Según las informaciones brindadas por el Instituto de Política Familiar, en el año 2010 en España se vivía una ruptura matrimonial cada cuatro minutos (hay veces que las estadísticas me resultan un tanto increíbles pero opto por ser fiel a los números). Y es que la inmensa mayoría de las parejas atraviesan periodos de crisis a lo largo de la relación. Esto sucede debido a que todas las personas cambiamos con el paso del tiempo, varían nuestras necesidades, motivaciones e incluso los sentimientos. Por ende, estos cambios provocan desencuentros que antes no existían.
Cuando se pasa por una crisis predomina la angustia y la confusión. Entonces aparece una pregunta que martillea constantemente: ¿Atravesamos una crisis o nos enfrentamos a una ruptura definitiva? ¿Cómo saberlo?
Al entrar en crisis los sentimientos que se experimentan son muy intensos por lo que es difícil pensar con la mente despejada. Decidir si vale la pena continuar o debe terminarse la relación puede ser una empresa verdaderamente titánica; sobre todo porque tememos asumir la opción equivocada.
Hay quienes consideran que la relación de pareja debe terminarse cuando se ha acabado el amor. No obstante, lo cierto es que a veces resulta muy difícil deslindar el amor de otros sentimientos como el cariño, la amistad o la compasión. Entonces es importante preguntarse: ¿aún existe pasión? ¿existe atracción sexual? En otros casos aún existe amor y pasión pero simplemente el estilo de relación que se ha adoptado es tan inadecuado que causa daños a ambos miembros.
Lo cierto es que es bien difícil determinar cuándo poner punto final a una relación de pareja pero en sentido general puede decirse que deberíamos pensar en una ruptura cuando la pareja no nos permite desarrollarnos como personas o cuando ninguno de los dos miembros logra desarrollarse. Cuando la relación más que satisfacción y bienestar, produce daño y sabemos que no hay forma de llegar a un acuerdo ventajoso para ambos que cambie el estado de las cosas actuales, entonces es el momento de llenarnos de coraje y romper.
Una relación de pareja madura implica un crecimiento de ambas partes, las dos personas se complementan y se retroalimentan la una de la otra permitiendo el desarrollo personal (ya sea brindando apoyo o motivando al otro). Hay ocasiones en que la relación no es desarrolladora sino que coarta la libertad y las posibilidades de las personas de desarrollarse, en este punto es necesario detenernos en el camino y repensar cuál será el paso futuro.
Si has optado por sobrellevar la crisis entonces necesitarás una buena dosis de introspección en aras de reconocer los errores propios y trabajar en eliminarlos. Eso sí, cada uno de los miembros de la pareja debe hacer lo mismo para que la relación continúe adelante. La responsabilidad por la crisis nunca es de una sola persona sino de ambos, por consiguiente, deben conversar sobre el tema, determinar responsabilidades y comprometerse con el cambio.
Si has optado por la ruptura debes saber que no será fácil. A veces, cuando la relación ha sido muy tormentosa, se experimentará un periodo de alivio inicial pero casi siempre después llega la nostalgia, la tristeza y la soledad. No obstante, estos son sentimientos normales que se van atenuando con el paso del tiempo. Date un tiempo para estar solo o sola y no corras inmediatamente a buscar una nueva pareja (sobre todo si el motivo que te impulsa es el miedo a la soledad, el refrán: “un clavo saca al otro” no es el mejor consejo a seguir).
Finalmente, tanto si se opta por continuar la relación como si se rompe la misma, un terapeuta de pareja siempre puede ser útil porque les ayudará a enfrentar los conflictos y a entender con mayor claridad qué sucede en la relación.
Maria dice
Las parejas pasamos muchos momentos de crisis, algunas muy fuertes en 20 años de convivencia. Cuando estoy enojada con el LE ODIO pero cuando nos reconciliamos LE AMO. Parece que soy bipolar. Creo que porque le conozco demasiado sé hasta que punto llegar con él en las peleas. Hay veces que ya quiero tirar la tohalla, pero no sé, no quiero arrepentirme. Tampoco quiero arrepentirme no haberlo hecho. Pero no me arrepiento haberme casado con él porque tengo e hijos divinos.
Jennifer Delgado Suarez dice
Maria,
Hay quienes dicen que cuando se ama mucho también se odia mucho. Esto sucede porque el amor despierta emociones muy fuertes y a veces es difícil encontrar un punto medio.
Por supuesto, después de 20 años de convivencia muchas cosas cambian, también nosotros mismos vamos cambiando y queremos otras cosas que antes no siquiera soñábamos.
Sin embargo, creo que si existe amor, bien vale la pena luchar por él.
No debemos olvidar que el amor no es solo pasión, también es compromiso y responsabilidad.