Un asunto delicado que necesitas hablar con tu pareja, una discrepancia con algún miembro de la familia, una reclamación que quieres plantearle a tu jefe o un conflicto con un vecino, todos hemos tenido que afrontar ciertas conversaciones incómodas. Puede tratarse de un tema delicado con el que no nos sentimos a gusto o quizá nos preocupe que la relación se vea perjudicada, todo aquello que nos quite el sueño califica como “conversaciones difíciles”.
La mala noticia es que las conversaciones incómodas no van a desaparecer por arte de magia. Mientras nos relacionemos con otras personas habrá diferencias, desacuerdos e incluso conflictos, situaciones que tienen el potencial de convertirse en fuentes de tensión emocional y que debemos abordar más temprano que tarde.
La buena noticia es que existen técnicas psicológicas que nos ayudan a reducir la tensión y la ansiedad que generan los temas delicados mientras aumentan las probabilidades de que esas conversaciones incómodas sean un poco menos incómodas y un poco más fructíferas.
¿Planificas tus conversaciones incómodas con una “mentalidad de cartero”?
¿Tienes una conversación difícil en el horizonte? Si es así, es probable que estés hilvanando el discurso en tu mente. Quizá necesites decirle a esa persona cosas como “me hiciste daño”, “me trataste injustamente” o “has sigo muy egoísta”.
Esos pensamientos son completamente normales, sobre todo si te has sentido humillado, traicionado, herido o tratado injustamente. Sin embargo, el hecho de que sean normales no significa que sean útiles.
La ansiedad anticipatoria que nos generan las conversaciones incómodas acelera nuestra mente, deja a flor de piel nuestras emociones y nos impide pensar con claridad generando un torrente desenfrenado de reproches catárticos. No es extraño que terminemos asumiendo el papel de carteros; o sea, nos enfocamos en entregar el mensaje lo antes posible para lavarnos las manos.
Así terminamos cometiendo un grave error en la comunicación: equiparamos nuestro mensaje con un paquete o una carta que debe ser entregada. Nos convertimos en carteros porque solo nos centramos en transmitir el mensaje. Elaboramos mentalmente nuestro discurso como una catarsis sin posibilidad de réplica. Y pensamos que una vez que hemos dicho todo lo que necesitábamos, nuestro trabajo está hecho y podemos desentendernos del asunto. Nos limitamos a tirar la pelota sobre el tejado ajeno.
Como resultado, es probable que nuestra conversación se convierta en un paquete de reproches envueltos en una actitud negativa que dejamos en la puerta de la otra persona, lo que podríamos llamar un “regalo envenenado”.
Sin embargo, esa forma de afrontar las conversaciones incómodas no es asertiva.
Cuando asumimos una mentalidad de “entrega de mensajes” planteamos el problema y la solución desde nuestra perspectiva, sin preguntarnos ni por un momento cómo lo percibirá el otro y sin intentar comprender sus motivos. Nos enfocamos en liberar la tensión emocional, más que en buscar una solución.
Y si bien expresar nuestras emociones es importante, no suele bastar cuando necesitamos llegar a un entendimiento. Por ende, es más probable que la conversación realmente se vuelva incómoda y se convierte en un fuego cruzado de reproches donde dos personas hablan, pero ninguna se escucha.
¿Cómo pasar del “modo cartero” a una mentalidad mediadora?
Cada conflicto siempre tiene dos partes, pero es fácil olvidarlo cuando estamos demasiado involucrados emocionalmente. Por eso solemos pensar que hay un lado correcto y otro incorrecto, uno justo y otro injusto. Obviamente, nosotros siempre estamos en el lado correcto y justo.
Sin embargo, si abordamos un asunto delicado partiendo del supuesto de que tenemos la razón – con mayúsculas – es probable que la otra persona se ponga a la defensiva y a los cinco minutos la conversación se convierta en un fuego cruzado de recriminaciones que no irá a ningún sitio.
Por esa razón, si queremos llegar a un entendimiento es necesario abandonar ese pensamiento dicotómico e intentar ponernos en el lugar del otro. Para lograrlo debemos salir del “modo cartero” y asumir la postura de los mediadores. Los mediadores de conflictos siguen una estrategia sencilla pero muy eficaz: eliminan los juicios de valor de la situación y parten de los puntos en común.
En lugar de utilizar palabras como correcto o incorrecto, justo o injusto, intenta ceñirte a los hechos considerando la perspectiva del otro. Con esta estrategia, en vez de decir: “tu idea es terrible” puedes decir: “no compartimos el mismo punto de vista”. En lugar de decir: “has sido muy egoísta” puedes decir: “tu actitud me ha dolido, ¿podemos hablar de lo ocurrido?”.
Además de dejar fuera los juicios de valor, también es conveniente que pienses en lo que tenéis en común para crear un punto de partida positivo y evitar que la otra persona se ponga a la defensiva. Puedes recordarle a tu pareja que “nos amamos”, a un vecino problemático que “vivimos en el mismo edificio” o a tu jefe que “a todos nos interesa que la empresa crezca”.
Cuantas más cosas en común tengas con una persona, más fácil será llegar a un acuerdo, por muy distantes que sean vuestras posturas iniciales. El problema es que muchas veces nos enfocamos tanto en lo que nos diferencia y distancia que olvidamos lo que nos iguala y une. Los especialistas en resolución de conflictos lo saben, por eso comienzan poniendo el foco en los puntos en común.
Las claves de las conversaciones fructíferas
En cualquier caso, recuerda que tu objetivo no es persuadir al otro para que cambie sus puntos de vista, sino tan solo traer a colación el problema o el desacuerdo para encontrar una solución satisfactoria para ambos. Necesitas expresar lo que te preocupa. ¡Por supuesto! Pero al mismo tiempo debes abrir un espacio de diálogo donde pueda gestarse una solución.
Por ejemplo, si estás sobrecargado de trabajo, en vez de quejarte con tu jefe y decirle que no estás dispuesto a asumir nada más ya que la repartición de la carga de trabajo te parece muy injusta, podrías plantearle la situación objetivamente: “estoy llevando X proyectos a la vez y haciendo muchas horas extra. Estoy agotado y mi rendimiento se está resintiendo. Me gustaría hablar sobre mi carga de trabajo actual”.
Esa manera de presentar el problema abre un espacio para que el otro explique su perspectiva y brinde soluciones. Por ejemplo, tu jefe podría decidir ascenderte y/o darte un equipo de trabajo para que puedas gestionar mejor los proyectos.
Recuerda que el objetivo de las conversaciones difíciles es buscar una salida a una situación negativa, y a menudo eso pasa por entender el punto de vista del otro. Por tanto, si quieres solucionar lo que te incomoda o estresa, no puedes limitarte a soltar tu mensaje/malestar como si fuera un paquete, sino que necesitas mostrarte receptivo a las ideas y visión del otro.
Si intentas comprenderle genuinamente y escuchas con atención, es más probable que esa persona se muestre receptiva a tus necesidades. Deshazte de la necesidad de juzgar y criticar. Deshazte también de los reproches, recriminaciones y acusaciones. Las conversaciones realmente fructíferas son aquellas en las que las personas se sienten escuchadas, comprendidas, valoradas y respetadas.
Fuente:
Heen, S. & Stone, D. (2023) Difficult talks spike anxiety. Learning conversations can help. En: Washington Post.
Deja una respuesta