
Las personas que sufren de este trastorno hablan su lengua materna con un acento extranjero. Este efecto es inevitable para la propia persona y, por su brusca aparición, suele traer como consecuencias problemas emocionales relacionados con la pérdida de identidad personal y del sentido de pertenencia a la comunidad.
El primer caso conocido fue en el 1917 cuando un parisino, como consecuencia de una herida de guerra, desarrolló un acento polaco. Pero el ejemplo más “famoso” proviene de la Segunda Guerra Mundial cuando una joven noruega fue alcanzada por un fragmento de proyectil durante un bombardeo nazi y su habla adquirió un fuerte acento alemán. Como podrán imaginar esta alteración le ocasionó innumerables problemas en su vida cotidiana al ser identificada como alemana.
Otros casos han sido reportados, los más extraños resultan ser el cambio del acento inglés por el nórdico, el acento argentino por el eslavo y el acento inglés por el chino.
Según investigaciones realizadas en el Servicio de Neurología del Hospital Francés “Vladimiro Sinay” este trastorno es un resultado que puede comprometer la cisura prerolándica izquierda, la corteza motora primaria o bien la corteza premotora. El traumatismo cerebral no hace que la persona adquiera el acento sino que modifica los patrones del habla, cambiando la longitud de las sílabas, alterando el tono o pronunciando mal ciertos sonidos. Su hablar es perfectamente comprensible para los que lo escuchan y quienes vivencian el síndrome no asumen el típico rol de enfermos sino que enfrentan las dificultades propias de un hablante extranjero.
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