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Quien no puede controlarse a sí mismo, intenta controlar a los demás

A veces, las personas que no son capaces de gestionar sus miedos, vacíos, inseguridades y frustraciones experimentan una imperiosa necesidad de controlar a los demás. Pretenden imponerles sus puntos de vista y decisiones, obligándoles a amoldarse a sus deseos y satisfacer sus necesidades. Ese comportamiento les lleva a establecer relaciones dominantes en las que terminan sofocando a los demás, arrebatándoles el imprescindible oxígeno psicológico para vivir.

Esa necesidad de controlar a los demás se manifiesta en diferentes contextos, momentos y situaciones. Puede ser una madre o un padre inseguro que intenta controlar a sus hijos para que permanezcan bajo su ala durante el mayor tiempo posible. Puede tratarse de una persona que controla a su pareja intentando crear una relación de dependencia emocional para que no la abandone. O incluso puede tratarse de amigos, compañeros de trabajo y jefes difíciles que ponen en práctica comportamientos controladores, manipuladores y/o chantajistas.

Quien no puede poner orden dentro, intenta imponerlo fuera

Muchas personas intentan controlar a los demás porque carecen del autocontrol, la disciplina interior y la autonomía emocional adecuadas. Su deseo de controlar a los demás es realmente una estrategia de compensación: como no pueden autorregularse, intentan dominar y someter a los otros.

Generalmente se trata de personas que necesitan reafirmarse a través de las relaciones que establecen. Al controlar a los demás construyen una imagen más poderosa de sí mismos y desarrollan una percepción de autoeficacia que no pueden alcanzar a través del autocontrol. Eso significa que, en el fondo, se trata de personas inseguras, que tienen una baja autoestima y serias dificultades para gestionar asertivamente su mundo emocional.

De hecho, ese intento de control casi obsesivo sobre los demás revela una profunda necesidad de ser “nutridos” y un profundo miedo al abandono.

Sus demandas suelen revelar esa contradicción, demostrando que proyectan sobre los otros sus propias carencias. Pueden decirnos, por ejemplo, que necesitamos hacer dieta cuando ellos están obesos o que malgastamos el dinero cuando en realidad son ellos quienes no gestionan bien sus finanzas. Un compañero de trabajo puede acusarnos de no ser eficientes cuando es él quien pierde tiempo y una pareja puede quejarse de que somos controladores cuando en realidad ocurre lo contrario.

Las personas controladoras también tienen dificultades para lidiar con la incertidumbre, no toleran bien los imprevistos ni la inseguridad propia de la vida. Como no logran modular sus respuestas emocionales ante las incertezas y la adversidad, intentan controlar a quienes están a su alrededor, en un vano intento por encontrar la seguridad que necesitan. En práctica, desplazan su locus de control del interior al exterior.

Contra la espada y la pared

Psicólogos de las universidades de Wurzburg y Basilea comprobaron que las personas que tienen un escaso autocontrol suelen asumir actitudes extremas, de tipo “todo o nada”. Eso significa que estas personas reaccionan de manera más impulsiva y no lidian bien con los términos medios, de manera que su necesidad de controlar no admite latencias ni excusas. Esas personas nos pondrán continuamente contra la espada y la pared: o estamos a su favor y cedemos a sus demandas o estamos en su contra si decidimos defender nuestra libertad.

Esa incapacidad para ver los términos medios y comprender que necesitamos nuestro espacio vital, sin que ello signifique que les queramos o apreciemos menos, es lo que suele tirar la cuerda de la relación. Las personas que sienten una imperiosa necesidad de controlar nos pondrán continuamente al límite, obligándonos a renunciar a muchos de nuestros intereses o postergar nuestras necesidades como muestra de amor y/o compromiso.

Como resultado, este tipo de persona demandará todo: tiempo, apoyo emocional, lealtad, entrega y, por supuesto, obediencia ciega, hasta el punto de llegar a aniquilar nuestro «yo».

No busques en los demás lo que no encuentras en tu interior

Las personas que tienen un escaso autocontrol necesitan comprender que controlar a los demás no mejorará su situación porque el problema no está fuera, sino dentro. Dominar a las personas solo coarta su libertad y, a la larga, genera fricciones en las relaciones que aumentan las probabilidades de que se queden solos.

Por eso, necesitan apropiarse de las herramientas psicológicas que les permitan desarrollar la autoeficacia. Un buen punto de partida consiste en intentar ser menos egocéntricos.

Un experimento realizado en la Universidad de Stanford reveló que el autocontrol depende, entre otros factores, de nuestra capacidad para ver las cosas desde la perspectiva de otra persona. Estos psicólogos descubrieron que imaginar cómo respondería nuestro yo futuro mejora el autocontrol aumentando nuestra capacidad para posponer la gratificación en el aquí y ahora a un momento posterior.

Por tanto, cuando sientas la necesidad de controlar a los demás, detente un segundo y pregúntate qué es lo que necesitas gestionar en tu interior. Pon orden dentro.

Fuentes:

Hofmann, W.; Friese, M. & Strack, F. (2009) Impulse and Self-Control From a Dual-Systems Perspective. Perspect Psychol Sci; 4(2): 162-176.

Hershfield, H. et. Al. (2009) Don’t stop thinking about tomorrow: Individual differences in future self-continuity account for saving. Judgm Decis Mak; 1; 4(4): 280–286.

Jennifer Delgado Suárez

Soy psicóloga. Por profesión y vocación. Divulgadora científica a tiempo completo. Agitadora de neuronas y generadora de cambios en mis ratos libres. ¿Quieres saber más sobre mí?

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