Las culturas fundamentalmente individualistas valoran la unicidad y la autoexpresión. Animan a las personas a ser únicas y diferenciarse – o al menos ese es el mensaje. Pero… ¿realmente lo son?
Solemos pensar que quienes viven en culturas colectivistas – aquellas que enfatizan la importancia del grupo sobre el individuo y valoran la interdependencia – son más propensos a adaptarse a formas de comportamiento culturalmente aceptables que las personas que viven en países más individualistas, como Estados Unidos.
De hecho, generalmente asumimos que seguir las normas sociales es una característica central de la vida en países colectivistas, como China. Sin embargo, existe una excepción sorprendente a esa regla: las personas que viven en sociedades individualistas se apegan más a las normas emocionales de su cultura.
La homogeneidad emocional de las culturas individualistas
Vivimos en sociedad, de manera que las normas explícitas e implícitas siempre ejercen un influjo sobre nosotros, aunque seamos poco propensos a reconocerlo. Como dijera el psicólogo social Serge Moscivici: “los individuos subestiman la influencia que puede ejercer la socialización sobre sus actitudes y conductas, por lo que dicha influencia puede ejercerse de forma implícita e inconsciente”.
Sin embargo, en el experimento clásico que llevó a cabo Solomon Asch se apreció que la mayoría de las personas están dispuestas a aceptar una respuesta a todas luces inadecuada para no llevarle la contraria al grupo. La influencia social suele encontrar los resquicios para doblegar la voluntad y a veces hasta la razón individual.
Sin embargo, un estudio realizado en el Instituto de Tecnología de Israel reveló que, al contrario de lo que pensamos, las culturas individualistas ejercen más presión sobre sus ciudadanos para que cumplan las normas emocionales; o sea, establecen con mayor precisión los tipos de emociones que se consideran aceptables y deseables en la sociedad.
Estos investigadores realizaron cuatro experimentos para analizar el nivel de individualismo y la adherencia a las normas emocionales en diferentes culturas. De hecho, evaluaron hasta 60 emociones diferentes y trabajaron con casi 100.000 personas de 48 países, incluyendo niños.
Aunque hubo algunas discrepancias en los hallazgos, los investigadores detectaron algunos patrones consistentes. El principal resultado fue que existe más “homogeneidad emocional” en las culturas individualistas que en las colectivistas, tanto en los adultos como en los niños. Eso significa que en los países individualistas las emociones de cada persona eran más similares a las de sus conciudadanos. O sea, existía menos granularidad emocional y más conformidad emocional.
¿Por qué la gente de países individualistas muestra una mayor conformidad emocional?
La conformidad emocional es el grado en el que una persona puede alterar sus emociones y la expresión de las mismas para adaptarse y encajar en las normas de otro individuo o grupo. Obviamente, muchas de estas normas actúan de forma implícita, guiando nuestros estados afectivos sin que nos demos cuenta.
A pesar de que las emociones se consideran expresiones del “yo auténtico” en todas las culturas, aquellas que tienen una visión más individualista enfatizan más en ese tipo de autenticidad. Contradictoriamente, “cuanto más peso se atribuya a las experiencias emocionales individuales, mayor puede ser la presión por ajustarse a las emociones socialmente deseables”, señalaron los investigadores.
Un país altamente individualista como Estados Unidos, por ejemplo, se enfoca mucho en las experiencias individuales y valora extremadamente la “felicidad”, lo cual podría conducir a una mayor presión para ser feliz que en las culturas más colectivistas. Y ya sabemos que la presión por ser felices a menudo tiene el efecto contrario: una profunda insatisfacción y frustración.
Además, las personas en las culturas más individualistas son más propensas a expresar sus emociones en las interacciones cotidianas, lo cual podría intensificar la presión para ajustarse a lo que dictan las normas sociales sobre cómo deberían sentirse.
De hecho, las personas que crecen en culturas individualistas tienen una mayor necesidad de verse a sí mismas de forma positiva, como demostró un estudio realizado en la Universidad de Columbia Británica, en el que se apreció que “la necesidad de una autoestima positiva, tal como se conceptualiza actualmente, no es universal, sino que está arraigada en aspectos significativos de la cultura norteamericana”.
Una manera para verse a sí mismo bajo una luz más favorecedora consiste en mantener relaciones sociales positivas, lo cual hace que las personas que viven en culturas más individualistas sean más susceptibles a ese tipo de presión social sobre las emociones. En práctica, si quieren tener éxito, ser aceptados y validados socialmente necesitan encajar en el molde emocional que la sociedad ha construido.
En cambio, todo parece indicar que las culturas colectivistas dejan más libertad a sus miembros para experimentar su mundo emocional ya que no ejercen tanta presión sobre lo que deben sentir pues prefieren enfocarse en aspectos más prácticos que garanticen el funcionamiento cotidiano de la sociedad.
El principal problema de la conformidad emocional que se fomenta en las culturas individualistas es que resulta fácil perder el contacto con nuestro mundo interior ya que nos vemos obligados a enmascarar aquellas emociones que no son aceptables socialmente. Así terminamos llevando una sonrisa atornillada, construimos una máscara que refleja solo lo que es aceptable socialmente, mientras dejamos de explorar aquellas emociones que son rechazadas.
Sin embargo, las emociones que no se expresan pueden terminar enquistándose, causando profundos daños a nuestro equilibrio psicológico y salud mental. Como escribiera Sigmund Freud: “las emociones reprimidas nunca mueren, son enterradas vivas y saldrán de la peor manera”.
En resumen, cuando se trata de comportamientos, la investigación demuestra que las personas de las culturas individualistas son más únicas y menos propensas a ajustarse a las normas sociales, pero en materia de emociones la historia cambia radicalmente.
Fuentes:
Vishkin, A. et. Al (2022) Adherence to emotion norms is greater in individualist cultures than in collectivist cultures. Journal of Personality and Social Psychology; 10.1037.
Heine, S. J. et. Al. (1999) Is there a universal need for positive self-regard? Psychological Review; 106(4), 766–794.
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