás esa forma de relacionarse. Recuerda que debes modelar lo que quieres ver en tus hijos.
Si quieres que tus hijos sean empáticos, demuestra tu empatía. Si quieres que se comuniquen desde el respeto, empieza por hacerlo tú, sin imposiciones. La coherencia entre lo que dices y haces es fundamental. Por tanto, antes de contestar, respira profundo, toma un momento y piensa en la intención de lo que quieres decir. Es probable que quieras demostrar tu amor o preocupación, así que asegúrate de que tus palabras expresen eso. Y si necesitas establecer límites, hazlo. Pero desde el respeto y la amabilidad.
4. Entra en su mundo sin invadirlo
Los intereses de los hijos pueden parecer extraños o poco importantes para los padres. Sin embargo, si quieres conectar con ellos, necesitas comprender su mundo, así como aceptar que sus gustos, valores o prioridades pueden diferir de los tuyos. Si tu hijo adolescente escucha una música que te parece estridente, evita juicios y muestra curiosidad: “¿qué es lo que te gusta de este grupo?”.
Ese enfoque más abierto no solo evitará que se cierren en banda, sino que te permitirá conocer mejor a tu hijo, quizá esa música le ayuda a gestionar el estrés o a conectar con sus amigos. La clave radica en recordar que tu rol es supervisar y comprender, no controlar su mundo. A medida que los hijos crecen, los padres deben convertirse en una presencia más discreta. Estar cerca sin asfixiar y acompañar sin invadir.
5. Reconoce tus errores (sí, los padres también se equivocan)
Muchos padres siguen pensando que admitir un error ante un hijo es una muestra de debilidad, pero en realidad es un acto de fortaleza emocional que transforma los conflictos en oportunidades de conexión.Todos nos equivocamos, por lo que cuando lo reconoces con honestidad, rompes la dinámica de autoridad rígida y modelas algo crucial: la responsabilidad afectiva.
De hecho, las investigaciones han demostrado que cuando los padres piden disculpas a sus hijos, favorecen un apego más seguro. Incluso el reconocimiento tardío de esos errores puede sanar heridas profundas o reducir distanciamientos.
Un hijo adulto que escucha “ahora entiendo que mi forma de educarte te hizo daño. Lamento no haberlo visto antes” no solo recibe validación histórica, sino que también tiene la posibilidad de reinterpretar su narrativa personal y dejar atrás lo ocurrido. Ese reconocimiento parental a menudo se convierte en la puerta para renegociar la relación desde una perspectiva más madura y respetuosa para ambos.
¿Cuándo es necesario pedir ayuda psicológica?
Por supuesto, solucionar conflictos intergeneracionales no siempre es fácil. A veces, por más que te esfuerces, la comunicación sigue siendo difícil o las heridas son tan profundas que siguen escociendo. Si hay conflictos entre padres e hijos constantemente, distanciamiento emocional o situaciones que generan angustia en la familia, buscar ayuda psicológica puede marcar la diferencia.
Algunas señales que indican que es momento de pedir orientación profesional son:
- Discusiones constantes que terminan en gritos o silencios prolongados.
- Cambios bruscos en el comportamiento de tu hijo (aislamiento, agresividad, distanciamiento emocional).
- Sensación de que ya no sabes cómo manejar la situación sin lastimarte o lastimarlos.
Un terapeuta familiar os ofrecerá un espacio seguro para construir puentes. Su misión es entender las perspectivas de todas las partes implicadas y abrir un puente de diálogo que os permita crecer juntos. Mediará en la comunicación e identificará problemas más profundos que podrían estar alimentando el problema, ayudándoos a desarrollar las habilidades emocionales que necesitáis para acercaros y mantener una relación saludable para todos.
Referencias Bibliográficas:
Ruckstaetter, J. et. Al. (2017) Parental Apologies, Empathy, Shame, Guilt, and Attachment: A Path Analysis. Journal of counseling and development; 95(4); 389-400.
Lagattuta, K.H.; Sayfan, L. & Bamford, C (2012) Do you know how I feel? Parents underestimate worry and overestimate optimism compared to child self-report. Journal of Experimental Child Psychology; 113 (2): 211-232.
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