La tendencia a creer en dioses poderosos es tan antigua como el hombre mismo y atraviesa diferentes culturas y sociedades. En gran parte, esas creencias religiosas se sustentan en nuestro profundo deseo de seguridad. Creer en la existencia de una justicia divina satisface nuestra necesidad de percibir el mundo como un sitio estructurado, ordenado y no aleatorio.
Sin duda, creer en Dios nos reconforta en los momentos difíciles y puede darnos la fuerza que necesitamos cuando estamos a punto de flaquear, pero como todo en la vida, también puede tener un “efecto colateral” insospechado: nos anima a correr más riesgos.
¿Riesgos! Sí, pero según su valencia moral
En el imaginario popular existe la idea de que las personas religiosas suelen asumir menos riesgos. Y no es una idea completamente desacertada ya que las investigaciones anteriores han demostrado que los religiosos son menos proclives a exponerse a riesgos que tengan connotaciones inmorales, como consumir drogas o involucrarse en juegos de azar.
Sin embargo, también se ha apreciado que se sienten impelidas a asumir riesgos “moralmente positivos”, como ayudar a alguien que lo necesita. Ahora un equipo de psicólogos de la Universidad de Columbia Británica analizó a un grupo de 264 personas cristianas para valorar su propensión a los riesgos moralmente neutrales, como escalar montañas, mudarse a otra ciudad para buscar nuevas oportunidades profesionales o establecer relaciones.
Constataron que cuando se activan las creencias religiosas, aumenta la tendencia a elegir opciones más arriesgadas, sobre todo entre las personas que estaban convencidas de que Dios las protegería de cualquier daño.
Curiosamente, no es el primer estudio que llega a estos resultados. Casi una década antes, psicólogos de la Universidad de Stanford habían realizado un experimento similar en el que pidieron a casi 900 personas que eligieran entre diferentes opciones que implicaban distintos niveles de riesgo, como mirar un color extremadamente brillante que podría dañar levemente su salud ocular a cambio de un pago o mirar un color más oscuro e inofensivo.
Los investigadores encontraron que los participantes a los que se les había recordado la existencia de Dios antes de hacer su elección tenían más probabilidades de optar por la versión peligrosa del experimento (95,5%) que aquellos a quienes no se les habían activado las creencias religiosas (84,3%). Concluyeron que “la exposición al concepto de Dios en realidad puede aumentar la disposición de las personas a correr ciertos riesgos”.
Cuando Dios se convierte en una red de protección
La creencia en Dios activa una sensación de seguridad, es como si se convirtiera en una especie de red de contención que nos hace sentir más tranquilos y confiados para atrevernos a dar el salto. De hecho, muchas de las personas que participaron en el estudio creían que Dios las protegería de las consecuencias negativas, por lo que se sentían más seguras al realizar actividades potencialmente peligrosas o inciertas.
Obviamente, esa percepción forma parte de un conjunto más amplio de creencias religiosas que nos ayudan a lidiar con la incertidumbre, el miedo y los factores estresantes de la vida cotidiana, a la vez que nos permite ganar confianza y seguridad.
Esa convicción no es negativa cuando necesitamos realizar un cambio vital o tenemos que afrontar situaciones inciertas. De hecho, nos ayuda a sentirnos mejor a la hora de correr riesgos. Sin embargo, es importante ser conscientes de la existencia de ese “sesgo” pues también podría empujarnos a asumir riesgos innecesarios pensando que disponemos de una red de seguridad invulnerable.
Los experimentos también han revelado que las personas que creían en Dios no solo pensaban que estarían más protegidas, sino que también percibían que diversos comportamientos de riesgo eran menos peligrosos. Es decir, creer en Dios disminuye nuestra percepción del riesgo.
Asimismo, estar convencidos de que todo saldrá bien puede hacer que desestimemos o subvaloremos los obstáculos y peligros que podemos encontrar a lo largo del camino o que no hagamos cuenta con las capacidades y recursos que necesitamos para llevar adelante dicha empresa. A la larga, esa fe puede convertirse en un boomerang que nos haga fracasar y genere frustración.
No es casual que esos mismos psicólogos comprobaran que cuando la protección divina no se materializaba, las personas experimentaban más emociones negativas, sintiéndose más frustradas, desoladas y decepcionadas que quienes obtuvieron los mismos resultados, pero no mostraron un sesgo religioso.
Una solución para evitar ese sesgo, reducir los riesgos y aumentar las probabilidades de que todo vaya mejor es seguir un antiguo proverbio inglés que dice: “espera lo mejor, prepárate para lo peor y gestiona lo que venga”.
Referencias Bibliográficas:
White, J. M. et. Al. (2024) Do reminders of God increase willingness to take risks? Journal of Experimental Social Psychology; 110: 104539.
Laurin, K. & Kay, A. C. (2017) The Motivational Underpinnings of Belief in God. Advances in Experimental Social Psychology; 56: 201-257.
Kupor, D. M. et. Al. (2015) Anticipating divine protection? Reminders of god can increase nonmoral risk taking. Psychological Science; 26(4): 374–384.
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