En la actualidad, las madres sufren una presión cada vez mayor por educar «bien» a sus hijos. En ese contexto, la crianza positiva se ha difundido como una filosofía educativa que promueve el respeto y el afecto. Nos dice que debemos comprender las necesidades infantiles, fortalecer el vínculo con nuestros hijos, escucharlos e incluso anticiparnos a sus necesidades.
Incluso anima a los padres a hacer un ejercicio de introspección para descubrir cómo la crianza que recibieron cuando eran niños puede estar influyendo en su estilo educativo. Sin embargo, a menudo olvida un factor determinante: los padres solo pueden cuidar bien de sus hijos cuando cuidan bien de sí mismos.
El estrés de las madres se refleja en sus hijos
La Unicef lanzó la voz de alarma: si los padres no se sienten bien, no podrán criar adecuadamente a sus hijos. Estimó que aproximadamente 3 de cada 10 cuidadores sufren depresión y el 5% presentan signos de angustia, ansiedad o desesperanza. No es para menos puesto que 9 de cada 10 madres afirman sentirse juzgadas con frecuencia.
Obviamente, ese estado emocional se refleja en los niños, hasta el punto que 6 de cada 10 bebés menores de 18 meses presentan signos de daño emocional. Los estudios también han vinculado la depresión postparto con la aparición de trastornos mentales en los pequeños y se ha comprobado que cuando las madres están sometidas a un gran estrés, es más probable que sus hijos desarrollen algún problema emocional.
Incluso los problemas de pareja y las discusiones frecuentes en casa pueden hacer que los niños se vuelven emocionalmente inseguros y aumentar las probabilidades de que tengan dificultades para establecer relaciones saludables en la adultez. Por tanto, la clave para implementar una crianza positiva quizá no sea exigirnos más, sino precisamente ser más amables con nosotros mismos y prestarnos más atención.
La trampa de la autoexigencia
Las madres sienten un amor incondicional por sus hijos y experimentan un profundo deseo de cuidarlos y protegerlos. Pero en ocasiones eso se traduce en un nivel de autoexigencia excesivo. De hecho, 6 de cada 10 madres reconocen que se exigen demasiado durante la crianza de sus hijos.
El deseo de “querer llegar a todo” hace que muchas intenten convertirse en Superwoman. Se sobrecargan con tantas tareas y responsabilidades que la salud mental de las madres acaba resintiéndose, en gran parte porque relegan sus necesidades a un último plano para priorizar las de toda la familia.
Obviamente, poner a los hijos en primer lugar es un instinto tan natural y automático como respirar. Y a menudo la crianza requiere sacrificios. Eso no se discute. Sin embargo, si te descuidas demasiado, el estrés cotidiano te pondrá contra las cuerdas haciendo aflorar la irritabilidad y la frustración. En ese estado de cansancio extremo, es fácil perder la paciencia y los nervios, por lo que tus hijos acabarán pagando las consecuencias.
Ser madre es un “trabajo” a jornada completa. Volver a casa después de una jornada laboral no significa que sea hora de relajarse y muchas veces ni siquiera la noche es sinónimo de descanso. Por ese motivo, es probable que te sientas culpable cuando reservas un poco de tiempo para hacer algo para ti. Pero cuidar tu salud mental también debe ser una prioridad.
Las 3 exigencias irracionales que debes dejar ir
Si realmente quieres educar a tu hijo con un enfoque positivo y desarrollador, debes prestarte atención. Y probablemente eso significa que necesitas deshacerte de una serie de creencias profundamente arraigadas en la sociedad que están generando una presión del todo innecesaria:
- No tienes que ser una madre “perfecta”. La perfección no existe, así que ni siquiera lo intentes. No siempre reaccionarás bien ni tomarás las mejores decisiones. Es normal. De hecho, tu hijo ni siquiera necesita que seas perfecta, solo necesita amor, apoyo y comprensión. Asume que no puedes hacerlo todo de manual y que cada madre se esfuerza para hacer las cosas lo mejor que puede. Deja ir el concepto de perfección y fluye más. Convéncete de que ser “bastante bueno” es suficiente.
- No siempre estarás disponible. Y no pasa nada. A veces estarás agotada, tendrás ansiedad o te acercarás al punto de ruptura. Ese nivel de saturación genera el deseo de alejarse de todo por un rato. No te sientas culpable. A veces es necesario parar para poder seguir, para recuperar tu equilibrio mental. Presta más atención a la calidad del tiempo que pasas con tus hijos que a la cantidad porque, a fin de cuentas, es esa presencia plena y serena la que marca la diferencia.
- No tienes que encargarte de todo. No tienes que demostrar nada a nadie. Asumir toda la carga sobre tus hombros no es realista, saludable ni viable. Pide ayuda cuando la necesites y reparte responsabilidades. Aprende a priorizar para que puedas dedicarle tiempo a lo que es verdaderamente importante y di “no” a todo lo que te roba tiempo inútilmente. Intenta simplificar tu vida evitando todas esas “tareas pendientes” autoimpuestas que en realidad solo generan más estrés y cuya consecución no es imprescindible. Libera un poco tu agenda para que tengas tiempo para descansar y ocuparte de ti sin sentirte culpable.
Recuerda que, como madre, naces al mismo tiempo que tu hijo. Tú también estás inmersa en un proceso de aprendizaje que irá acompañado de aciertos y errores. Durante ese camino, sé amable contigo, acepta que no puedes llegar a todo y pide ayuda cuando la necesites.
Cuidar tu salud mental es el primer paso para poder cuidar mejor a tus hijos. Si no te queda nada, no tendrás nada que dar. Tomarte un tiempo y ser un poco “egoísta” de vez en cuando es imprescindible. Todos necesitamos recargar nuestra batería emocional. Si no lo haces, el punto de ruptura estará cada vez más cerca. Hazlo por tus hijos, pero también por ti.
Deja una respuesta