La mente humana es una herramienta particularmente poderosa capaz de construir realidades tan firmes que a veces olvidamos que son tan solo percepciones. A lo largo de nuestras vidas, adoptamos creencias limitantes que, sin darnos cuenta, condicionan nuestras vidas y nos impiden avanzar en la dirección que deseamos.
Sin embargo, la vida ya es suficientemente complicada como para añadir más tensión alimentando expectativas poco realistas. Si dejamos que los cánones sociales y el positivismo tóxico impregnen nuestro pensamiento, es probable que terminemos con más ansiedad y frustración que paz y felicidad. Por eso, es fundamental tomar nota de algunas de las creencias limitantes más extendidas y que más daño causan a nuestro bienestar.
Las ideas más comunes que nos han inculcado y nos hacen infelices
Los valores y metas que hoy damos por sentados, no siempre han sido compartidos por otras sociedades. Los antiguos filósofos, por ejemplo, ni siquiera buscaban la felicidad, sino que apuntaban en otra dirección. Epicuro, por ejemplo, aspiraba a la ataraxia, entendida como un estado de imperturbabilidad del alma. En cambio, Aristóteles perseguía la eudaimonia, un estado de satisfacción individual al que se llega cuando llevamos una vida plena y equilibrada.
1. “Tengo que ser feliz”
Vivimos en una especie de «tiranía del pensamiento positivo» que nos ha vendido una felicidad enlatada. Sin embargo, ¿y si esforzarnos demasiado por ser felices nos estuviera haciendo infelices? Lo cierto es que cada vez más investigaciones apuntan en esa dirección.
Un estudio desarrollado en la Universidad de California, por ejemplo, demostró que obsesionarnos con la búsqueda de la felicidad aumenta el riesgo de depresión. Y psicólogos de la Universidad de Denver comprobaron que las personas que más valoran la felicidad, también reportan sentirse menos felices bajo condiciones de estrés, en comparación con quienes no le dan tanta importancia a ese estado.
Por tanto, quizá uno de nuestros mayores errores al buscar la felicidad sea preocuparnos demasiado por ser felices, hasta el punto de juzgar todos los aspectos de nuestra vida según su contribución a un estado emocional sumamente idealizado.
“En el mundo moderno, la felicidad es lo más parecido que tenemos a un summum bonum, el bien supremo del que fluyen todos los demás bienes. Siguiendo esta lógica, la infelicidad se convierte en summum malum, el mayor mal a evitar”, escribió el filósofo Nat Rutherford. Por tanto, una de las primeras creencias limitantes de las que debemos deshacernos es de esa necesidad de ser felices a toda costa.
2. “Tengo que ser ‘alguien’ en la vida”
El pensamiento de que “tenemos que ser alguien en la vida” se ha convertido en uno de los mantras más repetidos, sobre todo en una era donde las expectativas y la presión por destacar son más fuertes que nunca. La sociedad nos empuja a abrazar el éxito, que a menudo se mide en términos materiales, una carrera exitosa o el reconocimiento social.
Sin embargo, este enfoque centrado en la validación externa a menudo solo siembra las semillas del malestar psicológico. Investigaciones recientes sugieren que esa obsesión por “ser alguien” no solo no garantiza la paz mental, sino que podría ser un obstáculo. Quienes tienen un locus de control externo, por ejemplo, tienen más riesgo de sufrir ansiedad, estresarse, preocuparse y dañar su bienestar.
Lo cierto es que “ser alguien” en la vida no significa necesariamente sobresalir. Cuando abandonamos la creencia limitante de que debemos ser alguien, creamos espacio para experimentar la vida desde la autenticidad, permitiendo que el bienestar surja de aspectos más profundos de nuestro ser.
Dejar ir ese pensamiento no significa renunciar a nuestras aspiraciones, sino cambiar el enfoque de cómo nos definimos y cómo percibimos el éxito. En lugar de ser “alguien” según los estándares de la sociedad, aprendemos a ser nosotros mismos, sin la necesidad de validar nuestra existencia a través de logros externos.
Al soltar esa presión, lo que emerge es una increíble sensación de libertad: la oportunidad de vivir de acuerdo con nuestros propios valores y no con los de un sistema que nos dice que nunca somos suficientes y que tenemos que demostrar continuamente algo a alguien. No obstante, lo cierto es que tú y yo, ya somos alguien, no necesitamos convertirnos en “alguien”.
3. “Tengo que cumplir mis sueños”
Desde el cine hasta la literatura, las redes sociales y los gurús del Crecimiento Personal, todo nos transmite la idea de que alcanzar nuestros sueños es el objetivo supremo de la vida. Sin embargo, esa presión por hacer realidad nuestros deseos puede convertirse en un boomerang que atente contra nuestro bienestar y equilibrio.
La lucha constante por alcanzar un ideal puede eclipsar los logros que ya hemos conquistado, creando una sensación de fracaso perpetuo. Alan Watts se refería a esa especie de trampa que nos tendemos explicando que, si siempre nos orientamos hacia el futuro, hacia un estado ideal que nunca llega, nos alejamos del presente, que es donde realmente transcurre la vida.
Debemos comprender que el viaje que nos conduzca hasta nuestros sueños debe ser tan valioso como el destino en sí. Si nos enfocamos únicamente en la culminación de nuestras aspiraciones, corremos el riesgo de olvidar el valor de las experiencias que vivimos en el camino y eso suele conducirnos a una espiral de insatisfacción permanente.
En cambio, asumir que quizá algunos de esos sueños se han quedado desfasados o que simplemente no los alcanzaremos puede reportarnos una paz interior enorme. Se trata de soltar el fardo de lo que no puede ser o ha perdido su sentido para abrazar lo que realmente es. Se trata de romper esos acuerdos que una vez firmamos con nosotros mismos para actualizarlos a la luz de las circunstancias actuales, con más experiencia, madurez y conocimiento de causa.
En última instancia, esa tranquilidad de espíritu se alcanza cuando soltamos todas las creencias limitantes sobre lo que deberíamos hacer, ser o pensar. Al liberarnos de esta carga, podemos vivir con mayor autenticidad, valorando cada paso que damos, independientemente del resultado. En ese espacio de aceptación, descubrimos que la felicidad no reside solo en alcanzar metas o en destacar de los demás, sino en la forma en que elegimos vivir y experimentar el presente.
Referencias Bibliográficas:
Kesavayuth, D. et. Al. (2022) Locus of control and subjective well-being: Panel evidence from Australia. PLoS One; 17(8): e0272714.
Ford, B. Q. et. Al. (2014) Desperately Seeking Happiness: Valuing Happiness is Associated With Symptoms and Diagnosis of Depression. J Soc Clin Psychol; 33(10): 890–905.
Mauss, I. B. et. Al. (2011) Can seeking happiness make people unhappy? Paradoxical effects of valuing happiness. Emotion; 11(4):807-15.
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