
La sociedad occidental lleva un ritmo de producción y consumo verdaderamente loco. Quizás muchos no se percaten porque este consumismo se ha convertido en algo cotidiano, una realidad que está ahí desde el mismo momento en el cual nacimos. Quizás la forma más magistral de expresar esta realidad la halló Joachim Spangenberg: «En los países ricos el consumo consiste en: personas que gastan el dinero que no tienen, para adquirir bienes que no desean, para impresionar a personas que no aman«.
La producción, las estrategias de publicidad cada vez más agresivas y ciertas características de personalidad pueden ser una mezcla bastante explosiva en algunas personas que sufren el shopping compulsivo; verdaderas crisis de adquisición incontroladas. En el artículo sobre el Síndrome de las Compras hice referencia a este trastorno, ahora quisiera referirme a las diferentes tipologías del consumo patológico:
– Consumopatía abusiva. La compra o adquisición de los productos es un síntoma secundario a otro trastorno psicológico como la depresión, el ansia, la esquizofrenia o incluso la demencia. En las personas bipolares usualmente las crisis de adquisición se evidencian en el periodo maniaco caracterizado por la agitación.
En la mayoría de estos casos la adquisición intenta llenar un vacío interior o defenderse de la tristeza y la falta de sentido. Se convierte en una forma de contactar con el mundo y vencer la soledad. En los casos de crisis de adquisición en personas esquizofrénicas, generalmente estas se sustentan en alguna idea delirante por lo cual los objetos que se compran serían un medio de autodefensa.
– Consumopatía morbosa o de dependencia. A diferencia de la anterior, esta tipología es la primera forma de consumo patológico y se manifiesta como una propensión exagerada al consumo que se alimenta de un impulso incontrolable.
Vale aclarar que el comportamiento compensatorio representa una suerte de acción emprendida para afrontar las frustraciones o los pensamientos y emociones no deseadas provocando cierto placer. Al contrario, el comportamiento compulsivo intenta llenar un vacío o protegerse del miedo o la inseguridad a través de una acción que se convierte en una especie de rito expiatorio.
¿Cómo transcurre el proceso de la adquisición patológica?
Evidentemente, el comportamiento de adquisición patológica difiere de la compra cotidiana que realizamos. Cuando vamos a adquirir un producto, estamos guiados por alguna necesidad, determinados por las preferencias y por las normas (subjetivas u objetivas) que modulan nuestro poder adquisitivo.
Cuando una persona presenta la consumopatía estos factores se manifiestan de una forma diversa: las necesidades de compra se relacionan más con la construcción de la identidad, el poder, el éxito o la aceptación de los otros que con una verdadera urgencia del producto por sus funcionalidades. Cada producto será deseado en relación con el modelo social que se ha construido a su alrededor (lo que significa culturalmente) y en relación con lo que representa y la importancia subjetiva que cada persona le brinda para la construcción de su «yo». En palabras sencillas: la persona no compra porque necesita el producto en sí sino porque necesita lo que representa ese producto. Luego, en esta adquisición patológica, los factores moduladores usuales como la solvencia económica o la verdadera inutilidad del producto, no se erigen como determinantes. La persona tiene un escaso control sobre su decisión de compra y en el momento de la adquisición no atenderá a razones lógicas u objetivas que le nieguen la satisfacción de su impulso.
Usualmente estas personas toman su decisión de compra mucho antes de llegar a la tienda, sustentándose en los mensajes publicitarios, los modelos televisivos idealizados o a partir de las adquisiciones de las personas que le rodean en su cotidianidad. En la compra la persona simboliza una posible solución de sus conflictos, es un intento de compensar sus inseguridades y superar sus problemas de autoestima pero contradictoriamente, «el remedio es peor que la enfermedad» por lo cual la persona termina encerrada en un círculo vicioso de fallos en el autocontrol que terminan por devastar su autoestima. Motivo de reflexión especial es el hecho de que una vez que la persona está convencida de su incapacidad para controlarse, esta convicción alimenta y hace más frecuentes las crisis de adquisición patológica ante las cuales no antepone ninguna barrera.
En muchas ocasiones las dificultades de adquisición desmedida comienzan a manifestarse en la adolescencia más temprana; presentando como base una educación altamente permisiva o hiperprotectiva. En otros casos, estas personas convivieron con padres que solían manifestar su afecto a través de regalos materiales por lo cual, en su adultez intentan llenar un vacío existencial con objetos materiales.
Una de las terapias más eficaces para combatir la adquisición patológica es que la persona se fije un top mental que limite la cantidad de objetos o dinero que puede emplear en su compra. Aumentando paulatinamente este top mental la persona puede sentir que toma gradualmente el control sobre sí misma; lo cual tendrá un efecto muy beneficioso en su autorepresentación y para su autoestima.
No obstante, y para responder a la pregunta que titula el artículo; considero que los límites entre el consumo patológico y el consumismo (característica de la sociedad occidental) es muy tenue. Así, cada persona de vez en cuando debería someterse a un escrutinio mental donde se pregunte: ¿realmente necesito este nuevo producto? ¿este producto es más funcional que el que ya poseo? ¿son imprescindibles estas nuevas funcionalidades? Creo que solo la reflexión y la actitud crítica puede salvarnos de la vertiginosidad y acriticidad cotidiana.
Fuentes:
Pani, R. & Biolcati, R. (1998) Shopping compulsivo. Urbino: Quattroventi.
Christenson, G. A., Faber, R.J. & De Zwaan, M. (1994) Compulsive buying: descriptive characteristics and psichiatric commorbility. Journal of Clinical Psychiatry; 55: 5-11.
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