A veces, convertirse en padres es como adentrarse en un laberinto confuso de consejos sobre cómo educar a los niños. Aunque no existe una guía definitiva ni reglas mágicas, lo cierto es que décadas de investigaciones psicológicas y educativas han arrojado luz sobre aquellos comportamientos que pueden dejar una huella difícil de borrar en los niños.
La infancia es un periodo tan importante para nuestro desarrollo porque el cerebro infantil es particularmente sensible al entorno. Los niños comienzan a formarse la visión del mundo y comienzan a descubrir quiénes son justo durante sus primeros años de vida. Si no encuentran un entorno seguro y estimulante donde primen las relaciones de afecto, las probabilidades de que surjan problemas psicológicos son más elevadas.
La crianza hostil aumenta el riesgo de sufrir trastornos psicológicos
Como parte del estudio “Growing Up In Ireland”, investigadores de la Universidad de Cambridge y del University College de Dublin analizaron a más de 7.500 niños con 3, 5 y 9 años de edad. También analizaron a sus padres, en especial el estilo de crianza que aplicaban, dividiéndolo en tres grandes categorías:
- Crianza cálida, marcada por la satisfacción de las necesidades físicas y emocionales del niño.
- Crianza consistente, caracterizada por el establecimiento de límites y expectativas claros.
- Crianza hostil, dada por una disciplina demasiado estricta y un control excesivo con tintes agresivos desde el punto de vista físico y/o psicológico.
Tras analizar aspectos como el retraimiento social y la ansiedad, la agresividad, la hiperactividad y la impulsividad, los investigadores descubrieron que el 10% de los niños tenían un alto riesgo de desarrollar problemas de salud mental.
La crianza hostil aumentó en un 150% el riesgo de que los pequeños sufrieran trastornos mentales a los 9 años. Este tipo de crianza puede implicar desde la violencia física hasta gritar regularmente a los niños, humillarlos o castigarlos por capricho, sin motivos válidos.
Los daños que causa la crianza hostil en los niños
Los estilos de crianza son muy importantes para el desarrollo infantil porque desempeñan un papel protagónico en la creación del clima afectivo que sirve como base para las interacciones entre padres e hijos.
La crianza hostil es un estilo de educación agresivo, ya sea a nivel físico o verbal, que generalmente viene dado por la ignorancia de los padres, su inexperiencia, situaciones de estrés o incluso simplemente porque están replicando la manera en que los educaron cuando eran pequeños.
En este tipo de crianza no hay espacio para la disensión. Se hace lo que dicen los padres, que a menudo aplican los castigos de forma arbitraria y desproporcionada, por lo que los niños no llegan a comprender cuáles son las normas y qué reglas deben seguir. De hecho, suelen crecer en un entorno que, aunque aparentemente estructurado y controlado, les resulta caótico y confuso.
Como resultado, estos pequeños suelen experimentar niveles más elevados de ansiedad y estrés. Cuando los padres son hostiles, los niños suelen sentir que están caminando sobre cristales a punto de romperse porque no pueden anticipar lo que pasará a continuación o el tipo de castigo que recibirán.
También es común que asuman que la agresión e imposición son la manera correcta de relacionarse, por lo que a medida que crecen pueden volverse agresivos en sus relaciones. Esa agresividad e impulsividad no es más que el reflejo del trato que reciben. Otros, en cambio, pueden recluirse, como una forma para escapar de ese entorno hostil, por lo que es probable que terminen desarrollando síntomas depresivos.
Los investigadores aclararon que “no estamos sugiriendo ni por un momento que los padres no deben establecer límites firmes para regular el comportamiento de sus hijos, pero es difícil justificar una disciplina dura y frecuente, dadas las implicaciones para la salud mental”.
La clave, como todo en la vida, radica en la moderación. Los niños necesitan un entorno seguro y estructurado para crecer y explorar con seguridad y libertad. Y eso significa que deben existir normas y reglas, pero pocas y claras. Castigarlos de forma impredecible y reaccionar con agresividad cuando se equivocan no es el camino más adecuado si queremos criar a adultos seguros de sí mismos con una buena salud mental.
Fuente:
Katsantonis, I. & Symonds, J. E. (2023) Population heterogeneity in developmental trajectories of internalising and externalising mental health symptoms in childhood: differential effects of parenting styles. Epidemiology and Psychiatric Sciences; 32.
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