
La superstición generalmente es vista como un término peyorativo. Pensamos que creer en la magia y los milagros es algo irracional y retrógrado. Sin embargo, aunque así sea, lo cierto es que son innumerables los estudios que nos demuestran que casi todos creemos en alguna que otra medida en lo sobrenatural y este es un fenómeno que se manifiesta incluso entre las personas más escépticas. Todos somos místicos, solo que algunos lo son más que otros.
La buena noticia es que el pensamiento supersticioso o «pensamiento mágico», incluso aunque tergiverse la realidad, tiene sus ventajas. Estas creencias ofrecen beneficios psicológicos que la lógica y la ciencia no siempre n proporcionar. ¿Cuáles? Fundamentalmente un sentido de control y un significado.
Por ejemplo, tocar madera o llevar un amuleto de la suerte son creencias supersticiosas que sirven para aliviar la tensión cuando sentimos que no tenemos el control sobre determinada situación. En esos momentos, estos rituales nos devuelven la tranquilidad y, efectivamente, mejoran nuestro desempeño.
Obviamente, no se trata de que el amuleto o el ritual tengan un poder mágico en sí sino que nosotros creemos que lo tiene. Y es esto precisamente lo que nos produce una ilusión de control que mejora la confianza en nosotros mismos y nos permite responder de forma mucho más asertiva ante las exigencias del medio.
Por ejemplo, en un estudio dirigido por el psicólogo Lysann Damisch de la Universidad de Colonia a los participantes se les entregó una pelota de golf. A la mitad de ellos se les dijo que la pelota había tenido suerte con los jugadores precedentes. ¿Los resultados? Quienes poseían la «pelota de la suerte» realizaron un 35% de tiros buenos más que a quienes simplemente se les entregó la pelota sin decirles nada.
En un estudio realizado en el mundo real por el antropólogo Richard Sosis de la Universidad de Connecticut, se apreció que las mujeres que recitaban salmos para combatir la violencia se sentían más tranquilas y eran más propensas a salir de sus casas en comparación con aquellas que habían pasado por situaciones similares pero no mostraban comportamientos supersticiosos.
Tanto en un experimento como en el otro, las personas se abandonaron en manos de sus creencias supersticiosas para obtener un mayor control y esto redundó en un desempeño mejor.
Otra de las leyes de la magia más difundidas es que «todo sucede por una razón», no existe el azar o la casualidad. Este es el llamado razonamiento teleológico, que asume las intenciones y los objetivos que se encuentran detrás de las situaciones de la vida cotidiana. Esto sucede porque estamos acostumbrados a buscarle una explicación lógica a todo, a encontrar una intencionalidad en el mundo. Por eso, cuando no la hallamos, pensamos que realmente existe una razón oculta que descubriremos posteriormente.
Y lo cierto es que esta ilusión también es útil desde el punto de vista psicológico. En una investigación dirigida por la psicóloga Laura Kray, de la Universidad de California en Berkeley, se apreció que todas las personas entrevistadas aludían a un punto de inflexión en sus vidas. Curiosamente, mientras más profundo fue el impacto de este cambio, más fuerte eran las creencias supersticiosas de atribución del tipo: “me hizo quien soy”, “le dio sentido a mi vida”… Es decir, la creencia de que el destino les ayuda a hacer sus vidas les proporciona una narrativa coherente que les brinda un sentido.
Obviamente, esta idea funciona también cuando se trata de puntos de inflexión perjudiciales o negativos. En un estudio dirigido por el psicólogo Kenneth Pargament de la Bowling Green State University, se demostró que los estudiantes que percibían los eventos negativos como «partes del plan de Dios», mostraban un mayor crecimiento personal. En otras palabras, estos problemas les hicieron más resilientes, más extrovertidos y le abrieron nuevas perspectivas.
Obviamente, estos beneficios de la superstición no significan que el pensamiento mágico no tenga ningún inconveniente. En el peor de los casos, este puede conducir a la obsesión, el fatalismo o incluso la psicosis.
Fuentes:
Damisch, L. et. Al. (2010) Keep Your Fingers Crossed! How Superstition Improves Performance. Psychological Science; 21(7): 1014–1020.
Sosis, R. et. Al. (2009) Scars for war: evaluating alternative signaling explanations for cross-cultural variance in ritual costs. Evolution and Human Behavior; 28(4): 234-247.
Kray, L. et. Al. (2006) Thinking within the box: The relational processing style elicited by counterfactual mind-sets. Journal of Personality and Social Psychology; 91(1): 33-48.
Kenneth I. et. Al. (1990) God help me: (I): Religious coping efforts as predictors of the outcomes to significant negative life events. American Journal of Community Psychology; 18(6): 793-824.
Pangui dice
Hace poco llegué a este blog, me ha parecido muy interesante y confiable, ya que los artículos (los que he visto al menos) siempre van con referencias =)
Sobre el tema de la superstición, en lo personal me cuesta verle el lado positivo a esta forma de pensar. Sobre todo cuando se utilizan rituales para disminuir la ansiedad, ya que esto es funcionalmente igual a un TOC. Si bien no acarrea toda la disfuncionalidad propia del "trastorno", facilita que se moldee un comportamiento cada vez más parecido. Estos rituales probablemente vayan en aumento dado que la contingencia entre ritual y resultados esperados es de razón variable (no siempre funcionan), lo que fortalece mucho a un comportamiento, e incluso aumenta su frecuencia o intensidad.
Saludos! =)
Jennifer Delgado Suarez dice
Pangui,
En la Psicología la línea divisorias entre lo "normal" y lo "patológico" a veces es muy sutil e imprecisa.
Por ejemplo, muchos de los grandes artistas tenían "personalidades acentuadas" de tipo narcisista o esquizoide. ¿Es esto malo? Evidentemente, estas peculiaridades fueron puestas a favor del arte.
En otras palabras, todas las cosas encierran una faceta positiva y otra negativa. No siempre un hábito degenera en trastorno.
Gracias por tus reflexiones.