La cultura es todo aquello que nos enriquece y cultiva, que nos ofrece herramientas para comprender mejor el mundo. Por desgracia, aún existen muchas personas que creen que ser cultos significa acumular conocimientos. Son los típicos sabelotodos o listillos que se burlan de quienes no han leído a los grandes novelistas, no han visto tantas películas ni asistido a tantas obras de teatro como ellos o no han podido visitar tantos países.
En esos casos, la cultura asume la forma de arrogancia, desdén y, en sentido general, desprecio por todos aquellos que no se encuentren al mismo “nivel”.
La visión de Anton Chéjov sobre lo que significa ser cultos va mucho más allá de acumular conocimientos, es una perspectiva enriquecedora y profunda que nos anima a reflexionar. El gran escritor ruso distingue a una persona auténticamente culta, de aquella que ha adquirido conocimientos pero piensa que ello la coloca por encima de los demás.
Cuando aún era muy joven, Chéjov le escribió a su hermano Nikolai cuando éste tenía 28 años y comenzaba a ganar fama como pintor en la capital rusa. La misiva, fechada en Moscú en 1886, en realidad es una serie de consejos para un artista incipiente que se quejaba de que nadie lo entendía. Su primer consejo es una declaración de intenciones: “La gente te entiende perfectamente bien. Si tú no te entiendes a ti mismo, no es culpa de ellos”, le escribió Chéjov con extrema lucidez. Pero su carta continúa, y cada frase es una auténtica perla de sabiduría.
¿Cómo son las personas cultas?
- Respetan la personalidad humana y, por lo mismo, son siempre amables, gentiles, educados y dispuestos a ceder ante los otros. Si viven con alguien a quien no consideran favorable y lo dejan, no dicen “nadie podría vivir contigo”. Perdonan el ruido, así como las ocurrencias y la presencia de extraños en sus hogares.
La persona culta es aquella que respeta a los demás como individuos, es una persona tolerante que no coloca sus culpas sobre los demás sino que asume sus responsabilidades. Son personas lo suficientemente flexibles como para aceptar formas de pensar y actuar diferentes a las suyas.
- Son sinceros y temen a la mentira como al fuego. No mienten incluso en pequeñas cosas. Una mentira significa insultar a quien escucha y ponerlo en una posición más baja a ojos de quien habla. No aparentan: se comportan en la calle como en su casa y no presumen ante sus camaradas más humildes. No son proclives a balbucear ni obligan la confidencia impertinente de los otros. Por respeto a los oídos de otros, callan más frecuentemente de lo que hablan.
Se aprende más escuchando que hablando. Una persona verdaderamente culta lo sabe y no siente la necesidad de hacer gala de su conocimiento continuamente. Además, es lo suficientemente inteligente como para reconocer lo que no sabe, y no mentir al respecto para intentar proyectar una imagen de sabelotodo.
- No tienen vanidad superflua. No se preocupan por esos falsos diamantes conocidos como celebridades o por ser reconocidos en las tabernas […] Si ganan unos centavos, no se pavonean como si estos valieran cientos de rublos, y no alardean de poder entrar donde otros no son admitidos […] Los verdaderamente talentosos siempre se mantienen en las sombras entre la muchedumbre, tan lejos como sea posible del reconocimiento. El barril vacío da un eco más sonoro que el lleno.
Las personas vacías necesitan hacer mucho ruido. Al contrario, las personas cultas no necesitan que los demás las reconozcan ni se pavonean de su conocimiento, restregándoselo en la cara a los demás. La cultura siempre va de la mano de la humildad intelectual.
- Si tienen un talento, lo respetan. Le sacrifican el descanso, el vino, la vanidad […]. Se sienten orgullosos de su talento.
Ser cultos también significa ser conscientes de los talentos propios y comprometerse con su desarrollo. Significa hacer todo lo posible para crecer como personas, aunque ello implique realizar ciertos sacrificios y dedicar mucho esfuerzo. Debemos recordar que el talento sin perseverancia no da frutos.
- No se menosprecian para despertar compasión. No tensan las cuerdas de los corazones de los demás para que los otros giman y hagan algo por ellos. No dicen “Soy un incomprendido” o “Me he vuelto de segunda mano” porque todo eso significa perseguir un efecto simplón, vulgar y falso.
Para Anton Chéjov, una persona culta también es una persona con dignidad, que no se lamenta ni llora sobre la leche derramada. La persona culta no intenta manipular a los demás haciendo palanca en sus desgracias, no se queda atascada en los problemas sino que busca soluciones. También es lo suficientemente inteligente como para aprovechar las circunstancias a su favor, en vez de limitarse a quejarse porque las estrellas no se han alineado.
- Desarrollan para sí la intuición estética. No piden inteligencia ahí donde se manifiesta la mentira constante. Quieren, especialmente si son artistas; frescura, elegancia, humanidad […]
Chéjov también relacionó la cultura con la intuición. Eso significa que las personas cultas no luchan batallas perdidas de antemano porque son capaces de comprender la esencia humana y no piden a los otros más de lo que pueden dar. Por tanto, ser cultos también es ser pragmáticos y objetivos, buscar la autenticidad, no solo en nuestro interior sino también en los otros.
- Sienten simpatía no solo por los mendigos y los gatos. Les duele el corazón por aquello que sus ojos no ven.
Una persona culta también es una persona sensible y empática, no solo ante las injusticias y el dolor que encuentra a su paso sino ante todo lo que sucede en el mundo. Chéjov no podía concebir una cultura ajena al sufrimiento y la alegría humana.
Por último, Anton Chéjov añadió: “Así es como son las personas cultas. Para ser culto y no quedar atrás, no es suficiente con haber leído ‘Los papeles del club Pickwick’ o haber memorizado el monólogo de Fausto. Lo que necesitas es trabajar constantemente, día y noche, leer constantemente, estudiar, voluntad. Cada hora es preciosa. Descansa y deshazte de tu vanidad”.
Ser cultos es el único modo de ser libres
Existen muchos tipos de cultura. Ser cultos no se limita a leer muchos libros y acumular conocimientos académicos sobre el mundo. Entender la cultura desde una perspectiva más amplia nos convertirá en personas más tolerantes y libres.
Existe una cultura intelectual y artística, pero también una cultura física que implica cuidar nuestro cuerpo, así como una cultura emocional y psicológica que nos permite mantener un equilibrio personal y una actitud constructiva ante la vida.
También existe una cultura profesional, que no solo implica ser realmente buenos en nuestro trabajo sino además disfrutarlo. E incluso existe una cultura del ocio, que incluye todas esas cosas que podemos hacer en nuestro tiempo libre para crecer como personas y conocer mejor el mundo que nos rodea.
Cultivarnos en diferentes frentes nos permitirá vivir de manera más equilibrada y enriquecedora, pero también nos convertirá en personas más independientes, libres y menos manipulables. Es una apuesta que vale la pena.
Juana Rosa Avalos Rojas dice
no soy una persona preparada pero quiero aprender hacer una mejor persona culta para guiarme y expresarme mejor gracias muy interesante el articulo.