Este estudio ilustra, de forma bastante dramática, un engaño bastante común del que suele ser objeto la memoria: la sugestionabilidad.
El experimento, desarrollado en la Universidad Estatal de Iowa, muestra un diseño muy simple pero sus repercusiones son inmensas para el campo de la Psicología Forense. A los participantes les mostraron un video de una cámara de seguridad donde se observaba a un hombre caminando hacia una tienda. El video solo duraba 8 segundos pero fue pasado con lentitud para que las personas pudiesen apreciar la mayor cantidad de detalles posibles aunque verdaderamente, por la calidad de la cinta, se podían vislumbrar muy pocas peculiaridades.
Después de haber visto el video a los participantes se les dijo que aquel hombre era un asesino que una vez que desaparecía de la vista de la cámara de seguridad entró en la tienda y mató al guardia. Esta información era verdadera, sustentada en un caso real.
A los participantes se les dijo que su tarea sería identificar al asesino entre cinco fotos, las cuales habían sido verdaderamente utilizadas en el caso original solo que en el experimento se excluyó la foto del verdadero asesino.
En este punto se dividió el grupo en tres subgrupos:
– Al primer grupo no se le brindó retroalimentación acerca de su elección del sospechoso.
– Al segundo grupo se le dijo que se habían equivocado en la decisión.
– Al tercer grupo se le hizo creer que habían identificado verdaderamente al asesino.
Posteriormente a cada persona se le preguntó cuántos aspectos o factores habían utilizado para identificar al sospechoso, cuán seguros estaban de sus decisiones, cuán bien habían podido observar al hombre del video y si podían brindar detalles de su cara.
Los resultados mostraron que el simple hecho de felicitar a las personas por haber elegido correctamente al sospechoso provocaba un gran efecto en sus reportes: automáticamente reconocían que estaban muy seguros de su elección y por lo tanto sus juicios eran muy confiables; reconocieron que habían tenido una buena panorámica del asesino y que la identificación había sido muy fácil. Así, brindar una retroalimentación positiva catapultó la confianza de los participantes haciéndoles creer firmemente que su juicio era del todo acertado.
Solo el 15% de las personas a las que se le dijo que se habían equivocado realizando la identificación continuaban confiando en su juicio mientras que el 50% de las personas a las que se le brindó una retroalimentación positiva aumentaban su seguridad en la identificación errónea.
En una segunda parte del experimento se deseaba valorar cuán conscientes eran las presuntos testigos sobre la incidencia de la retroalimentación. Es decir, si se habían percatado que después de las palabras de los investigadores su confianza aumentaba o disminuía.
Los resultados ya deben imaginarlos: las personas no se daban por aludidas ni creían que las palabras de aprobación o desaprobación de los experimentadores pudiesen variar lo que ellos habían «visto».
Los investigadores aseveran que el fenómeno de la retroalimentación positiva no es necesario que transcurra a través de palabras sino que pueden bastar simples señales extraverbales de satisfacción de las fuerzas policiales. Así, estas señales podrían ser las causantes de las certezas que muchos de los testigos oculares presentan en los juicios cuando realmente su conocimiento sobre los hechos o su capacidad de identificación no son tan sólidos como para condenar a una persona.
Sobran los comentarios.
Fuentes:
Schacter, D. L. (1999). The seven sins of memory. Insights from psychology and cognitive neuroscience. American Psychologist, 54: 182-203.
Wells, G. L., & Bradfield, A. L. (1998). Good, you identified the suspect: Feedback to eyewitnesses distorts their reports of the witnessing experience. Journal of Applied Psychology, 83: 360-376.
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